EL PAíS › UNA RECORRIDA POR LA POLEMICA PLANTA Y LOS ARGUMENTOS DE SUS EMPLEADOS

Entre las fauces del gigante Botnia

Por primera vez desde que comenzó a operar, la pastera permitió el ingreso de la prensa argentina. Sus gerentes afirman que no afecta al medio ambiente, pero el INTI cuestionó los estudios que avalan esos datos. Los asambleístas quemaron una bandera de Finlandia.

 Por Alejandra Dandan
desde Fray Bentos

El gran monstruo se abrió por dentro. Detrás del Puente Internacional a Fray Bentos, la gran chimenea de Botnia recibió la primera visita de una treintena de periodistas argentinos. Esa mole gigante, que para los entrerrianos es más parecida a las entrañas de una central atómica en Chernobyl, son esqueletos de piezas mecánicas que van sacando de sus tripas más de 2500 toneladas de celulosa a diario. La planta está funcionando hoy a más del 80 por ciento de sus niveles máximos de producción, con descargas de 6 a 10 camiones de troncos de eucaliptos por hora, sólo 85 empleados directamente en la producción y una proyección de trabajo para 45 años. Los efectos –según sus datos– son invisibles: “Este no es un problema de medio ambiente”, dijo una y otra vez Eugenio García, uno de los anfitriones y gerente de producción del gigante mientras empieza la recorrida.

Hace menos de 30 días la pastera de la finlandesa Botnia recibió en Fray Bentos a los periodistas uruguayos convencidos de que allí existe una inmensa mina de oro para la producción uruguaya. La empresa ahora pensó en invitar a los argentinos, en esa dura tarea de conquista de almas que busca saldar.

Sami Saarela es el gerente de la planta, el único finlandés de un equipo de cinco gerentes a cargo de la recorrida de la fábrica. Rubio de cuerpo fornido, se parece a los rubios y más rubios que aparecen en el bar, la sala de computadoras y en distintos lugares de la fábrica. Según los rumores, todos ellos llegaron a la Argentina para irse: son parte del equipo de “botnios” especializados en la fabricación de la celulosa y en el tratamiento de la planta que lleva dos años de construcción. Una vez concluida la tarea, como ya sucedió con buena parte de los más de 5 mil obreros que pasaron por aquí, ellos terminarán por irse, excepto Saarela. “Nunca vi un arranque tan perfecto como el que pude ver acá”, dice ante el grupo de prensa al comienzo de la conferencia previa al recorrido. Los cinco hombres más importantes de la empresa estuvieron a disposición de los medios en un “tú a tú” que los obligó a confrontar con muchos de los datos y argumentos de los asambleístas de Gualeguaychú, impulsores de la protesta del otro lado del puente y fervientes recolectores de informaciones para echar por tierra el planteo de la empresa sobre su “producción libre de contaminantes”.

Durante la conferencia se oyeron datos de los controles de la fábrica, de la forma de domar los poderosos olores con un tratamiento de captura de gases, defendieron el tratamiento con ECF libre de cloro elemental, rechazaron las propuestas de Greenpeace por anacrónicas. También explicaron los orígenes de sus monitoreos basados en dos fuentes: una propia, contratada en el Laboratorio LATU uruguayo, y la de Dinama, el órgano de control del Uruguay. Según esos parámetros, el desempeño ambiental de la compañía fue óptimo, con niveles que estuvieron muy por debajo de las recomendaciones de la Unión Europea o de las uruguayas.

De lo que no hablaron “los botnios” fue de las tensas relaciones de los gobiernos de Argentina y Uruguay. “Esto es parte de un conflicto entre dos gobiernos y no podemos opinar”, dijo la gerenta de comunicaciones Florencia Herrera. “Nosotros respondemos al gobierno de Uruguay.” Fue el momento más tenso, cuando las preguntas la obligaron a responder si aceptarían o no la visita de una comisión de científicos argentinos para inspeccionar la planta.

Divididos de a seis, los periodistas salieron guiados por uno de los gerentes. La planta está construida sobre 550 hectáreas, a unos 4 kilómetros de Fray Bentos sobre una zona cedida por el Estado. Botnia es una empresa especializada en la fabricación de pasta de celulosa, con seis plantas en Finlandia: la de Fray Bentos es la única fuera de su país, donde hoy sus dueños controlan el total de la cadena productiva.

En la entrada, tres combis esperaron a la prensa. El combo del visitante incluyó un kit de casco blanco, inmensos anteojos de protección, orejeras tapa ruidos y credenciales. Mientras las combis avanzan en su recorrido se van cruzando camiones cargados con dos o tres containers de troncos de madera. Los troncos son la marca de este podio transformado ya en un yacimiento a cielo abierto donde las montañas son inmensos bastiones de troncos pelados, talados y arrumbados. Detrás, asoma la gran chimenea.

Los “botnios” llegaron a Uruguay en los ’90, como parte de la Forestal Oriental, asociados a Shell para hacer combustible. Compraron las primeras tierras de lo que hoy es un emporio de eucaliptos que se renuevan cada diez años. El dato importa, fue una de las razones que los trajo al sur: en Finlandia hacen la pasta con pinos cuyos períodos de renovación son de 70 y 80 años.

El proceso sigue en dos inmensos galpones. Eugenio García explica durante la marcha que los tambores sirven para separar la fibra de la madera con licor blanco, y luego la pasta húmeda llega a las poderosas secadoras que van extendiéndola en planchas. De allí al troquelado, armado, empaquetado, embalado en unas barcazas que salen cada día cargadas con 3500 toneladas de papel para recorrer los cien kilómetros que separan Fray Bentos de Puerto Palmira, donde hacen el embarque al resto del mundo. Afuera están las dos piletas redondas donde limpian los efluentes del proceso con materiales orgánicos. Tras más de cuatro horas, la comitiva llega al final del camino. Por un momento, se habla de los filtros de acero redondos que van dejando pasar el agua limpia que vuelve al río y deja en el fondo el barro orgánico que volverá a usarse. Allí se queda parado el anfitrión como dueño de casa: “Un periodista uruguayo –asegura– tomó agua de acá.”

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La planta funciona al 80 por ciento de su capacidad. Descarga de 6 a 10 camiones de troncos por hora.
Imagen: EFE
 
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