EL PAíS › POLEMICA POR LAS DECLARACIONES SOBRE IRAN

El saludo de Maradona

LUIS D’ELIA *.

Carta a la comunidad judía

A mis hermanos de la comunidad judía que aman al Diego igual que yo:

Me sorprenden algunas reacciones desmedidas y con cierto tono autoritario de dirigentes de instituciones de la comunidad judía en la Argentina ante declaraciones de Diego Armando Maradona que se limitó a decir que apoyaba a Irán de todo corazón y porque así lo sentía, y que además deseaba conocer personalmente a Mahmud Ahmadinejad, como así lo había hecho en el pasado inmediato con Fidel y con Chávez (al decir de los amigos, debo aclarar que, apagadas las luces de las cámaras, Diego se lamentó por no haber nombrado a Evo).

Creo que apoyar a Irán, como manifestó Diego, no quiere decir necesariamente estar en contra de Israel. Creo, y ésta es una interpretación personal, que Diego hace esta afirmación a partir de una visión profundamente antiimperialista y que de ninguna manera es la manifestación contra un pueblo como es el pueblo judío, sino contra visiones que anidan en sectores minoritarios y privilegiados de ese pueblo, como en tantos pueblos de la Tierra de carácter antidemocrático, colonialista, expansionista e indefectiblemente proligárquico hacia adentro de sus propias fronteras.

En relación con los repudiables atentados contra la Embajada de Israel y la sede de la AMIA, cabe decir que Interpol excluyó estrictamente de las órdenes rojas a quienes hace trece años ejercían los cargos de presidente, canciller y embajador en la Argentina de la República Islámica de Irán, Rafsanjani, Velayatí y Soleimanpur respectivamente. Lo que hace casi imposible probar jurídicamente que la República Islámica de Irán sea un estado terrorista; pero aun considerando que los otros cinco imputados iraníes (más el ciudadano libanés) fueran culpables, y esto pudiera ser demostrado fehacientemente en un juicio, donde por ejemplo, no tuviéramos un fiscal que viaja a Tel Aviv y hace declaraciones que lo alejan de la imprescindible imparcialidad y objetividad y un juez “de la servilleta” de Carlos Corach, concluiríamos que no se puede condenar a la demonización, la guerra y el saqueo a un país lejano pero con destinos comunes, de setenta y tres millones de habitantes. Hace casi una década y media, los actuales gobernantes de Irán ni siquiera existían en el escenario político de ese país.

Argentina tiene conflictos con varios países del mundo, con Uruguay por las pasteras, con Chile por cuestiones limítrofes, con Inglaterra por las islas Malvinas, con EE.UU. por el operativo reciente de la CIA, con Francia por la empresa ex operadora del agua y las ondas electromagnéticas, con Italia por los ahorristas, con España por las empresas privatizadas, pero en ninguno de esos casos nuestro país rompió relaciones diplomáticas, y ni siquiera comerciales, empujadas por un pequeñísimo sector de la población afectado.

Por eso no nos parece sensato que un sector estrechamente ligado a lo peor de la derecha reaccionaria de Israel y EE.UU. pretenda determinar, montado en consideraciones aún no probadas en la Justicia, quiénes deben ser nuestros amigos o enemigos en materia de política internacional.

“Personaje execrable”, “miserable”, “negro de mierda”, “drogadicto”, “inculto”, “rey de la nada” son algunas de las calificaciones que desde el cobarde anonimato se destilaron en contra de Diego Maradona (nuestro único mito vivo y máximo referente argentino en el mundo).

Es paradójico que quienes utilizan permanentemente la propaganda en contra de la discriminación, la xenofobia y el autoritarismo manifiesten de manera tan bestial adjetivaciones de carácter discriminatorio y profundamente fascista.

Aunque no lo crean Sergio Burstein y el señor Luis Grynwald, jamás desde la Contra Cumbre de las Américas contra Bush en Mar del Plata, he podido cruzar una sola palabra con Diego Armando Maradona. Vuestra subestimación del Diez les revista a sus declaraciones un carácter gorila, peyorativo, malintencionado y profundamente ofensivo para la mayoría de los habitantes de nuestro país que ama a Diego Maradona y siente orgullo de los triunfos deportivos y de las inconmensurables alegrías que le reportó a nuestro castigado pueblo.

Diego es un hombre inteligente que recorrió todo el planeta, que conoció a reyes, príncipes y presidentes de todas las latitudes, que ganó la peor de todas las batallas, que es la batalla contra sí mismo y que, como diría el querido Negro Dolina, pudiendo haber “disfrutado de la comodidad del poder siempre se ubicó a favor de los pobres de la Tierra”.

Reflexionen y trabajemos para una Argentina unida y en paz.

* Presidente de la Federación de Tierra y Vivienda, FTV.



SERGIO WIDDER *.

Un pedido para Maradona

Una vez más, Maradona escandaliza. Esta vez, quizás, sin proponérselo. Cuando me enteré de sus manifestaciones de apoyo a Irán, y de su explícito anhelo de conocer al presidente de ese país, Mahmud Ahmadinejad, y tuve ocasión de ver en un sitio web sus declaraciones y su sonrisa al pronunciar esa declaración de afecto, me pareció que Maradona estaba actuando de manera casi inocente, sin medir las consecuencias de sus palabras.

Genuinamente, creo que ése fue el sentido de su accionar. Sin embargo, no puedo quedarme sólo con lo que fue mi percepción subjetiva acerca de la forma en que se expresó.

Del mismo modo, creo, personalmente, que cuando compartió con el público su deseo de viajar a Teherán para conocer a uno de los líderes políticos más reaccionarios que existen en el mundo tampoco estaba suscribiendo el discurso de negación del Holocausto que Ahmadinejad enarbola ante cualquier micrófono que tenga delante, ni sus deseos de borrar del mapa al Estado de Israel. Pero, dije antes, no puedo quedarme sujeto a lo que yo interpreto, o desearía que fuese la realidad.

Lo concreto es que Maradona dijo lo que ya todos sabemos, y con el pretexto de un antiimperialismo adolescente formuló su declaración de amor.

En los días posteriores a estas declaraciones, escuché comentarios muy diversos, muchos de ellos lapidarios contra Maradona. Dos en particular me resultaron inaceptables.

Hubo quienes dijeron que, en definitiva, Maradona es un inimputable, que es un drogadicto que no sabe lo que dice, que no hay que darle entidad. Sobre esto, diría que Maradona tiene derecho a decir lo que le venga en gana y que su apego (pasado, presente o futuro) a las drogas es un problema personal de él (o a lo sumo de su familia). Pero no es un inimputable. Es un adulto de cuarenta y tantos años que tiene que asumir la responsabilidad acerca de lo que hace y de lo que dice. Creo que parte del problema es que él no marca límites ni está dispuesto a asumir las repercusiones de sus palabras.

El segundo argumento, especialmente repudiable, hace mención al origen humilde de Maradona (en las palabras crudas de los defensores de esta argumentación, “qué pretendés de un villero”). Como todos imaginan (bien), los mismos que ahora dicen eso hace pocos años lo endiosaban cuando vestía la camiseta de la Selección Argentina. En ese momento, no importaba dónde había nacido.

Flaco favor se les hace a las causas pacifistas o antiimperialistas o libertarias asociándolas con Ahmadinejad.

Creo que gran parte del problema no pasa por Maradona, sino porque hay una enorme cantidad de dirigentes políticos que, teniendo legítimamente una postura de oposición a las visiones políticas que puede promover una potencia mundial como Estados Unidos, entendida como paradigma del imperialismo, transforman esa posición en un boleto para cualquier tren conducido por un maquinista que vocifere su retórica pretendidamente antihegemónica. Ahmadinejad es un enemigo de los derechos humanos, de la memoria histórica, de la dignidad humana y de la paz.

Un último párrafo con un pedido especial. Deseo que si alguna vez Maradona, el mismo que se sintió agraviado y herido en su orgullo nacional y puteó con rabia ante las cámaras del mundo cuando los hinchas de otros equipos silbaban el himno argentino, se reúne con Ahmadinejad, le haga saber que espera que Irán coopere para que se sepa quiénes fueron los responsables del asesinato de 85 personas, la mayoría de ellos argentinos, en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, el 18 de julio de 1994. No le pido otra cosa que acompañar el reclamo que hace poco más de dos meses formuló el entonces presidente Néstor Kirchner ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Si Maradona hace eso, entonces, creo yo, su visita a Ahmadinejad tendría un sentido noble. De lo contrario, se convertirá en un agente de relaciones públicas de un aspirante a genocida.

* Representante para América latina del Centro Simón Wiesenthal.

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