EL PAíS › OPINION
Pollo al ajo, sin el ajo
Por Néstor Vicente
Aunque cada vez resulta más complejo precisar posiciones en el espacio político, en la actualidad hay consenso en definir como progresista o de centroizquierda a una franja ocupada en la década del 80 por el Partido Intransigente, en los ‘90 por el Frente Grande y el Frepaso, y por el ARI en estos tiempos. Tema para el debate es dilucidar si el centroizquierda es un posicionamiento singular en el espacio político, o una tensión y potencialidad de síntesis entre posiciones de centro y posiciones de izquierda. Pareciera ser una cuestión intrascendente, pero no lo es. Si la centroizquierda es, como creo, un espacio de tensión, el debate de ideas y proyectos aparece como inevitable, y también la existencia de lugares donde se busque la síntesis enriquecida con los fundamentos que irán consolidando un discurso, valores y proyectos políticos compartidos. Si es un espacio de tensión y por tanto de debate, no es suficiente un referente, aunque resulte indispensable para encarnar en cada momento el estado de definición del pensamiento en tensión.
Uno de los datos que conllevaron al fracaso de las experiencias de las fuerzas políticas que pretendieron ocupar ese espacio fue la paulatina marginación dentro de ellas de los sectores que aportaban un pensamiento de izquierda. Como contracara, la actitud de esos sectores fue muchas veces más proclive a la ruptura que a la lucha por hacer prevalecer sus ideas equilibrando el pensamiento de síntesis. Hoy la tensión entre el pensamiento expresado por Elisa Carrió y el representado por Luis Zamora, difícil aunque no imposible de hacer coincidir, garantizaría que el centroizquierda no termine siendo centro y que la izquierda no aísle su discurso en momentos en los que lo que debe prevalecer es la respuesta al hambre, el desempleo y la ausencia de un proyecto compartido de país.
Los actores son intercambiables, lo importante es compartir una voluntad política de converger para sumar sin renegar de las diversas identidades y con normas que garanticen una continuidad y un funcionamiento genuinamente democrático. Para que una sociedad escéptica vislumbre una alternativa de gobierno. Tenemos por delante aprender a pararnos en el espacio de coincidencias y desde allí mirar las diferencias. El camino inverso garantiza la profundización de la segmentación social y política existente. Quizás estamos condenados, no al éxito sino a tropezar con la misma piedra. Lo que deberíamos tener en claro es que el centroizquierda sin izquierda es como imaginar un pollo al ajo, sin ajo.