Domingo, 27 de marzo de 2016 | Hoy
EL PAíS › ENTREVISTA A DOS REFERENTES DE ORGANISMOS DE DERECHOS HUMANOS SOBRE EL SIGNIFICADO DE LA MARCHA DEL JUEVES
Por Ailín Bullentini
“Qué gigante esa Plaza, ¿no?”, se pregunta ella misma, y por elevación, a todos, la madre de Plaza de Mayo Taty Almeida. Se refiere a la Plaza de Mayo desbordada del jueves pasado, la de los 40 años desde el último golpe “cívico-militar-clerical”, como ella misma remarca, y la primera con Mauricio Macri ejerciendo la jefatura de Estado. “La Plaza fue un reflejo de lo grande que es la memoria del pueblo argentino”, reflexiona Almeida, histórica militante de derechos humanos e integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, que aún asombrada no deja de hablar de la magnitud de la movilización.
–Se vio sorprendida por la concurrencia a la marcha...
–Realmente sí. Esta Plaza que todos los años se llena más; para nosotros es conmovedor y alentador que estallara como estalló el jueves. En cada uno de los miles de jóvenes que estaban allí vemos a nuestros hijos. La memoria, eso tan importante, está. Esa militancia maravillosa que día a día se compromete más allá del partidismo y de las organizaciones sociales; esos jóvenes que nos demostraron que son los que van a seguir con nuestras banderas cuando nosotros ya no estemos, porque desgraciadamente somos mayores y vamos quedando menos, son nuestra tranquilidad. Este año la movilización fue apoteósica. Demostró que miles y miles de personas reivindican, a 40 años, la memoria de nuestros hijos y repudia la política que ha tomado Macri en estos 100 días, en la que ha habido un retroceso enorme en lo que hace a los derechos humanos: porque derecho humano es el trabajo, y lo están violando con los despidos masivos; porque además reprimen ideológicamente a través de los medios de comunicación, porque derecho humano es la libertad y la están violando con la detención política de Milagro Sala. Y las declaraciones que a diario hacen los funcionarios... (el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio) Avruj nos acusó de agresivos.
–Sí, planteó que hablan desde la agresividad porque necesitan estar “cohesionados”...
–Una barbaridad. ¿Nosotros somos los agresivos? Nosotros decimos la verdad. Avruj nos acusa de agresivos, Lopérfido pone en duda la cifra de víctimas, Macri rescata la teoría de los dos demonios... Han pasado 40 años del golpe cívico-militar-clerical, de ese genocidio que dejó 30 mil agujeros. Por cierto, hay que tener memoria y recordar que el terrorismo de Estado no empezó el 24 de marzo de 1976, sino años antes, con el gobierno constitucional, pero de democrático nada, de Isabel Perón, en el que (ministro de Bienestar Social, José) López Rega y la Triple A empezaron a desolar el país. Tres centros clandestinos de los más de 600 que funcionaron durante la dictadura ya estaban activos en el 75. Dos mil o más personas desaparecieron o fueron asesinadas por el Estado entonces; entre ellos, mi hijo, Alejandro Almeida. Si los desaparecieron fue por algo. Con mucho orgullo las Madres decimos que fue por algo. Eran militantes políticos, a full, palabras que a muchos asustan aún. Militancia es compromiso, es preocuparse por el otro, militancia es rechazar, repudiar las injusticias. Por eso los desaparecieron. Entonces, hay que tener memoria.
–¿Cuán importante es esa palabra hoy?
–Muy. Al igual que varias otras: desaparecidos, militancia política, como decía. Es muy importante tener memoria, saber la historia completa. La memoria es una pata de nuestra lucha, que se complementa con la verdad y la justicia. Justicia legal, jamás justicia por mano propia. Lo que conmueve es que a tantos años la gente sigue recordando, los jóvenes se siguen enterando de la historia completa, gracias a la política de Estado que tomó nuestro querido Néstor Kirchner. La Plaza del jueves fue un reflejo de lo grande que es la memoria del pueblo argentino.
–¿La persistencia de dos marchas el 24 no abona la versión de la división entre los organismos de derechos humanos?
–Demostramos que en esta marcha no hubo diferencias. Todos estuvimos allí por lo mismo, porque hubo dos marchas si miramos relativamente: la realidad es que desde temprano en la tarde la Plaza de Mayo. Y no hubo ningún tipo de agresión ni pelea. Comprendimos que estábamos por lo mismo, lo cual me parece que es un símbolo de madurez de parte nuestra: repudiar el golpe, recordar a los detenidos desaparecidos y demostrar que estamos totalmente disconformes con la política de Macri.
–¿Temen que el discurso en torno de los derechos humanos que se empieza a tejer desde la nueva gestión gubernamental cale en la sociedad?
–No lo creo. Y la prueba está en la participación masiva de la gente en la marcha del jueves. A Lopérfido lo repudio toda la Plaza. La masividad de la marcha nos da tranquilidad de que este proceso dejó de ser solo nuestro. Algo que comenzó hace muchos años, no ahora. Duele y mucho tener que volver a escuchar las miserias aquellas, da mucha bronca que no tengan la memoria suficiente los actuales gobernantes para recordar realmente qué fue lo que pasó y por qué seguimos exigiendo justicia legal.
Lita llora y agradece que una multitud haya acompañado la marcha por el Día Nacional de la Memoria, a 40 años del golpe de Estado que marcó el inicio de “su” lucha y de “la lucha” por los derechos humanos. “Muchos de nosotros nos quedamos solos de toda soledad en aquel 76 y nos entregamos directamente” a la historia de búsqueda, perseverancia, reclamo que es, en parte, la de los organismos de derechos humanos. “Semejante cantidad de gente” es, para Lita Boitano, presidenta de Familiares de Desaparecidos Detenidos por Razones Políticas, “la garantía” que protege el proceso de memoria, verdad y justicia. Las lágrimas son de felicidad, pero también de melancolía: “Me pone triste porque por momentos siento que volvemos a empezar de cero”.
–¿Qué sensación le dejó la marcha?
–Para nosotros esta movilización es y será de las más importantes. Pero yo analizo desde los años que tengo, que son muchos. Y comparto con la marcha los 40 años de lucha, enteritos. Es fundamental haber podido estar presente sobre todo por los momentos difíciles que estamos pasando. Tan grave es la situación que tenemos que volver a escuchar la teoría de los dos demonios en la propia boca del presidente de la Nación. Lo de (el ministro de Cultura porteño, Darío) Lopérfido es abominable, pero se explica que esa barbaridad sobre los desaparecidos no fue solo su pensamiento sino la política de Estado de Macri. Esa presencia masiva en las calles del jueves es lo que esperábamos y necesitábamos. No podíamos creer que aquel 49 por ciento (que votó al Frente para la Victoria en las últimas elecciones) no nos acompañara. Y debió haber habido unos cuantos del 51 (que puso a Macri a la Casa Rosada) que también nos apoyaron. Viendo lo que se avecina y lo que ya sucedió, la satisfacción es enorme. Yo soy optimista, tengo fe y quiero pensar que esa masa es la garantía del proceso de memoria, verdad y justicia. Y mi esperanza está sobre todo en los jóvenes, porque nosotros viviremos con memoria, por la verdad y la justicia hasta donde podamos, pero después todo queda en manos de los que caminaron las calles el jueves.
–Usted dice el gobierno de Cambiemos es un momento difícil para los derechos humanos. ¿Qué desafíos les plantea?
–Desde Familiares consideramos que cada vez más hay que volver a tener el rol que tuvimos de denuncia. En estos momentos es más importante que nunca: nos encuentran de golpe y porrazo con un techo que no esperábamos. Es un desafío para todos nosotros y para los ideales de la marcha que Macri sea nuestro presidente. Desde su primer día en la Casa Rosada estamos batallando en diferentes frentes: la defensa del Espacio de Memoria (en la ex ESMA), los dichos de Lopérfido, a cuyas barbaridades Mabel Careaga y su esposo supieron responder muy bien, los despedidos, que es lo más grave de todo. Y cuando estábamos organizando el homenaje por el aniversario del golpe supimos que tendríamos a Barack Obama en el país, entonces renovamos nuestro pedido para la apertura de archivos que Macri se apropió. No nos dan respiro.
–¿Qué opina de la intención de desclasificar archivos por parte de Estados Unidos?
–Hay que esperar. Los archivos desclasificados hace años estaban censurados. No teníamos la esperanza de ver donde estaban nuestros hijos, pero esperábamos tener precisiones, nombres de responsables. Y tengo grabada en la retina la imagen de hojas y hojas con tachaduras negras. Tampoco estamos teniendo precisiones en los archivos de Italia, de Francia, de España. Se cuidaron muy mucho esta gente de que lo que hicieron no se sepa. Sabemos que la desclasificación de los archivos que anunció el presidente estadounidense va a tardar, ya lo dijo él mismo. Pero no creo que nos den respuestas individuales. Es probable que ayuden, pero no creo que sea la verdad con mayúscula que exigimos desde siempre.
–¿A qué se refiere con “verdad con mayúscula”?
–Los juicios servirían mucho más si tuviéramos muchos más datos concretos. Y esa información la tienen los militares. Ellos saben a dónde fueron a parar cada uno de nuestros hijos, hermanos, nietos. En algún momento la Iglesia también demostró que tenía esos datos, o que podía aportar mucho de eso. Pero tampoco espero que con esta nueva promesa de desclasificación del Vaticano aparezca. Lo que reclamamos además de la desclasificación es una autocrítica a la Iglesia, eso le fuimos a pedir al Papa en abril pasado. Es algo imprescindible y urgente.
–Habló de la necesidad de recuperar el lugar de denuncia. ¿Es difícil volver a recuperarlo tras 12 años de acompañamiento a un proyecto político?
–No nos arrepentimos de habernos corrido del espacio de denuncia porque sinceramente sentimos que en la última década alcanzamos metas. La nulidad de las leyes de impunidad y el desarrollo de los juicios fueron una meta tan importante que realmente nos abocamos a sostenerla. Y agradecimos al proyecto político que nos ayudó a alcanzarla. Ojo que no fue el único logro alcanzado en 40 años. También en la aridez de los 90 logramos cosas, con mucho sacrificio y a pesar de Menem. Una fundamental fue la ley que declaraba la ausencia por desaparición forzada de nuestros seres queridos. Esa ley nos permitió contar con un documento en el que por primera vez de manera oficial el Estado reconocía que una persona había sido ilegalmente detenida, llevada a un centro clandestino, torturada y desaparecida por el terrorismo de Estado. Luego vino la ley de resarcimiento, pero esa no la pedimos y trajo muchos problemas. Con Néstor (Kirchner) y Cristina (Fernández), fue diferente porque los derechos humanos, nuestra lucha, se convirtió en política de Estado. Nos sentimos escuchados, acompañados y eso fue la gloria. De alguna manera necesitábamos descansar en la confianza a un gobierno, tener un poco de paz y tranquilidad. Frente a los errores de esos gobiernos, algunos de nosotros salieron responder con más fuerza y otros con menos; otros ni siquiera salieron, es probable. Pero hay que entender un poco: se nos iban muriendo compañeros, nos merecíamos ese momento de tranquilidad, con todos los aciertos y errores que tuvo. Nos lo merecíamos nosotros, los sobrevivientes, los hijos y nietos. Sobre todo los sobrevivientes. Sin la historia que ellos con mucho esfuerzo se animaron a reproducir, ¿qué juicio podría haber sido posible? Ya no nos alcanza el corazón y el alma para seguir a veces. Muchas de nosotras quedamos solas de toda soledad en el 76 y nos entregamos a la lucha directamente. Esta última marcha fue impresionante: la compañía, el amor y la fuerza.
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