Jueves, 13 de abril de 2006 | Hoy
El ex jefe de Gobierno apuesta a mantener protagonismo desde una fuerza que llamaría Frente Progresista y Popular. Su intención es consolidar los apoyos que obtuvo durante el juicio político, desafiar a Macri y postularse para algún cargo electivo en 2007.
Por Santiago Rodríguez
Está en la esquina de Constituyentes y Campillo. Por ahora es simplemente un local que abrieron los vecinos que lo apoyan, pero está destinado a convertirse en la primera sede del partido que Aníbal Ibarra está armando para mantener su protagonismo en el escenario político: el Frente Progresista y Popular, si es que no hay obstáculos legales para imponerle ese nombre ni cambios de último momento. Con esa fuerza, el ex jefe de Gobierno porteño seguirá dándole pelea a su archirrival Mauricio Macri y buscará consolidar la red política y social que se opuso a su destitución, con el objetivo de postularse a algún cargo electivo el año próximo.
A un mes de haber sido destituido, Ibarra está lejos de bajar los brazos. En el tiempo que transcurrió desde que la Legislatura puso fin a su mandato, el ex jefe de Gobierno se tomó unos pocos días de descanso y el resto los dedicó a rearmarse políticamente.
La base de operaciones de Ibarra es la Fundación de Políticas Públicas que armó mientras estaba en el gobierno con la idea de apuntalar los cuadros técnicos de su gestión. Allí mantiene reuniones a diario y periódicamente sienta a una misma mesa a una serie de colaboradores con los que discute su estrategia a futuro. De esos encuentros participan, entre otros, Raúl Fernández, Gustavo López, José Luis Calvo, Gabriela Alegre, María Elena Naddeo, Daniel Rosso, Alejandra Taddei y Laura Moresi.
Las iniciales de la fundación son FPP y casualmente coinciden con las del Frente Progresista y Popular. “En principio es ése, aunque hay que ver que no haya inconvenientes legales que obliguen a alguna modificación”, cuentan cerca del ex jefe de Gobierno sobre la denominación que dará a su nueva fuerza política.
Ibarra se plantea sentar las bases del partido en el entramado político y social que lo respaldó durante el juicio político por la tragedia de República Cromañón que terminó con su destitución. “La idea –contó a Página/12 alguien al tanto de sus planes– es consolidar esa red.”
Desde la jefatura de gobierno, Ibarra siempre fomentó la polarización del escenario político porteño entre su figura y la de Macri. No por estar en el llano cambiará ahora esa estrategia: su lectura es que en el tiempo que lleva destituido nadie salió a confrontar con el diputado empresario y no piensa dejar ese lugar vacante en manos de otro.
El acto de lanzamiento del partido “se hará –según anticipan– a más tardar después del Mundial”. Ibarra está entusiasmado con las últimas encuestas que le acercaron. Aunque reconoce que “habrá que ver cuánto dura el efecto victimización”, hay una en particular que lo puso contento. “Es una en la que aparece primero cuando en forma espontánea se pregunta a los encuestados a quién votaría para jefe de Gobierno. Tiene un 30 por ciento contra un 25 de Macri. Tercero aparece Scioli”, contó uno de sus fieles.
Ibarra está impedido de postularse a la jefatura de gobierno, porque la Constitución local no permite más que una reelección consecutiva, y aun cuando no haya terminado su mandato debe dejar pasar un turno para volver a presentarse como candidato. Fuera de la poco probable alternativa de que se postule para alguna de las futuras comunas porteñas, las candidaturas posibles para Ibarra son tres: senador, diputado o legislador local. Aunque todavía es muy prematuro, la última es la opción que más lo seduce, a pesar de que algunos de sus consejeros sostienen que una banca en el Congreso le daría mayor proyección. “Ahí su imagen quedaría diluida, mientras que en la Legislatura podría juntar un bloque con cierto peso y más posibilidades de construcción política”, refutan otros.
Además de estar decidido a jugar su propia suerte en las urnas, Ibarra aspira a erigirse en un elector privilegiado en la ciudad y no descarta acompañar en alguna lista al candidato K a jefe de Gobierno en 2007. En su entorno ven con más chances a Daniel Scioli –ahora en fina sintonía con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y con afiches listos para empezar a instalarse– que a Jorge Telerman, y especulan que si finalmente es el candidato oficialista, desde la Casa Rosada buscarán rodearlo de figuras más atractivas para la centroizquierda. “Es pronto para cerrar puertas”, se limitan a decir allegados a Ibarra, y destacan que “Daniel es consciente de sus limitaciones en la ciudad y de su perfil más de derecha”.
Con la definición respecto de su candidatura tan lejos en el horizonte, Ibarra se concentrará en su armado político. Además de mantener su contacto con los kirchneristas, ya estuvo con el intendente socialista de Rosario, Miguel Lifschitz, y abrió canales de diálogo con radicales afines, como así también con dirigentes del ARI disconformes con Elisa Carrió. En pocos días más hará su reaparición pública y compartirá una charla con los diputados K Francisco “Barba” Gutiérrez y Carlos Kunkel.
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