EL PAíS › ALBERTO FERNANDEZ Y DANIEL SCIOLI EN EL PJ PORTEÑO

Una comida de buenos oficios

 Por Diego Schurman

Recién cuando en la mesa de pescados sólo quedaron espinas, Alberto Fernández acercó el bálsamo. “Con Daniel nos vamos a poner de acuerdo, de eso no tengan dudas.” Nadie sabe si convenció a los comensales, la mayoría de ellos alineados con Daniel Scioli. Pero abrió un proceso de distensión en la lucha por el control del PJ porteño que el jefe de Gabinete mantiene con el vicepresidente de la Nación.
Fernández quiere que la estela kirchnerista lo alumbre lo suficiente como para encolumnar detrás suyo a todo el peronismo. Pero del otro lado encuentra una fuerte resistencia de Scioli. Las diferencias persisten por lo menos desde las últimas elecciones a jefe de Gobierno porteño, donde el “albertismo” se inclinó por Aníbal Ibarra y la tropa del ex motonauta, por el empresario Mauricio Macri.
El almuerzo de la distensión se realizó ayer. El “albertismo” estuvo representado por Alberto Iribarne y el sindicalista Víctor Santa María, mientras que el “sciolismo”, por hombres del sindicalismo como José Luis Lingeri, actual coconductor de la CGT, Jorge Omar Viviani, el titular del gremio de peones de taxi que ha mostrado el último año una gran capacidad de movilización, y Daniel Amoroso, del Sindicato de Trabajadores de Juegos de Azar.
Con ellos también estuvieron Carlos “Caballo” Suárez, ligado a los trabajadores portuarios; Amadeo Genta, un histórico de los empleados y obreros municipales, y Andrés Rodríguez, líder de los estatales de UPCN y anfitrión del encuentro. No faltó allí el legislador Diego Santilli, un caso paradójico del peronismo porteño: llegó a su banca por el macrismo, pero en la presidencial apoyó a Néstor Kirchner.
Lo concreto: el PJ porteño está intervenido desde marzo y ya estaría decidido que el domingo 10 de abril de 2005 se normalice a través de una interna. Dejando fuera de las discusiones a referentes de distritos ligados al menemista Miguel Angel Toma, el “albertismo” trabaja por una lista de unidad con el “sciolismo”. Amén de la buena disposición que demostraron ayer, esa posibilidad parece todavía muy lejana.
De todos modos, en el encuentro todos y cada uno de los presentes emulaban con sus movimientos de cabezas a los perritos de las lunetas. Era para bendecir las palabras de Fernández. Un obviedad: ¿quién se iba a oponer a la prédica del jefe de Gabinete a favor de sintonizar el peronismo porteño con el orden nacional? El funcionario más cercano a Kirchner llegó a la sede de la Unión Personal Civil de la Nación con un discurso componedor, seguro de que la salida del intríngulis porteño –casi un karma para el peronismo– se logrará a través de conversaciones y más conversaciones. Por eso, cuando Lingeri le preguntó por el armado que viene pergeñando Julio De Vido, contestó, tranquilizador: “Está todo bien, eso se va a ordenar”. El ministro de Planificación se recuesta para su proyecto en el sindicalista de la CTA y asiduo concurrente a la Casa Rosada, el transversal Edgardo Depetri.
No parece, de todos modos, que De Vido fuera a intervenir en la pulseada. Habrá que ver, en cambio, qué actitud asumirá Eduardo Duhalde, quien le dio refugio a Scioli en aquellos días difíciles en los que Kirchner lo desautorizó y le licuó el poder que ostentaba a través de la Secretaría de Turismo y Deporte. Aquellos mismos días en los que ni Fernández le devolvía los llamados al vicepresidente.

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