Martes, 14 de marzo de 2006 | Hoy
EL PAíS › JORGE TELERMAN ASUMIO CON GESTOS AL GOBIERNO Y A LA OPOSICION PORTEÑA
El flamante jefe de Gobierno elogió a Kirchner y también a los integrantes de la Legislatura. Aunque se anunció la presencia de varios ministros nacionales, sólo asistió a la jura Alberto Fernández, en lo que pareció una señal a Telerman y al propio kirchnerismo.
Por Santiago Rodríguez
Tras cuatro meses de interinato como jefe de Gobierno porteño, Jorge Telerman asumió finalmente ayer ese cargo en plenitud. Juró por “Dios, la Patria y ante el pueblo de esta ciudad” en el mismo recinto de la Legislatura en el que hace una semana fue destituido Aníbal Ibarra. Ante la mirada de representantes de distintos sectores de la comunidad, diputados y funcionarios nacionales y porteños, Telerman hizo un discurso fiel a sí mismo, con guiños hacia todos los destinatarios habidos y por haber –empezando por el propio presidente Néstor Kirchner– y que arrancó con la definición de que su gestión “nace sobre las ruinas de Cromañón”.
Telerman tiene ahora en sus manos las riendas de la Ciudad de Buenos Aires. Desde la suspensión en noviembre pasado, condujo los destinos del distrito a la espera del desenlace del juicio político al que fue sometido Ibarra a raíz de la tragedia de República Cromañón y que terminó con su destitución. Fueron cuatro meses en los que cultivó el bajo perfil y se contuvo en sus formas y sus proyectos.
Ya en su condición de jefe de Gobierno esbozó sus planes en su primer mensaje y propuso un “gran acuerdo colectivo para construir la Buenos Aires del Bicentenario”, aunque tampoco profundizó demasiado al respecto. Sí dijo que trabajará para que “esta ciudad pueda exhibirse orgullosamente como justa y equitativa, donde la desnutrición y la indigencia sean parte del pasado”. Y cuando lo hizo, cosechó el aplauso de los presentes.
Telerman llegó a la Legislatura poco antes del mediodía y lo recibió una guardia de Patricios. Ingresó al recinto y antes de bajar los tres escalones que lo separan del Salón Eva Perón se detuvo un instante a saludar con la mano en alto a quienes se acercaron a verlo jurar. Algunos tuvieron que conformarse con verlo en la pantalla gigante que se instaló en un salón contiguo para que lo vieran quienes quedaron afuera.
En las sillas dispuestas para los invitados dentro del recinto sobresalió la figura del jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Fue el único miembro de la primera línea del gobierno nacional que estuvo presente, un gesto deliberado de la Casa Rosada para ratificarlo como interlocutor del kirchnerismo en el distrito. De los demás ministros que se prometía que estarían en la ceremonia, no hubo ninguno.
Acomodados en lugares destacados estuvieron también el vicepresidente Daniel Scioli; el gobernador bonaerense Felipe Solá; el titular de la CGT, Hugo Moyano; el nuncio apostólico Ernestino Bernardini; el jefe del Ejército, Roberto Bendini; el ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni y la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto. Y por los pasillos no pasó desapercibido el Tula, esta vez sin bombo, pero con una camisa hawaiana naranja que lo llevó a distinguirse del resto.
“No es el curso de honores, sino las consecuencias del dolor que me trajeron aquí en este día”, comenzó Telerman su discurso. Lo tenía escrito, pero hizo gala de sus dotes actorales y en más de un tramo prefirió improvisar. A la referencia inicial a Cromañón le siguieron después otras, como su afirmación de que “esta gestión nace sobre las ruinas de Cromañón, sobre los vicios y las flaquezas de un Estado y una sociedad que lo hicieron posible”. Telerman aseguró también que “comprendió el mensaje” y las “lecciones y legados” de la tragedia.
A Kirchner lo mencionó una sola vez y curiosamente lo incluyó en el mismo párrafo que a Ibarra, a quien tampoco se refirió más que esa vez en forma directa. “Este modelo de crecimiento, defensa de los derechos humanos y redistribución del ingreso que encarna el gobierno del presidente Néstor Kirchner, así como las principales líneas programáticas, progresistas y desarrollistas del proyecto por el cual fuimos votados hace dos años con Aníbal Ibarra serán el eje de nuestra gestión”, explicó.
La diferencia fue que, después de ese guiño y de destacar “la notable expansión en obras y servicios de la ciudad en estos últimos años”, como también los resultados “muy importantes alcanzados”, marcó distancia con respecto a Ibarra. “No vamos a desoír las advertencias y alertas, provengan de quien provengan”, expresó, y en alusión a las deficiencias en los sistemas de control de la ciudad prometió que esas áreas no serán “botín político, sino el asiento de los mejores y más honestos profesionales” y agregó: “No queremos en la Ciudad de Buenos Aires un solo agente del Estado que dé prioridad a la lealtad al jefe de Gobierno antes que a la lealtad de sus ciudadanos”.
Esa fue parte de la línea argumental que durante el juicio político a Ibarra mantuvieron los legisladores de la oposición, a quienes Telerman también envió más de una señal conciliadora. “Hacen las leyes que rigen esta ciudad con auténtica vocación y afán de servicio”, sostuvo, tras remarcar que son “castigados por una opinión pública que no conoce toda la realidad, la del trabajo responsable, de la discusión de ideas”.
Telerman también tuvo palabras de gracia para el sector privado, las asociaciones vecinales y hasta el Poder Judicial. Su arte para la diplomacia quedó reflejado después: a la hora de los saludos de rigor abrazó a todos sin distinción y con la misma sonrisa.
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