Martes, 17 de julio de 2007 | Hoy
EL PAíS › EL PEDIDO DE INDAGATORIA DEL FISCAL ACELERO LA SALIDA DE LA MINISTRA DE ECONOMIA
Felisa Miceli presentó la renuncia por el avance judicial en la causa por la bolsa de dinero descubierta en su oficina. El Gobierno quiso evitar que el caso empañara el lanzamiento de la campaña presidencial. La reemplaza Miguel Peirano, hasta ayer secretario de Industria. “Seguiremos con la misma lógica económica”, aseguró el jefe de Gabinete.
Por Diego Schurman
Felisa Miceli dejó de ser ministra de Economía apremiada por una investigación judicial que intenta establecer el destino del dinero aparecido en el baño de su despacho. El cargo será ocupado por el secretario de Industria, Miguel Peirano, a quien Néstor Kirchner encomendó tomar las riendas del Palacio de Hacienda hasta el final de su gestión. La salida de Miceli se aceleró luego de conocerse un pedido del fiscal Guillermo Marijuán para que se la cite a indagatoria. La causa está transitoriamente en manos del juez Daniel Rafecas hasta que María Romilda Servini de Cubría termine su licencia.
El dictamen de Marijuán habla del presunto “origen espurio” del dinero. Y determina que el fajo de pesos encontrado llegó a las manos de Miceli “por afuera de una operación financiera legal, regular y debidamente registrada con respaldo documental”.
El anuncio de la renuncia de Miceli y su reemplazo por Peirano fue realizado por Alberto Fernández. El jefe de Gabinete leyó el texto de dimisión de la ministra y anunció que su sucesor jurará hoy en el mismo acto donde el socialista Jorge Rivas asumirá como vicejefe de Gabinete.
“Creemos en ella”, señaló Fernández. La frase encerraba una pretendida prórroga del respaldo de Kirchner a Miceli, algo que no coincidía con las versiones que algunos funcionarios difundían por los pasillos.
“Ella dijo que va a estar más tranquila contestando como ciudadana común”, alegó el jefe de Gabinete sobre las razones de la partida. Raudamente, pasó a leer el decreto del nombramiento de Peirano, destacó la juventud y trayectoria del economista y lo caracterizó como un “industrialista y productivista”.
Al concluir con los elogios, Fernández tuvo un gesto inhabitual: se prestó a las preguntas de los periodistas acreditados en la Rosada. De todos modos, el funcionario no pudo ocultar sus ansias de acotar la conferencia de prensa, que lo mostraba incómodo y con respuestas escuetas. –¿Afectó la imagen del gobierno?– fue una las preguntas.
–No –respondió, previsible.
La historia comenzó temprano por la mañana. Fernández llamó a Miceli y la convocó a la Casa Rosada. Le explicó sobre la inconveniencia de mantenerla en el cargo y el costo político que significaba para el Gobierno. Luego Felisa mantuvo una breve conversación con Kirchner y se retiró a elaborar el texto de su renuncia. Su salida era inexorable.
En su paso por el despacho presidencial, se mostró afligida por cómo las sospechas se habían extendido hacia toda su familia. En rigor, ella misma involucró a su hermano, al asegurar que fue él quien le había prestado parte del dinero encontrado en su despacho.
–¡Lamento lo que está pasando, no lo puedo creer! –fue el textual que escuchó el Presidente de boca de la aún ministra.
El tema la subyugaba. Tanto que se coló en el texto de renuncia conocido después: “La difusión de actos concernientes a mi vida privada vinculándolos con mi actividad pública, ha generado un daño inmerecido a mi honorabilidad que indudablemente afecta a nuestro gobierno”, dice.
Al mediodía, en la Quinta de Olivos, Kirchner y su mujer Cristina Fernández barajaron al menos cinco nombres para reemplazar a Miceli, la mayoría de ellos actuales funcionarios. Fernández fue, como casi todos los mediodías, testigo dilecto de esas conversaciones. Finalmente, acordaron el de Peirano. Horas después el mandatario lo puso al tanto de cuál sería su futuro inmediato.
A la tarde, cerca de las 18, Miceli volvió a la Casa Rosada. Se encerró en el despacho de Fernández, aguardando que Kirchner concluyera un acto en el Salón Sur. Casi una hora después se reencontró con el Presidente, pidió disculpas –una vez más– por el mal trago que le estaba haciendo pasar al Gobierno, y le entregó la renuncia.
En el texto formal de dimisión “indeclinable”, impreso sobre papel con membrete del Ministerio de Economía y Producción, Miceli se despidió de Kirchner con un agregado de puño y letra que decía “con sincero afecto, Felisa”.
Miceli no convenció a la Justicia sobre el origen del dinero encontrado en el baño de su despacho. Son, según la versión oficial, 100 mil pesos y 31.670 dólares. Los investigadores constataron que el ladrillo con esa suma de pesos salió del Banco Central hacia la financiera Caja de Crédito Cuenca de San Martín, el 21 de mayo pasado.
El seguimiento de la ruta del dinero fue posible gracias a que los 100 mil pesos estaban envueltos en un fajo con el número de lote, el 38.057 bco 30. Pero no hay ninguna evidencia de que ese fajo haya pasado por las manos del hermano de Miceli. En su tardía aparición pública, Miceli señaló a Página/12, y a otros dos diarios, que parte del dinero encontrado se lo había prestado su hermano Horacio con el propósito de concretar una operación inmobiliaria, algo que nunca ocurrió.
“Mi hermano me ofreció un préstamo puente por un tiempo para que tuviese tiempo de firmar el boleto, y vender mi dúplex, y después sacar un crédito hipotecario para ir pagando en cuotas. Tampoco era una diferencia tan importante: iba a poner parte de mis ahorros y parte de esos fondos. Lo traje acá ese día con la idea de llevarlo al banco, en vez de tenerlo en mi casa”, había dicho a este diario.
La estrategia mediática no surtió efecto. Para la Justicia, cuando Miceli más aclara, su situación más oscurece. Algo similar evalúan ahora en la Rosada fuera de micrófono. “Ella dio su explicación puertas adentro. Le dijimos que la apoyábamos y que le creíamos. Y que saliera a decir su verdad a los medios. Evidentemente fue una explicación insatisfactoria. Tan insatisfactoria que esto va a terminar en una indagatoria”, concluyó un alto funcionario K sobre los endebles argumentos de la ex funcionaria.
En el almuerzo de Olivos no se debatió sobre la bolsa de dinero de Miceli pero sí de su impacto político en plena campaña presidencial. Las opciones eran entre convivir con el escándalo en los medios –sobre todo luego del pedido de indagatoria del fiscal– o erradicarlo de raíz desplazando a Miceli. A los ojos del Gobierno, esta última opción motivaría la tapa de los diarios de hoy, pero evitaría eclipsar el lanzamiento de Cristina del jueves.
Según fuentes oficiales, anoche Miceli seguía compungida por cómo la noticia afectó a su familia y buscaba evitar que ésta apareciera en los medios. La investigación periodística sobre la bolsa de Felisa había alcanzado a sus hermanos Adriana y Horacio. Curiosamente, las imágenes de ambos, junto al contador Jorge March (titular del Banco Hipotecario nombrado por Miceli y a quien la ministra recibió en su despacho el día anterior a olvidarse la bolsa de dinero) fueron dadas de baja recientemente del sitio web donde se publicitaba la fiesta de fin de año de la firma Sustentarq.
Página/12 se comunicó ayer al mediodía con Sustentarq, antes de conocerse la renuncia de la ministra. Primero, una voz femenina negó que el número correspondiera a esa oficina. Cinco minutos después lo admitió.
–¿Por qué sacaron las fotos? –preguntó este diario.
La voz, del otro lado del teléfono, se ensombreció.
–No puedo darle ninguna información sobre ese tema.
–Entonces comuníqueme con quien pueda darme la información.
–No hay ninguna persona que pueda darle esa respuesta.
–Si le toman indagatoria, ¿el Gobierno puede llegar a actuar igual que con Madaro y Ulloa (vinculados al caso Skanska), y pedir su renuncia? –le preguntó este diario a Miceli, hace diez días.
–Yo soy grande. Me tengo que hacer cargo de lo que ocurrió. Si esa es la consecuencia, obviamente voy a estar de acuerdo de que sea así. Lo que tengo es una tranquilidad absoluta que puedo demostrar todo.
Ahora, como ella mismo dijo, tendrá que demostrar todo.
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