Martes, 23 de agosto de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Luis Bruschtein
Salen unos y entran otros. Pero la salida de Hugo Moyano dejará un hueco en las agrupaciones del movimiento obrero porque es el único liderazgo personal que gravitó en el mundo CGT desde principios de los 90 hasta ahora. Ha sido una ficha de peso por encarnar ese fenómeno que mezcla cuotas de carisma, intercambio de favores y habilidad en la negociación gremial. Se podrá criticar el contenido de ese liderazgo o compartirlo, pero es innegable que a lo largo de su trayectoria, desde que reemplazó al combativo Negro (Ricardo) Pérez en Camioneros, Moyano construyó alrededor de su figura un polo de atracción que pesó en la CGT de los años 90 hasta ahora. Su salida deja un escenario sin figuras con esa gravitación personal.
El liderazgo de Moyano convocaba un espectro heterogéneo, desde combativos hasta conciliadores, por eso es muy difícil que ese conglomerado sobreviva sin su presencia aún cuando el moyanismo se haya asegurado varios puestos estratégicos en la nueva conducción. En las agrupaciones del movimiento obrero organizado, los alineamientos siempre se han producido básicamente en función de los gobiernos más que en función de los partidos. Podría decirse que la relación con los partidos se establece según la relación que se plantean con el gobierno. Y casi siempre como una interna del PJ con sus respectivas alas duras y conciliadoras de la política. No es ilógico que suceda así. Los sindicatos constituyen una herramienta para negociar en el marco del sistema y como tales son altamente sensibles a lo que sucede en la Casa Rosada, a favor o en contra y con una amplia gama de matices.
El gobierno conservador de los Ceos, propatronal por naturaleza, no deja mucho margen. Ayer, mientras se reunía la CGT, Macri insistía con el discurso PRO-Cambiemos de achacar la culpa de la baja competitividad al ausentismo y la falta de disciplina laboral de los trabajadores. Los discursos de los triunviros de la nueva CGT fueron todos críticos al gobierno, incluyendo al del estacionero Carlos Acuña, representante de Luis Barrionuevo, que ya es mucho decir. El mismo Barrionuevo, que trató de arrimar el bochín a Macri, terminó jugando con Sergio Massa. Su cuñado, Dante Camaño, titular de los gastronómicos, había dicho que por primera vez en su vida se sentía “representado por un gobierno” (el de Macri), al mismo tiempo que miles de restaurantes cerraban en todo el país por la política económica. Para el que quiera seguir siendo sindicalista es difícil sostener ese lugar.
Por eso en la nueva estructura, el ala claramente macrista quedó por fuera de la CGT. En ese mínimo e incómodo espacio que deja la política de ajuste se instaló el Momo Venegas con un grupo de pequeños gremios. La acción legal que interpuso Venegas contra la central obrera le entregó en bandeja un arma a Macri para discutir y negociar la legalidad de la CGT. Tampoco estuvieron en la reunión de ayer algunos de los gremios que conformaron el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA) que tiene dos organizaciones importantes, como el SMATA y la Unión Ferroviaria.
Los combativos de la Corriente Político Sindical Federal representados por Gráficos, Bancarios, Farmacia y Televisión, entre otros, se retiraron del Congreso y renunciaron a los puestos que les habían ofrecido en la nueva conducción. Pero se quedaron dentro de la CGT. La convocatoria a un plan de lucha y a un paro general por 24 horas contra el gobierno, que fue el reclamo principal de este sector, no fue aprobado pero lograron instalar la propuesta. El grupo de Barrionuevo la criticó, pero no se atrevió a descartarla. La idea del paro quedó instalada.
La crítica más fuerte a la nueva conducción –incluso planteada por el Momo– es que del triunvirato, hay dos referenciados por Sergio Massa, lo que parcializa a la central. Como diputado, Héctor Daer está encuadrado en el bloque del massismo en el Congreso, y Acuña sigue a su mentor Barrionuevo que también se perfila para ese lado. Juan Carlos Schmid es el único cuyos antecedentes lo relacionan más con el peronismo combativo. Es probable que por esta razón y para evitar profundizar las rispideces que puede producir este escenario en un diseño de conducción todavía muy frágil, ninguno de los discursos de los tres dirigentes aludió a “la pesada herencia”, a la interna del PJ o a críticas al gobierno kirchnerista y todos enfocaron sus dardos contra el gobierno de Cambiemos.
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