EL PAíS

Manantiales de consuelo

 Por Horacio Verbitsky

Desde Madrid

Con palabras de Cervantes, Gelman dijo que la poesía era “una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa”. Luego de mencionar la pregunta de Hölderlin, “¿Para qué poetas?”, Gelman inquirió qué hubiera dicho hoy el poeta romántico alemán “en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza?”. Relató luego su encuentro con Santa Teresa y San Juan de la Cruz durante “el exilio al que me condenó la dictadura militar argentina. Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo mismo sentía, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui expulsado para mí”. Como Teresa de Avila “yo moría muchas veces y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado. La dictadura militar argentina desapareció a 30.000 personas y cabe señalar que la palabra desaparecido es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanas y ciudadanos inermes, su tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en suelo ignoto. El Quijote me abría entonces manantiales de consuelo”. En un autorretrato Cervantes mencionó “sus alegres ojos”. A Gelman esto le hizo oír “sus carcajadas cuando acostaba al Caballero de la Triste Figura en el papel. Sólo quien, desde el dolor, ha escrito con verdadero goce puede dar a sus lectores un gozo semejante. Cómico es el rostro de la tragedia cuando se mira a sí misma”.

Cuando Cervantes critica las injusticias de su época, Gelman acota que “son las mismas de hoy: la pobreza, la opresión arriba y la impotencia abajo, la imposibilidad de mejorar los tiempos de penurias que Hölderlin nombró”. En una observación luminosa sobre la modernidad de Cervantes, Gelman citó el espanto de Don Quijote por los “endemoniados instrumentos de la artillería”, con la cual es posible que “un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero y que sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala (disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar la maldita máquina) y corta y acaba en un instante los pensamientos y la vida de quien la merecía gozar luengos siglos”. Gelman apuntó que con esa queja del presunto caballero andante por la sustitución de las espadas por las armas de fuego, que tornan inútil el valor personal que exige el combate cuerpo a cuerpo, Cervantes destacó “un hecho que ha modificado por completo la concepción de la muerte en Occidente: es la aparición de la muerte a distancia, cada vez más segura para el que mata, cada vez más terrible para el que muere”. El poeta asoció esta observación quijotesca con la aniquilación de 200.000 personas en Hiroshima y con los centenares de miles de seres humanos privados hoy en Irak “de la propia muerte”.

Gelman cervanteó también su propia militancia, cuando “quisimos hacer quijotadas en alguna ocasión, ayudar a flacos y menesterosos” y luchar “contra molinos de aspas de acero, que ya no de madera”. Ni siquiera omitió la coyuntura política local, celebrando su “llegada a una España que no acepta las aventuras bélicas y que rompe clausuras sociales que hieren la intimidad de las personas”, una alusión al retiro de las tropas de Irak y al matrimonio sin restricciones de género. Además encomió el empeño de España por “rescatar su memoria histórica, único camino para construir una conciencia cívica sólida que abra las puertas al futuro”. Los seres amados desaparecidos por las dictaduras “siempre están ahí y muestran su rostro sin descanso”. Ellos alimentan preguntas incesantes en cada familia, cada compañero, cada amigo: “¿cómo murieron?, ¿quiénes los mataron?, ¿por qué?, ¿dónde están sus restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su verdad? La nuestra es la verdad del sufrimiento. La de los asesinos, la cobardía del silencio. Así prolongan la impunidad de sus crímenes y la convierten en impunidad dos veces. Ante un silencio absoluto en el paraninfo, Gelman desdeñó a quienes “vilipendian este esfuerzo de memoria” y les respondió que el único tratamiento para las heridas, que aun no están cerradas, es la verdad. “Y luego, la justicia,. Sólo así es posible el olvido verdadero.” Así como Don Quijote limpiaba sus armas “hay que limpiar el pasado para que entre en su pasado. Y sospecho que no pocos de quienes preconizan la destitución del pasado en general, en realidad procuran la destitución de su pasado en particular”. Esta frase tuvo especial resonancia, porque se refiere a la Argentina, pero también a España.

En su respuesta al poeta, el monarca Juan Carlos encomió su obra poética y agradeció a todos los escritores que en España y América hacen del castellano (en realidad dijo del español) “este hermoso, rico,sonoro y claro idioma de cultura, de creación y de creciente peso internacional”. El rey repasó también las dramáticas marcas personales y familiares que la dictadura le dejó a Gelman, para quien “la palabra ha representado el reencuentro, en el exilio, con su patria y con sus raíces más profundas. No en vano ha definido la poesía como el territorio más libre del mundo”. Atravesó “el dolor por los amigos desaparecidos, por su alejamiento de la tierra que le vio nacer, sin que se haya visto mermado su compromiso a favor de la dignidad humana, así como en defensa de los derechos humanos, de la verdad y de la justicia”.

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