EL PAíS › LA ASUNCION DE LOS NUEVOS SENADORES
Abrazos y frialdades
Menem fue prolijamente ignorado por Kirchner, que saludó a los demás con calidez. Hubo un momento emotivo cuando asumió su hermana Alicia, frente a la madre. Esta vez, en el Senado no hubo barras sino siete parientes por juramentado.
Abandonó su banca, se acomodó el saco azul de su traje y se dirigió a los Santos Evangelios para jurar que desempeñaría “debidamente el cargo de senador” para el que lo eligió la minoría de La Rioja. Fue en ese momento en que con una indisimulada sonrisa el presidente Néstor Kirchner se inclinó hacia el estrado para tocar madera. Intentando exorcizar la mufa que históricamente fue asociada al nombre de Carlos Menem, el patagónico acompañó el gesto con una cómplice mirada dirigida a su esposa Cristina Fernández. A la mirada le siguieron unas palabras inaudibles. Como desconfiando del conjuro, insistió dando tres golpecitos sobre el borde de la lustrosa madera. Después del sí juro, el riojano saludó al vicepresidente Daniel Scioli y se dirigió a quienes estaban a su lado. Recibió el saludo del gobernador de San Juan, José Luis Gioja; del de Santa Cruz, Sergio Acevedo, y cuando le tocaba estrechar la mano de Kirchner le bastó con ver que los ojos del santacruceño estaban perdidos, con suerte, en la segunda bandeja del recinto para desistir del intento y volver sobre sus pasos. Fue el momento simbólico más fuerte de la ceremonia en la que juraron 20 de los 24 senadores electos el 23 de octubre. Quedó pendiente la jura de los tres por Buenos Aires, ya que la Junta Electoral no concluyó con el escrutinio definitivo, y la del puntano por la minoría, Daniel Pérsico, inexplicablemente ausente.
“No sé”, respondió Menem cuando se retiraba del Congreso acompañado de su hija Zulemita y los periodistas le preguntaban por qué no se había saludado con Kirchner, cosa que uno a uno repitieron todos los legisladores que prestaron juramento ayer. “El me calificó como el mejor presidente de todos los tiempos cuando fui a Santa Cruz a inaugurar obras en su momento, y después se da esta situación, que no la busqué yo”, se lamentó. Era el contrapunto más fuerte de la jornada.
Simbólico o no, Kirchner no hizo más que poner en evidencia, de manera grotesca, las distancias que lo separan de Menem. No tanto de los menemistas, ya que antes había recibido el efusivo saludo y beso de Ada Maza, la hermana del gobernador Angel Maza, que luego de ser electo por el Frente para la Victoria renunció a la banca para completar su mandato en el Ejecutivo riojano. No dejó de llamar la atención el reducido núcleo que acompañó a Menem. A su hija se le sumó su sobrina y candidata en la Ciudad de Buenos Aires, Gacela Menem. Cuando, ante el silencio con el que se le respondía, el personal de protocolo insistió por tercera vez en llamar a los familiares de Menem, se escuchó que un pariente de otro senador que esperaba su turno dijo: “Pensar que hace unos años atrás nos hubiéramos parado hasta los que no éramos familiares”.
Fuera del Palacio, unos pocos manifestantes mostraban con carteles su adhesión a Menem. El estilo uniforme y el nombre de las dos dirigentes estampados en cada estandarte no dejaban dudas de que las huestes menemistas provenían del sur del conurbano bonaerense. “Nosotros vinimos a apoyar a Menem”, dijo levantando la voz uno de los referentes de ese grupo para criticar a quienes se acercaron y aplaudieron al puntano Adolfo Rodríguez Saá. Más allá de algunos forcejeos de los que nunca faltan, dentro del edificio la organización no descuidó detalles. Alguien recordó que había sido desplazado de la jefatura de seguridad el cuñado de la senadora bonaerense Mabel Müller y hermano del ex jefe de la SIDE Oscar Rodríguez. Por primera vez está al frente de la seguridad del Senado un civil, un empleado de carrera en La Casa: Quinto Brito.
A diferencia de otras ceremonias en las que las barras disputaban su ubicación en las bandejas y competían en silbidos y aplausos por sus líderes, en esta ocasión sólo se autorizó el ingreso de siete familiares por cada senador. Los gobernadores se ubicaron debajo del estrado y al lado de Kirchner. En las sillas que miraban a la presidencia de la sesión y daba la espalda a los legisladores se ubicaron los ministros AníbalFernández, Daniel Filmus, el vocero presidencial Miguel Núñez y el subsecretario general de la presidencia, Carlos Kunkel.
Aun así, fue notorio el apoyo a la santacruceña Alicia Kirchner. Su hermano Presidente no ocultó su emoción cuando le tocó poner la mano sobre los Evangelios. A un costado, entre sus familiares, se destacaba su madre María Juana Ostoic de Kirchner. “Ahora con la cuñada”, se le escuchó decir a Cristina cuando Alicia se dirigía hacia la banca. Antes le había tocado en turno a Nicolás Fernández. Luego lo hizo el radical Freddy Martínez. De habitual aspecto bonachón, no dejó de llamar la atención ver de traje al ex intendente de Río Gallegos y hoy diputado nacional. Martínez recibió un efusivo saludo del Presidente cuando arribó al recinto. Antes se había saludado con su competidora electoral, Alicia Kirchner. Ni antes ni después de jurar, y a pesar de pasar frente a su banca, el radical le dedicó un saludo a Cristina Fernández. Fue el único en apartarse de la fórmula de rigor y no juró por los Evangelios. Lo hizo por la patria y por Dios.
Fue un aliado de Kirchner el que lo desestabilizó. Efusivo, el sanjuanino César Gioja hizo con su abrazo tambalear al Presidente y a un tris ambos estuvieron de caerse. A esa altura la mayoría de los senadores saludaban a su referente político, luego a Kirchner. El puntano Adolfo Rodríguez Saá le dedicó a su hermano Alberto su primer abrazo, luego fue hacia Kirchner y de a uno a los restantes gobernadores. Concluyó con un efusivo abrazo del riojano Menem. Mientras ambos se abrazaban, el ex titular de la Side Luis Lusquiños, Ana María Torrontegui y el ex masserista, ex director de Migraciones durante el menemismo y hoy diputado nacional Hugo Franco, esperaban su turno para abrazar al Adolfo. Todos los gestos estaban cargados de simbolismo político.
Funcionarios, diputados electos, como la kirchnerista Juliana Di Tullio, y senadores que se acercan al final de su mandato, como las bonaerenses Müller y Diana Conti, se cruzaban por los pasillos. En uno de ellos, frente al Salón Arturo Illia, a menos de un metro de distancia entre ellos, Menem y Cristina Fernández se cruzaron. Como era de esperar, las miradas de ambos estaban demasiado lejos como para dedicarse un saludo.