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Buenos días, De la Rúa
Por Martín Granovsky
El ex presidente Fernando de la Rúa salió de su letargo. Es una buena señal: significa que la confesión de Mario Pontaquarto lo atemoriza y que, a la vez, necesita construir una defensa, al menos política, sobre las coimas en el Senado.
Si esta vez la Justicia no es tan renga como en los últimos años, como mínimo habrá un careo entre quienes Pontaquarto dice que participaron en una reunión en la Casa Rosada. Además de Pontaquarto y de la Rúa, habrían estado los senadores peronistas Augusto Alasino y Alberto Tell y el radical José Genoud. Dijo Pontaquarto al juez Norberto Oyarbide que allí De la Rúa derivó cualquier arreglo extra –eufemismo por coimas– hacia Fernando de Santibañes, entonces jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado. También contó que a la salida de la Casa Rosada Genoud le explicó que él, Pontaquarto, llevaría las valijas correspondientes.
¿Está asentada la reunión o los senadores entraron por la explanada que da a Rivadavia y fueron guiados en grupo hasta el primer piso de la Casa Rosada? En todo caso, sería bueno corroborar también, ahora que hay disposición de investigar, la constancia de la reunión secreta entre De la Rúa y Carlos Menem en la mañana del domingo 3 de septiembre del 2000, en plena crisis de las coimas.
De la Rúa también dijo ayer que Alvarez renunció por motivos personales, luego de que la revista La Primera lo pusiera en tapa con su mujer y su secretaria. En rigor la segunda no era tal sino la actual senadora Vilma Ibarra, que había sido secretaria parlamentaria del bloque frepasista en Diputados.
Más allá de sus motivos, es obvio que la renuncia de Alvarez fue personal, como lo prueba el hecho de que tras dejar la vicepresidencia dejó la política activa y evitó hostigar a De la Rúa. Pero estuvo motivada en la crisis de las coimas en el Senado, y terminó detonada por operaciones de inteligencia. Una de ellas remató en la nota de La Primera. Fue escrita con seudónimo por la misma persona que años después dirigió un semanario extorsivo auspiciado desde Mendoza con dinero de un fascista enamorado de los caballos.
Un nombre clave falta aparecer en las investigaciones de la Justicia y en las revelaciones desclasificadas de la SIDE: Máximo Nicoletti, alias Alfredito. Nicoletti tenía relaciones estrechas con un espía apodado Campitos, que a su vez dependía de Alejandro Brousson, funcionario de confianza de De Santibañes y de su número dos Darío Richarte.
La SIDE pagaba y operaba. Por eso la frase de ayer del ex presidente De la Rúa es, en términos políticos, una autoincriminación. Alvarez pudo haber sido débil al no soportar la presión de los servicios de inteligencia, pero éstos lo tomaron de blanco. Y dependían del Presidente.