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Irrumpió en escena para ponerse en papel de víctima. Y no sólo para mostrarse como objeto de una persecución política sino también para asegurar que los tres camaristas que complicaron su situación procesal lisa y llanamente lo odian. Lo que no reveló el ex presidente es cómo varios de sus hombres comenzaron a sondear en el Gobierno la posibilidad de poner freno a una embestida judicial que en poco tiempo más podría derivar en su retorno a prisión.
Menem habló por radio desde La Rioja, donde mastica bronca desde que la Sala B de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico le anuló la falta de mérito. En otras palabras, desde que le ordenó al juez Julio Speroni que revise todas las actuaciones del ex presidente en las maniobras que permitieron el contrabando de material bélico.
“Esto obedece al odio que me tiene algún juez ahí, en esa Cámara, o a los tres jueces, pero además a una persecución política”, dijo Menem a Radio del Plata. La tres camaristas son Roberto Hornos, Carlos Pizzatelli y Marcos Grabivker.
La bronca del menemismo es básicamente con Grabivker. “Se anda postulando para miembro de la Corte Suprema”, señalaron con desdén en las filas del ex presidente. No tuvieron mayor consideración con Pizzatelli: aseguraron que siempre falla igual que Grabivker. Hornos fue el menos castigado en los comentarios off the record.
A la hora de señalar a los que supuestamente monitorizan la embestida, no había diferencia entre lo que se dijo fuera de micrófono y públicamente. De hecho, Menem apuntó sin cabildeos a Eduardo Duhalde. “Estamos viviendo épocas que yo creía superadas... y lamento que sea un hombre del peronismo el que esté gobernando actualmente Argentina con esta serie de evidentes medidas persecutorias”, sugirió.
En cambio, el ex presidente no dijo nada sobre los movimientos de varios de sus hombres, quienes tras conocer el fallo que volvió a Menem objeto de investigación, comenzaron a marcar los teléfonos rojos de la Casa Rosada para ver la manera de evitar nuevas malas noticias para su ahora temeroso jefe.
Uno que suele ser receptor de las inquietudes menemistas es Juan Carlos Mazzón, un ex Guardia de Hierro que supo trabajar con el ex ministro del Interior, Carlos Corach, y que ahora tiene funciones específicas en la Casa Rosada.
Desde el Gobierno y desde las mismas filas menemistas negaron los contactos. Lo hicieron casi en el mismo tono con el que desmintieron aquella reunión entre Eduardo Duhalde y Eduardo Bauzá, en la que se habló de la interna justicialista, de la crisis social, pero seguramente del destino de Menem.
Otro de los “acercamientos” que se conocieron fue aquel encuentro en las oficinas de Carlos Corach, al que asistieron el secretario privado de Duhalde, el doctor José Pampuro, el propio Mazzón y el movedizo Miguel Angel Toma.
Este legislador es uno de los aspirantes a reemplazar a Carlos Soria en la Secretaría de Inteligencia del Estado. Su nombre repiquetea cada vez que en Gobierno se menciona la posibilidad de un cambio de gabinete. La nota de Página/12 que reveló las presiones de Soria a jueces y camaristas para que apresen a Cavallo podría favorecer las intenciones de Toma, un manzanista de la primera hora. Aunque su objetivo no parece tan sencillo de alcanzar: no contaría con el respaldo de Hilda “Chiche” Duhalde, una voz fuerte a la hora de las decisiones.
Acción por la República ahora impulsa la interpelación de Soria, aunque es muy difícil que prospere, ya que integrantes de la conducción del bloque del PJ no están dispuestos a exponer al jefe de la SIDE.
Los abogados de Menem continuaban anoche evaluando el contraataque judicial. Podría ser a través de la presentación de un recurso ante Casación u otro, de carácter extraordinario, ante los camaristas. Piensanachacarle haber avanzado sobe un tema sobre el cual aparentemente no tenían facultades.