EL PAíS › DIPUTADOS RECHAZO EL PROYECTO DE LEY DE SUBVERSION ECONOMICA DEL PJ
De cómo Duhalde quedó en preembarque
La propuesta oficial fue rechazada sorpresivamente. Se aprobó el proyecto radical, que no complace al FMI. Ahora la ley vuelve a senadores. Al peronismo le queda la chance de ratificar la derogación votada días atrás. La UCR le retiró el apoyo a Duhalde, que venía exigiéndolo como condición para quedarse.
Por Felipe Yapur y Eduardo Tagliaferro
Parecía que todo marchaba a un arreglo de caballeros. El radicalismo aportaría a formar quórum para que la Cámara de Diputados diese media sanción a la modificación de la Ley de Subversión Económica, que el peronismo, con sus votos y el de algunos provinciales sancionaría, tal como exige el FMI. Pero el punteo del padrón falló en algún tramo y se cumplió la ley de Murphy para el Gobierno: el PJ perdió la votación (102 votos en contra y 99 a favor) e inmediatamente pidió votar el proyecto de la UCR. Quedó aprobado por 102 votos positivos y 84 por el no. De esta manera, la modificación la norma podrá ser eliminada por el Senado porque no alcanzó los dos tercios necesarios para que la Cámara alta no la pueda tocar. Ahora, si los senadores del PJ insisten con su proyecto, la ley quedará derogada como exigía el Fondo en su origen y como los gobernadores y Duhalde lo escribieron en aquellos 14 puntos del acuerdo de gobernabilidad. Al Presidente le queda el sabor amargo de haber hablado en vano ayer por la tarde con la cúpula del radicalismo. En la Casa Rosada prometieron apoyo; en Diputados votaron en contra, como opositores, haciendo saltar por el aire la alianza que lo sostiene y debilitando aun más al gobierno de Duhalde. “No nos cumplieron”, dijo anoche una altísima fuente del Gobierno a Página/12 al evaluar la actitud de sus ¿ex? socios radicales.
Anoche, los funcionarios del Gobierno que seguían la votación abrían interrogantes sobre cuánto será su permanencia en el poder. Anteayer, Duhalde, en un raid de reuniones, dijo a quien quiso escucharlo que necesitaba que el apoyo de la UCR, por un lado, y de los gobernadores, por otro, se concretase en acciones: los radicales, ayudando a modificar la ley de subversión; los gobernadores, firmando los acuerdos bilaterales de reducción de déficit, tal como ellos mismos pidieron en el acuerdo de 14 puntos. Si esto no ocurría, Duhalde, dijo, renunciaría.
Ayer por la tarde, el Presidente volvió a repetir su letanía ante la cúpula de la UCR en la Rosada. La amenaza fue la misma (ver página 2). Horas después, los diputados radicales, encabezados por Horacio Pernasetti –quien estuvo con Duhalde en Balcarce 50– votaron en contra del deseo oficial. La alianza con la UCR, que dio origen a la presidencia de Duhalde, se hizo añicos.
Ahora habrá que ver qué hace el Presidente: si cumple con su ultimátum o, más pragmático, espera a que el Senado rechace por simple mayoría el proyecto aprobado anoche en Diputados y ratifique el que votó la semana pasada, derogando lisa y llanamente la ley de marras. Sería, sí, una gran satisfacción para el Fondo y, de alguna manera, para el Presidente quien, tras su doloroso periplo por Europa, decidió cumplir con la letra que le dictan desde Washington.
“Con 127, 128 y... 129 diputados presentes se da por abierta la sesión”, dijo a inicios de la tarde con marcado nerviosismo el presidente de la Cámara baja, Eduardo Camaño. El duhaldista respiró luego de que unos cuarenta radicales y tres cavallistas ayudaran al PJ a formar el quórum necesario. Recién después comenzaron a llegar el resto de los bloques de la oposición.
Al justicialismo le costó conseguir los números. Las caras de los duhaldistas, sobre todo, mostraban el trajín. “Tenemos 80 votos nuestros garantizados”, reconoció a primera hora de la tarde el bonaerense José María Díaz Bancalari. Hombres del duhaldismo recurrieron al senador Eduardo Menem, le hablaron de crisis, de final y sin más le pidieron que dejaran de lado las diferencias y acompañaran el proyecto. Menem no quiso convertirse en la razón de la caída y ordenó a su gente de Diputados que votara “por disciplina partidaria”. Esto alivió la situación, pero no la resolvía. A media tarde, de manera reservada, llegaron al Congreso el jefede Gabinete, Alfredo Atanasof, el ministro del Interior, Jorge Matzkin, y el secretario general, Aníbal Fernández. Matzkin se ubicó en el despacho de Camaño a “puntear” los números. “Está muy ajustado, pero llegamos”, decían a su alrededor.
El principal problema para el oficialismo eran, paradójicamente, sus socios del radicalismo. Margarita Stolbizer, una de las autoras del proyecto radical junto al correntino Noel Bread, trabajó para garantizar que los diferentes sectores del bloque estén sentados en las bancas para votar. “Que se garantice la presencia de todos y que se tome lista de los ausentes”, había dicho a primera hora de la tarde en la reunión de bloque. Cerca de las 22 la estrategia se mantenía en las formas. Una diputada del bloque radical reconoció a este diario que “la idea es que los que estamos no se muevan de sus bancas. Pero nadie más entra”. Sin vueltas fue la frase para confiar que al fin y al cabo la alianza se mantiene.
Pero nada salió como se previó en la bancada oficialista. Antes de votar, el jefe del bloque peronista, Humberto Roggero, tomó consciencia de que había 200 diputados sentados en sus curules. El PJ tenía sólo 100 votos, ergo, el oficialismo estaba perdiendo. Ducho en estas lides, dejó corriendo su banca y le pidió a Camaño que le ceda la palabra después de votar. Roggero, en poder de la palabra, dio la voltereta de votar el proyecto radical, haciendo que los peronistas votasen a discreción (uno a favor y otro en contra) para no entregar los dos tercios de los votos. De esta manera, y ante el borde del abismo, el PJ consiguió que la media sanción sea por simple mayoría, por lo el Senado puede tumbarla fácilmente. Esta es, ahora, la última esperanza de los legisladores oficialistas y, quizás, del Gobierno.