Viernes, 9 de febrero de 2007 | Hoy
EL PAíS › CFK DEFENDIO AL GOBIERNO EN SU DISCURSO EN LA EMBAJADA EN FRANCIA
En una abarrotada carpa levantada en el patio de la embajada en París, la senadora Cristina Fernández de Kirchner destacó los logros del Gobierno. Artistas, científicos y profesionales argentinos radicados en Francia la aplaudieron. La primera dama los invitó a volver al país.
Por Eduardo Febbro
Desde París
En un discurso de quince minutos pronunciado bajo la abarrotada “carpa blanca” instalada en el patio trasero de la representación diplomática argentina en París, la senadora Cristina Fernández de Kirchner ubicó las piezas de la acción política del Presidente en un tablero con perspectivas futuras. Así como lo había hecho dos días antes en la sede de la Cancillería francesa, ante representantes de la comunidad internacional en el momento de firmar la Convención Internacional sobre las Desapariciones Forzadas, Cristina Kirchner se dirigió a la comunidad argentina en un tono sólido en el que esbozó un país recuperado, en el cual quienes estaban allí podían confiar. La senadora aseguró que el mandatario “quebrantó la forma de hacer política” al instalar “una cultura diferente” y volvió a citar la frase que le había dicho al primer ministro, Dominique de Villepin, cuando se reunieron en París a principios de la semana: cuando el Presidente llegó al poder “había más desocupados que votos”, en concreto, “22 por ciento de votos y 27 por ciento de desocupados”.
Artistas, científicos, periodistas, empresarios y trabajadores, en suma, todo lo que en francés se llama “el gratin” de la argentinidad en París escuchó con atención a la senadora. En todo momento, su discurso se refirió a la acción del Gobierno y argumentó de manera incisiva sobre los logros obtenidos en varios campos, al tiempo que reiteró “el asombro con que sus interlocutores franceses se refieren a la manera en que la Argentina se recuperó”. Cristina Kirchner no habló de lo que ella quiere, sino de lo que considera como un doble componente que existe, es decir, la restauración de la economía y de la credibilidad recuperada de la palabra política. La senadora señaló “a aquel vergonzante 57 por ciento entre pobreza e indigencia, a una cifra que, aunque duele, es menor al 29 por ciento”. También evocó la deuda externa, clausurada, según afirmó, y citó a “aquellos 9 mil millones de reservas” que hoy se han convertido en “33 mil millones”.
En esta misma línea adelantó que el Gobierno se encuentra “a dos mil, tres mil millones –dólares– de perforar el record de las reservas de la Argentina”. La senadora introdujo la idea de una Argentina reconciliada con su clase política. Afirmó que cuando Kirchner llegó al poder se encontró con una “sociedad desesperanzada”, una sociedad que “aceptaba tácitamente que los dirigentes políticos dijeran una cosa en campaña e hicieran otra cosa exactamente diferente en el gobierno”. Ese fue, en sus palabras, “el punto clave”, el acierto del Gobierno: “Terminar con esa disociación histórica” y mostrar que “era posible gobernar con ideas y convicciones” y llevar a cabo “las convicciones por las que uno había militado toda la vida”.
La senadora retomó el hilo del discurso que el presidente Kirchner pronunció en la Maison d’Amérique Latine en el primer viaje que realizó a París. Entonces, el Presidente se dirigió a un grupo humano que había atravesado muchos exilios pero que, sobre todo, vivía en “el exilio de no sentirse contenido por el país que lo vio nacer”. La primera dama trató de mostrar que ese país podía contenerlos. Pensar que la restauración de una sociedad que ha pasado por los abismos que conoció la Argentina le compete sólo a un poder político es bondadoso. No existe recuperación posible sin la sociedad que la respalda y paga el tributo.
La senadora no exageró cuando contó de la sorpresa que manifiestan los dirigentes políticos y económicos de Francia cuando analizan la recuperación argentina. La mayoría de los actores económicos suelen decir, como boutade, que hubo dos milagros: el del abismo de finales de 2001 y el de hoy. Ayer, durante la retransmisión televisiva del partido Francia-Argentina, los comentaristas deportivos analizaban la manera de jugar de la Selección y esa forma de provocar al adversario, de ir a sacarle la pelota de los pies o a incitarlo para que venga a buscarla. Los comentaristas decían, textualmente, que “a los argentinos les gusta la pelea, ir al frente a frente”. Esa es un poco la idea de la democracia que Cristina Kirchner expuso en la embajada: “Estamos dispuestos a dar todos los debates y todas las discusiones, porque además nos encanta debatir, discutir, confrontar experiencias, opiniones, ideas. Ejercitemos el derecho a pensar, a disentir, y a bancarse al otro aunque piense diferente”. La gente rompió en aplausos. ¿Era un discurso de candidato? La respuesta es fugitiva. Cristina Kirchner no habló de sí misma, sino de ese país que estaba lejos, que todos llevaban en el alma, que tanto dio y tanto sacó. En el balance que presentó en París están, tal vez, las piezas con que, “pingüino o pingüina”, se jugará el futuro ajedrez.
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