Lunes, 19 de noviembre de 2007 | Hoy
Fundada en 1937 por Frondizi, De la Torre y Deodoro Roca, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre es pionera en la defensa de los derechos civiles y políticos. Aquí, un recorrido por su historia.
Por Adriana Meyer
“La Liga ha sido un faro de luz en la historia de nuestro país, en los momentos más oscuros, levantando la esperanza en la elevación de los compañeros, señalando la posibilidad concreta de defender los derechos humanos, las libertades públicas y democráticas.” La frase fue pronunciada por Agustín Tosco, el líder sindical cordobés, en 1973, durante el consejo nacional de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH), organismo que se apresta a cumplir 70 años de existencia. Tras el golpe de Estado del ’30 se había organizado la sección especial de Lucha Contra el Comunismo en la Policía Federal, se había inventado la picana eléctrica y miles de obreros habían sido reprimidos por las policías bravas y el Ejército. Fue entonces que se agruparon los abogados que actuaban en los juicios antiobreros y conformaron la Comisión Pro Amnistía de Presos Políticos y Exiliados de América, antecedente directo de la reunión del 20 de diciembre de 1937 realizada en el salón de actos del diario Crítica en la que nació la LADH. En su declaración fundacional quedaron inscriptos los nombres de Arturo Frondizi, Lisandro de la Torre, Deodoro Roca, Alcira de la Peña, Mario Bravo y Emilio Troise.
Todos se destacarían en la política y la cultura, aunque alguno de ellos borrara con el codo lo que había afirmado en su paso por la Liga, como fue el caso de Frondizi, que terminó cerrando el local de Rodríguez Peña 69. La Liga recogió la tradición de las luchas que se iniciaron en 1902 con la sanción de la nefasta Ley de Residencia, la 4144. En diciembre del ’37, la España republicana estaba librando su batalla contra el falangismo español y el fascismo internacional, y la Liga apenas nacida organizó la solidaridad con la República, con los refugiados y los presos políticos, cuando Madrid cayó y Franco alcanzó el poder. En agosto de 1938 tuvo lugar un congreso contra el racismo y el antisemitismo, punto de partida de la lucha antifascista en Argentina. Por entonces la Liga comenzó a expresar su solidaridad con los presos políticos paraguayos, con los de Puerto Rico, con Vietnam, Uruguay y hasta con la Cuba de los ’40 y los ’50. En los últimos años esa conducta se tradujo en la defensa de los extranjeros amenazados con la extradición por sus ideas políticas: Sergio Apablaza de Chile, Leonardo Bertulazzi de Italia, el vasco Lariz Iriondo o los peruanos Mera Collazos y Silvia Díaz. Durante la dictadura del ’66 al ’73, la Liga impulsó el Tribunal Etico contra el Macartismo, en respuesta a la sanción de la ley 17.411 “de represión al comunismo” que criminalizaba todo pensamiento crítico.
“La Liga ocupó casi en soledad el lugar de la organización que atendió a los presos políticos y los derechos humanos hasta el inicio de los ‘70, y con la aparición de la nueva izquierda surgen otras, propias de cada corriente”, explicó a Página/12 José Schulman, secretario de la LADH, en alusión a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el Movimiento Ecuménico por los Derechos del Hombre, el Centro de Estudios Legales y Sociales, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. “Casi todas ellas contaron con el apoyo de la Liga, que cumplió un papel histórico al preservar esa lucha y un papel inteligente con su equipo jurídico”, completó Schulman. Se refiere a la batalla por el hábeas corpus de Carlos Sánchez Viamonte, y al aporte de Eduardo Barcesat, Julio Viaggio, Alberto Pedroncini, Atilio Librandi, Beinusz Szmukler, David Baigún y Carlos Zamorano para desmontar el aparato jurídico de impunidad creado por la dictadura. La abogada Guadalupe Godoy recogió esa herencia cuando alegó, en el juicio contra el represor Miguel Etchecolatz, que los crímenes de lesa humanidad fueron cometidos en el marco de un genocidio.
A lo largo de sus siete décadas, la Liga sufrió numerosos atentados, allanamientos, secuestros de archivos y perdió a varios de sus miembros: el abogado Guillermo Kehoe fue asesinado en Rosario, al igual que el joven militante Freddy Rojas, muerto en Tucumán. Además, los abogados Néstor Martins, Baldomero Valera y Teresa Israel permanecen desaparecidos.
En un cálculo provisorio, Barcesat estima que durante la dictadura se presentaron unos cinco mil hábeas corpus. Schulman apuntó que “se trataba de romper el cerco de lo permitido, el hábeas corpus no era una figura que se usara, estaba en desuso, y fue una iniciativa muy audaz del equipo de abogados”. Según explicó, otro mérito de este organismo fue llevar el primer caso de una desaparecida a la Organización de Estados Americanos (OEA): fue el de Inés Olleros, la joven secuestrada en 1977 en un colectivo.
Fueron defendidos por la Liga militantes comunistas, peronistas, socialistas, anarquistas, trotskistas e independientes; los detenidos por la Gendarmería en Salta, sobrevivientes del destacamento guerrillero que pretendía organizar Jorge Masetti en Salta en 1964 tanto como los militantes del Movimiento Todos por la Patria, apresados luego del copamiento al cuartel de La Tablada, en enero de 1989. Si bien no pertenece de manera orgánica, la Liga fue impulsada por el Partido Comunista y, aunque mantuvo la amplitud de acoger a miembros de diferentes ideologías, se nutrió con varios de sus cuadros militantes. Sin embargo, hacia el final de la dictadura tomó distancia del alineamiento que había adoptado el PC local. “La relación de la Liga con el PC es de toda la vida, desde su inicio, pero también varios radicales la integraron desde su fundación, al igual que demócratas progresistas, y hasta conservadores apegados a la Constitución”, dijo a Página/12 la presidenta de la LADH, Graciela Rosenblum. “El PC fue la columna vertebral que le permitió sobrevivir en las peores épocas, porque desde el ‘30 en adelante fuimos ilegalizados con cada golpe”, completó.
Con el regreso de la democracia, la LADH fue una de las promotoras del “juicio y castigo a los culpables” y en la actualidad participa del espacio Memoria, Verdad y Justicia. “Es importante que sigamos en la defensa de los derechos civiles y políticos, pero también de los derechos económicos, sociales y culturales. Hoy rige la criminalización de la pobreza, les meten delitos del código penal a los sin techo, por eso hay que estar ahí”, sintetizó la abogada Liliana Mazea, integrante de la Liga. La mirada sobre el presente de la LADH abarca el reclamo por Jorge Julio López, el testigo que sigue desaparecido.
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