Martes, 13 de noviembre de 2007 | Hoy
Enterrada como NN en 1976 en un cementerio de Avellaneda, el cuerpo de María Teresa Cerviño recuperó su identidad treinta y un años después.
Por Alejandra Dandan
Los Cerviño eran doce hermanos, tucumanos, de padres católicos y antiperonistas. En los ’70 cada uno tomó opciones distintas, y tras el golpe de Estado, cuatro quedaron secuestrados y dos continuaron sin aparecer. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) ahora identificó a uno de ellos. María Teresa Cerviño fue asesinada en abril de 1976 en Lomas de Zamora y la enterraron como NN en Avellaneda. Su búsqueda llevó por primera vez al equipo de antropólogos a Avellaneda en 1984 y permitió la localización de otros cientos de desaparecidos en cuyas identidades aún se trabaja.
“Nosotros empezamos a buscarla cuando mi madre designó como peritos al grupo de antropólogos que recién empezaban a trabajar”, dice Pedro Cerviño, uno de los hermanos de María Teresa, también ex detenido político. Para entonces, el EAAF tomaba contacto con las Madres de Plaza de Mayo, que buscaba la forma de agilizar la recuperación de sus hijos. “Al principio, parecía que iban a avanzar con cierta rapidez porque pensaban que los cuerpos eran pocos, pero después fueron descubriendo muchos más.”
María Teresa desapareció el 26 de abril, cuando llevaba un año clandestina. Tenía 29 años, había tenido a su hija María Cecilia y había llegado a Montoneros después de una experiencia católica de vida comunitaria en Italia con el movimiento de los Focolares. Cuando volvió al país en 1973, su hermana María Luisa estaba detenida. Dicen que durante esas visitas a la cárcel de Tucumán ella quedó enamorada de la experiencia de la JP y luego de Montoneros. La hermana dejó la cárcel con la apertura camporista del 25 de mayo de 1973, pero dos años después las dos empezaron a ser perseguidas; fueron a Salta y luego a Buenos Aires, donde terminaron su militancia política.
“María Teresa cada tanto hablaba con mi madre o conmigo”, dice su hermano. “Por teléfono o como eran las comunicaciones en ese momento, con una cita en un lugar que podía ser Rosario, Santa Fe, a cuatro meses de distancia; como un día no apareció la dimos por desaparecida.”
Luego de una presentación ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en 1979 la familia dio con un juzgado de Villa Devoto que, insólitamente, había llevado nota de la muerte en una causa. Según los datos, María Teresa había aparecido colgada de un puente en Lomas de Zamora el 28 de ese mes y como la policía le tomó las huellas dactilares, la habían identificado, había fotos en el expediente y estaban todos sus antecedentes. Allí también se encontraron una partida de defunción que decía que la causa de la muerte era asfixia y ahorcamiento, aunque el EAAF estableció más tarde que tenía tres impactos de bala, dos de ellos en el cráneo. Una declaración señaló además el traslado del cuerpo al cementerio de Avellaneda, dato clave e inédito en otros casos, pero que los Cerviño no pudieron confirmar hasta 1984.
“Mandamos una carta documento, luego de una gestión de Alfonsín mi madre obtuvo los papeles que indicaban el lugar y luego conseguimos la confirmación en el libro de entradas del cementerio”, dice Pedro. “Los antropólogos entendieron que estaba en un sector al que se accedía por una puerta lateral y estaba lleno de yuyos y un paredón abandonado: entonces nadie sabía decirles con claridad cuál era el lugar y por eso al inicio todo fue lento, porque tuvieron que andar con mucho cuidado hasta que hicieron unas cuadrículas, como se hace en la arqueología, para saber por dónde empezar y empezaron a dar con los cadáveres en un desorden absoluto que fue ordenándose en distintas etapas”.
Desde entonces pasaron veinte años. “Pasaron 23”, corrige Pedro. “Y 31 años después de que desapareció; nosotros sabíamos eso y sabíamos también que era una tarea muy difícil porque eran 350 cadáveres, y no todos los familiares están decididos a ver.”
–¿Hay otros de esa misma fecha?
–Según los antropólogos, el lugar pareciera ser bastante atípico, porque los enterramientos no siguen una lógica: hay gente como María Teresa que no estuvo presa en ningún lado, que nadie la vio y en dos días la mataron, con otra que sí estuvo secuestrada, que estuvo en Campo de Mayo, que de pronto aparece ahí.
–¿Qué creen ustedes?
–Creo que fue la conveniencia momentánea, la cercanía con Lomas de Zamora o de alguien que va para allá a tirar algunos cadáveres y que..., qué sé yo, viene otro que le pide que se lleve uno más. Porque ella está en un grupo con otros once cadáveres, pero que no tienen nada que ver.
Pedro militaba en el Peronismo de Base. Lo secuestraron en febrero de 1977 con Ramón, otro de sus hermanos y también focolarino. Los dos estuvieron en un centro clandestino tucumano. Pedro está convencido de que a su hermano lo levantaron por equivocación. Que una llamada del ex cardenal Raúl Primatesta sirvió para sacarlos; que fue de los escasos casos de supervivencia en la provincia y uno de los únicos presos de Antonio Bussi que dejaron el cautiverio y pasaron por un tribunal militar. En el caso de Ramón, esa llamada le permitió salir de la cárcel. En el caso de Pedro, no. Dejó el centro clandestino, pero pasó siete años detenido.
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