Las urgencias que habitualmente rodean a las últimas sesiones legislativas del año suelen deparar más de una sorpresa. En su apuro por conseguir el respaldo para el proyecto que elimina el Etoss y crea un nuevo ente regulador para la empresa estatal de aguas, AySA, el oficialismo consintió darle preferencia para la próxima sesión a dos proyectos que, con distintas artimañas, venía dilatando. Uno de ellos es el que regula la tala indiscriminada de bosques nativos. El otro es el popularmente conocido como el de “la píldora del día después”.

El proyecto que regula el funcionamiento de AySA había llegado al Congreso con la impronta del Gobierno. En el Senado el oficialismo no ocultó su urgencia en aprobarlo y fue incluido en el tratamiento sobre tablas. Luego de votado fue girado con urgencia a Diputados. Después de intentar repetir la fórmula de la Cámara alta, el bloque oficialista de Diputados se rindió ante el voto de la oposición.

Rechazada la propuesta de tratarlo sobre tablas, intentó una derrota honrosa. Pidió que la iniciativa tenga una preferencia para ser tratada la semana siguiente. Claro que a cambio de ello tuvo que hacer algunas concesiones. Fue Eduardo Macaluse, del ARI, quien pidió que en ese listado de temas preferenciales se incluya el proyecto que regula la tala indiscriminada de bosques. Esta iniciativa, impulsada por Miguel Bonasso y Marta Maffei, fue votada en general pero nunca se trató en particular. En el mismo momento la radical Alicia Tate pidió preferencia para que se trate la iniciativa que propone convertir en ley el suministro gratuito en establecimientos públicos de salud del método anticonceptivo de emergencia, conocido como la “pastilla del día después”. Este proyecto tiene dictamen unánime de las comisiones de Salud y de Familia. Aun así, por una u otra causa, el oficialismo postergó su tratamiento. El fantasma de la oposición religiosa a la iniciativa sobrevoló el recinto pero nadie se anima a ponerle nombre y apellido a la demora.