EL PAíS › CAYERON LA POBREZA Y LA INDIGENCIA, PERO AL RITMO MAS LENTO DE LOS ULTIMOS DOS AÑOS

Salir del pozo es cada vez más difícil

El Gobierno empieza a encontrar resistencias para mantener la velocidad de recuperación de las variables sociales. La pobreza afecta todavía al 38,5 por ciento de la población, mientras que la indigencia se ubica en el 13,6 por ciento. Hubo aumentos en el conurbano y la peor situación se da en el norte del país, mientras que la Ciudad de Buenos Aires mejora.

 Por David Cufré

El Indec informó ayer que la situación social siguió mejorando en el primer semestre de 2005. Sin embargo, los datos también revelaron que la disminución de la pobreza y la indigencia fue la menor desde que la crisis marcó sus peores registros, en octubre de 2002. La pobreza bajó al 38,5 por ciento de la población, mientras que la indigencia retrocedió al 13,6 por ciento. Fueron descensos de 1,7 y 1,4 punto, respectivamente, en comparación al segundo semestre de 2004. En todas las mediciones anteriores se habían anotado caídas semestrales nunca inferiores a 3,5 y 2 puntos.
La desaceleración de la recuperación en una variable muy sensible en términos sociales y políticos se convirtió en un dato preocupante para el Gobierno. Sobre todo, porque el crecimiento económico no bajó de intensidad. El mismo 9 por ciento de expansión del PIB que en su momento alcanzaba para achicar la pobreza en 9,7 puntos en un año (entre el primer semestre de 2004 e igual lapso de 2003), esta vez propició una reducción de 5,8 puntos (primer semestre de 2005 contra el mismo período de 2004).
No fue una sorpresa para los especialistas, que anticipaban una moderación en la curva de descenso. Históricamente, a la salida de las crisis se da un primer período de recuperación fuerte, que después decae. El problema es que el nuevo escalón de estabilización es siempre más alto al anterior. El pico de pobreza de la hiperinflación del ’89 fue del 47,3 por ciento en octubre de ese año. Entre 1991 y 1994, descendió al 19,7 por ciento. Tras la siguiente crisis, la del efecto Tequila, la pobreza quedó en 27,5 por ciento, y al final del gobierno de De la Rúa, en octubre de 2001, llegó al 38,3 por ciento. El pico de la debacle tras el fin de la convertibilidad fue del 57,5 por ciento, en octubre de 2002.
El Gobierno destacó, de todos modos, que la pobreza y la indigencia salieron del pozo más profundo y ya están en los niveles de 2001, cuando tocaron el 38,3 y el 13,6 por ciento, respectivamente (hoy, 38,5 y 13,6).
En números absolutos, hay 8.957.000 personas pobres y, de ese total, 3.168.000 son indigentes. Las cifras corresponden a 28 aglomerados urbanos que releva el Indec, que cubren el 70 por ciento de la población urbana y el 60 de la población total. La línea de pobreza para una familia tipo en el primer semestre fue de 778,3 pesos, mientras que la indigencia quedó marcada en 353,7 pesos.
En comparación con el segundo semestre de 2004, salieron de la pobreza 441.000 personas y superaron la indigencia 347.000. Se advierte la disminución del ritmo de la mejora cuando se analiza lo que había ocurrido entre el segundo y el primer semestre del año pasado: en esa oportunidad, la pobreza había caído en 924.000 personas y la indigencia, en 445.000.
Luis Campos, a cargo del programa de derechos económicos, sociales y culturales del CELS, resumió la visión de los especialistas del campo progresista sobre la situación de la pobreza. “Una sostenida recuperación económica es insuficiente para resolver el problema”, indicó a Página/12. De acuerdo con su visión, se necesitarían políticas de transferencia de ingresos universales, que garanticen que la riqueza generada por la expansión económica llegue a toda la sociedad. De lo contrario, quedará consolidada una situación de pobreza estructural en un nivel elevado.
En algún momento, el Gobierno insinuó avanzar en esa dirección, pero después los proyectos se fueron diluyendo. Ocurrió, por caso, con el programa “Adulto mayor más”, del Ministerio de Desarrollo Social. Es un plan que originalmente proyectó una cobertura de 350.000 personas sin recursos en edad de jubilarse. En la década del ’90, de ese universo recibieron el subsidio unas 40.000 personas. A fines de 2004, el beneficio llegó a 62.000. En 2005, el objetivo se fijó en 111.000 y para 2006, el proyecto de presupuesto contempla partidas para pagarle a 100.000.
La estrategia oficial está centrada en planes focalizados, más el Jefas y Jefes de Hogar de sólo 150 pesos. A pesar de lo bajo de ese monto, esteúltimo programa de carácter más universal sirvió para achicar el impacto de la pobreza y la indigencia. Si no existiera esa asignación, en el primer semestre de este año la pobreza habría sido 0,9 punto mayor y la indigencia, 2,3 punto más alta.
Desde el punto de vista de la distribución regional, la peor situación de los indicadores se registra en el norte del país y la mejor en la Ciudad de Buenos Aires y la Patagonia. En el conurbano bonaerense se quebró la tendencia de recuperación y, por primera vez después de dos años, volvió a subir la pobreza. Afecta al 45,1 por ciento de la población, contra el 44,4 por ciento del segundo semestre de 2004. La peor situación se da en Gran Resistencia, con 60,3 por ciento, seguido por Jujuy-Palpalá (58,2) y Posadas (56,8). En la Ciudad de Buenos Aires, la pobreza cayó a 13,8 por ciento (desde 14,7) y la indigencia, a 3,9 (desde 4). Río Gallegos quedó con la mejor situación, con 11,1 por ciento de pobres y 2,4 de indigentes.

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La pobreza golpea con mayor intensidad en Gran Resistencia, Jujuy-Palpalá y Posadas.
 
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