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Votar apretando botones

“¿Qué pasa? ¿Todos quieren impugnar el voto?”, se preguntaba uno de los jóvenes que explicaba el procedimiento del voto electrónico en la escuela Jean Piaget, uno de los puntos en los que se realizó la prueba piloto sobre esta nueva metodología para emitir el sufragio en la ciudad de Buenos Aires. Es que las máquinas ya no permitirán colar la boleta de Clemente ni la de Mafalda y esta era una de las inquietudes que se repetía entre quienes se acercaron ayer a hacer el ensayo después de poner el sobre en la urna a la manera tradicional. El sistema de voto electrónico se utilizó en las ciudades de Buenos Aires, Mar del Plata y Berisso. En los últimos dos lugares funcionó en las mesas de los extranjeros, tenía carácter vinculante y fue fiscalizado por veedores extranjeros, los partidos políticos y la justicia. En Buenos Aires, en cambio, se trató de una prueba piloto con el objetivo de evaluar cuál de las distintas opciones tecnológicas era la más adecuada a las características sociodemográficas e institucionales de la ciudad. Por eso hubo cuatro tipos diferentes de urnas electrónicas: dos funcionaban con lectores ópticos –una leía boletas y otra planillas– y las otras dos realizaban funciones similares a las de un cajero automático. Quienes participaron –más de siete mil personas– primero debían votar de la manera habitual y luego podían probar las máquinas, pero esa elección carecía de validez.
El director general electoral porteño, Marcelo Escolar, calificó de “exitoso” el plan, aunque nueve sets no fueron habilitados por “problemas técnicos” y por estar “instalados en lugares no previstos”. La Junta Electoral Nacional y la Justicia federal señalaron que habían suspendido un acto público del gobierno porteño para presentar el nuevo sistema debido a la prohibición de realizar actos políticos, pero el subsecretario de Comunicación del gobierno de la Ciudad, Daniel Rosso, aclaró que no estaba previsto ninguna acción de ese tipo sino que “a partir de la demanda periodística se plantó ordenar el ingreso de los medios hasta los lugares donde se votaba”. Para algunos electores la tarea resultó pan comido. Otros se equivocaron o padecieron máquinas atascadas. Pero luego de apretar los botones o pasar la tarjeta magnética, los participantes debían completar una encuesta que servirá para ajustar el método y elegir, luego, el mejor sistema.

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