Viernes, 20 de enero de 2006 | Hoy
EL PAíS › TORCUATO DI TELLA, SOCIOLOGO
El ex secretario de Cultura advierte que el Gobierno, ante las críticas, debería repensar la reforma de la Magistratura. Analiza el escenario político y plantea que el oficialismo debería aliarse con el duhaldismo y la izquierda. En el juicio a Ibarra, dice, “hay oportunismo”.
Hace poco más de un año Torcuato Di Tella dejaba la Secretaría de Cultura a su mejor estilo, gritando a los cuatro vientos que la repartición era un “circo”. Ahora recuerda aquel episodio con humor, vuelve a hacer gala de su desparpajo y aprovecha para subirse a los debates de turno. Dice que no le gusta la actitud del Gobierno frente a los cuestionamientos que recibió el proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura. Incluso escribió una carta pidiéndole a Néstor Kirchner que “dé un paso atrás” con la propuesta. Pero también guarda palos para la oposición: “No sé de qué hablan. La Justicia independiente no existe. No existió en ningún país del mundo”, dispara contra los dirigentes que cuestionan al oficialismo. El juicio contra Aníbal Ibarra también lo inquieta. “Los legisladores –señala– parecen actuar en función de un cálculo político y efectista.”
El sociólogo pasa sus horas entre “aquel viejo sueño de ser periodista” —como él define– y el armado de una selección de textos latinoamericanos que piensa publicar en dos años. Todavía mantiene esporádicos encuentros con funcionarios de la Casa Rosada, pero dice que ya no tiene deseos de actuar en política. Aunque casi no concede entrevistas, aceptó recibir a Página/12 para analizar los pasos del Gobierno y el panorama político. No tiene dudas de que el kirchnerismo encabezará un frente de centroizquierda, apoyado sobre las bases del justicialismo pero con componentes de otras fuerzas, y sostiene que la oposición surgirá desde la derecha. “Ese espacio es la única alternativa de gobierno”, asegura.
–¿Por qué cree que Kirchner no dio marcha atrás con el proyecto para reformar la Magistratura pese a la lluvia de críticas?
–El Gobierno viene con una idea general de hacer cambios importantes y tiene la idea de no dejarse trabar por lo que llama las grandes corporaciones, como los empresarios, los sindicatos y ese otro sector enquistado en el poder que es la comunidad judicial. Lo que ahora busca con la reforma al Consejo de la Magistratura es quitarle, justamente, fuerza a esa corporación, algo que no veo mal. Pero si además de la reacción de esa corporación, tiene la oposición de todos los partidos políticos, lo recomendable es ir más despacio, para convencer a la gente. La democracia consiste en el equilibrio entre el poder de la mayoría y el rol de las minorías calificadas.
–¿Se verá afectada la autonomía del Poder Judicial si se implementa esta reforma?
–El Poder Judicial nunca ha sido independiente. No lo ha sido ni lo es en ninguna parte del mundo. Tomemos el caso de Estados Unidos: el presidente y el Senado son los que determinan a los jueces. La pregunta sobre cómo hacer que los jueces sean completamente independientes de un gobierno es difícil de responder. La reforma constitucional de 1994 fue una respuesta a esto. Allí lo que se hizo fue crear una mediación en ese sistema de relaciones a partir de la creación de un cuerpo designado por el gobierno (el Consejo) que pasó a estar encargado de proponer a los jueces. Otra de las cuestiones es la discusión sobre la división de poderes. Aunque creo que ese es tema aparte, que depende más del equilibrio entre el sistema de partidos y las distintas fracciones de la sociedad.
–¿Le parece que hubo un giro en las políticas del Gobierno después de las elecciones de octubre?
–Por supuesto, el Gobierno tiene más fuerza que al principio. Hasta ahora se sabía que había un sesenta por ciento de la población que lo apoyaba, pero después de las elecciones ese porcentaje se consolidó en un número de votos concreto. Eso sí, todavía le quedan algunas cosas por resolver. No es todo tan fácil. Yo creo que el Gobierno todavía necesita de aliados, que pueden encontrarse dentro del duhaldismo y de aquellas fracciones más de izquierda, como el socialismo y del Frepaso.
–Sin embargo, la transversalidad parece haber quedado un poco abandonada durante este último tiempo...
–Es que para las elecciones Kirchner necesitaba apoyarse sobre el justicialismo porque sino iba a repetir la experiencia de la Alianza. Y a decir verdad fue una buena jugada haber disputado el espacio del peronismo con el sector duhaldista que, por cierto, ahora intenta agruparse nuevamente. Con respecto a las elecciones, hay que destacar: Kirchner no se peleó con De la Sota o Reutemann. Sabía que en ese caso iba solo. Hoy el kirchnerismo tiene que basarse en un peronismo renovado, lo que le permitiría pasar a ser la voz cantante de los otros sectores que constituyen el arco transversal. El Gobierno sigue explorando la idea de transversalismo. Pero una cosa es lo transversal como complemento y otra cosa como base. Insisto, si Kirchner aparece peleado con todo el peronismo y basa su poder en una alianza con Bonasso, Lozano o Binner, sería un delirio porque no aguantaría en el poder.
–¿Quiere decir que en la Argentina sólo puede gobernar el PJ?
–Yo creo que hay dos formas de gobernar hoy en día: con un gobierno justicialista o con un gobierno de derecha.
–Que la derecha hegemonice la oposición es un escenario que le conviene al Gobierno...
–Desde ya. El centroizquierda es el lugar que ellos quieren ocupar y es, en realidad, el rol que más le corresponde al peronismo.
–Sin embargo, los límites de esa fuerza opositora todavía aparecen un tanto difusos...
–Sí, pero es la única alternativa de gobierno, como ocurre en otros países del mundo. Acá tiene que consolidarse una fuerza de derecha que incorpore a los menemistas, algunos duhaldistas y a dirigentes como los Rodríguez Saá.
–¿Usted votaría esa fuerza?
–Noooooo. Yo estoy más cerca de una fuerza de centroizquierda. Ojo, estoy hablando de una izquierda que reconoce en su espacio al peronismo, no de esa izquierda que basa su tradición antiperonista en una posición moderada, a pesar de haber apoyado en otras épocas regímenes autoritarios. Respecto de la derecha, lo que planteo es que es la única fuerza que realmente puede gobernar sin el justicialismo. Eso sí, necesita robarle al justicialismo algunos de sus elementos. Pero analizando el panorama, hoy la izquierda no tiene fuerza propia, por empezar no tiene capital económico ni político. A su vez el partido radical está destinado a la desaparición en tanto ya no hay espacio para partidos de centro, sólo queda espacio para partidos hegemónicos. Frente a esto, la masa de la clase media con seguridad migrará hacia la derecha, con la que siempre han sentido más simpatía por su tradición antiperonista y antisindicalista.
–¿Hoy podemos encontrar algún dirigente con chances de encabezar esa fuerza opositora?
–Se dice que (Mauricio) Macri no tiene liderazgo a nivel nacional, pero (Ricardo) López Murphy tampoco lo tenía y, sin embargo, fue un presidenciable en el 2003. Tal vez (Jorge) Sobisch en este sentido cuenta con la ventaja de tener una provincia. Lo que está claro es que desde la izquierda, la situación aparece un tanto más difícil. Allí tendrán que esperar que el Gobierno termine de consolidarse desembarazándose de algunos sectores. Entonces, una vez que el kirchnerismo se haya terminado de definir, ese espacio debería ir a una convergencia preparándose para el 2007.
–¿Cómo ve el escenario en Capital Federal, con la posibilidad de que Aníbal Ibarra sea destituido?
–En el juicio político hubo mucho oportunismo. Aunque Ibarra, como jefe de Gobierno, obviamente es responsable de todo. Pero el proceso no está bien planteado. Los legisladores parecen actuar más bien en función de uncálculo político y efectista, así como de las reacciones virulentas de los padres de las víctimas de Cromañón. Pero en política no se puede actuar en función de la opinión de 500 personas sobre las millones de la Ciudad.
–¿Piensa que la cultura sigue sin ser una prioridad de este Gobierno?
–Parece que funciona bien, dentro de los recursos escasos con lo que se cuenta. Pepe Nun es un amigo y apruebo su gestión. Ahora también hay que ver cómo funcionan las secretarías de Cultura en cada provincia. El caso de Capital Federal es particular. Pero sigo insistiendo que la cultura no es algo prioritario. Si hay dudas sobre lo que la palabra “prioritario” significa, que busquen la definición en un diccionario. De ninguna forma estoy diciendo que la cultura no es importante. Nunca lo dije y nunca lo voy a decir. Por izquierda puede ser, pero por cultura nunca me van a correr.
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