EL PAíS › EL PRINCIPAL DE LA FUENTE ES EL OTRO BUSCADO JUNTO AL SARGENTO LEIVA
Jefe de patota, prófugo de la Justicia
Está a cargo del “servicio de calle” de la Primera de Avellaneda, conocida como la “patota”. Por ahora, está acusado de encubrimiento por los asesinatos de Kosteki y Santillán. Oportunamente, salió “de vacaciones”.
Por Horacio Cecchi
El segundo policía bonaerense prófugo de la Justicia por la represión a los piqueteros en el Puente Pueyrredón es el jefe del servicio de calle de la 1ª, o sea, capanga de la patota. No es la primera vez que participa en un hecho violento registrado. La anterior fue en el ‘96: lo señalan como integrante del equipo de Mario “Chorizo” Rodríguez, que participó de la masacre de Andreani. Se trata del oficial principal Mario de la Fuente, buscado junto al sargento primero Carlos Leiva, del servicio de calle de la 1ª de Avellaneda, cuya participación reveló Página/12, después de haber publicado una secuencia de fotos en la que aparece, rodilla en tierra, disparando su Itaka, y muy próximo a la puerta del local de Izquierda Unida ilegalmente allanado, también empuñando su inseparable amiga vomita-balas-de-plomo.
A última hora del viernes pasado, el sargento primero de la patota de la 1ª de Avellaneda, Carlos Leiva, se convirtió en prófugo de la Justicia, luego de que el fiscal de Lomas de Zamora, Juan José González, solicitara su detención por homicidio simple en grado de tentativa. El gobernador bonaerense, Felipe Solá, llegó a anunciar su detención junto a la de De la Fuente. En realidad, lo que hubo fueron dos órdenes de allanamiento y detención, una a la vivienda de Leiva, la otra a la casa de su jefe, el principal De la Fuente. Ese viernes, no aparecieron ni rastros ni sombras de Leiva ni de De la Fuente.
¿Cuál era el cargo ostentado por el desconocido principal? Nada menos que jefe del servicio de calle de la 1ª, de la que era comisario el propio Alfredo Franchiotti. El servicio de calle es el que comúnmente realiza los trabajos sucios, y que actúa de civil porque sus miembros no pueden aparecer bajo el prístino manto de la legalidad uniformada. El apodo con que vulgarmente se los conoce exime de cualquier comentario: la patota.
De todos modos, durante la tremenda represión en el Puente Pueyrredón, la patota de la 1ª se salió de sus propias normas: apareció en todas las imágenes públicas. El propio De la Fuente aparece en, al menos, cinco imágenes en pleno ejercicio de sus funciones:
- En una foto, de buzo azul y blanco, a rayas, cubierto con un chaleco antibalas, con una Itaka de mango recortado, el principal aparece en los primeros instantes de la represión. Al frente de la columna policial, su superior y ya conocido comisario Franchiotti.
- En otra, a la izquierda, aparece observando el cuerpo de Maximiliano Kosteki, en la estación de tren de Avellaneda, con su inseparable Itaka colgada a sus espaldas.
- Convencido de su gestión como brazo auxiliar de la justicia, De la Fuente es uno de los que arrastra el cuerpo de Santillán –luego de que lo balearan en la misma estación–, fuera del lugar y lejos del alcance de los peritos y de cualquier análisis planimétrico.
- Lo mismo ocurrió con el cuerpo de Kosteki. No se ve el rostro de De la Fuente porque está de espaldas. Pero se lo reconoce: debajo de su chaleco antibalas con la leyenda “policía”, las inconfundibles mangas patrias lo deschavan.
- Una vez más, los colores azul y blanco ofrecen la ubicación de De la Fuente, esta vez ayudando a montar el cuerpo de Santillán en la camioneta, junto a la mujer que se desvanecía por ahogo.
Como ladero de su jefe, Franchiotti, el oficial principal se encontraba junto a él en el momento en que el entonces comisario intentaba una conferencia de prensa para relatar la “historia oficial” de los acontecimientos, frente a la puerta del Hospital Fiorito, cuando a Franchiotti lo tumban de un golpe en el ojo. De la Fuente aportó a la detención del piquetero y auxilió a su jefe, para después poner pies en polvorosa y atrincherarse dentro del hospital.
Por todo esto, De la Fuente fue procesado, por el momento, por encubrimiento. El viernes pasado por la noche, dos comisiones con órdenesde allanamiento se dirigieron, una a la casa del sargento Leiva y la otra a la de su jefe De la Fuente. No los encontraron, presumiblemente porque alguien los anticipó. Fuentes reservadas revelaron a Página/12 que el oficial principal, tras ordenar la puesta a punto de su Toyota negra 4x4, decidió tomarse unas vacaciones, tal cual figura en el parte de personal de la complicada Comisaría 1ª. El horizonte al que apuntó fue, inicialmente, Córdoba o Mar del Plata pero, por algún motivo, De la Fuente parece haber preferido el más lejano paisaje mendocino.
Así, Mario de la Fuente quedó agregado a la causa en la que se investigan las responsabilidades por las muertes de Kosteki y Santillán, junto a los ya detenidos comisario Alfredo Franchiotti, el oficial principal Carlos Quevedo, los cabos Alejandro Acosta y Lorenzo Colman, y el sargento prófugo Carlos Leiva.
La ratonera
En el ‘96, el “Polaco” Pedro Klodczyk, al mando de la Bonaerense, tenía como uno de sus hombres de confianza al “Chorizo” Mario Rodríguez, jefe de la ex Unidad Regional de Lanús. Rodríguez había esquivado judicialmente acusaciones de corrupción y violencia policial, y existían rumores de que sería pasado a retiro. Hacía falta un golpe de timón para remontar la imagen. El miércoles 6 de noviembre de ese año, un hecho empezó a dar letras de molde al título de la mejor Maldita Policía del mundo, revelando su modo de actuar: la masacre de Andreani, luego repetido en otra masacre, la de Ramallo.
Una banda de 15 delincuentes intentó asaltar un cajero electrónico ubicado en el playón de la empresa de correos, en Avellaneda. Los esperaban más de cuarenta policías. Resultado: fue el hecho más sangriento hasta esa fecha, según el propio Mario Rodríguez describió en aquel momento. Nueve muertos, entre delincuentes, policías y un rehén, y seis heridos. Tres testigos denunciaron ante la Justicia que el golpe había sido armado por la Bonaerense, que habría entregado armas a los asaltantes. Y uno de ellos señaló al propio Rodríguez como el proveedor.
El cabo primero Jacinto Tufaro señaló las conexiones del oficial Arturo Alvarez, como incondicional del Chorizo, con un ladrón de motos que soplaba información a Rodríguez. El sargento Domingo Schiliase reconoció luego haber participado de una reunión entre el comisario y el ladrón, quien reveló los preparativos del golpe. Según esos testimonios, Rodríguez entregó las armas. Finalmente, el golpe se produjo y la banda fue “sorprendida”. El caso nunca se resolvió porque los únicos cuatro sobrevivientes de la banda jamás fueron hallados.
Ahora, según las fuentes, surge un nuevo nombre. En la masacre Andreani, un joven subinspector de 22 años participaba de la ratonera: Mario de la Fuente.