EL PAíS • SUBNOTA › LA CONFERENCIA DE LA FAO EN ROMA
La cumbre en Roma por la crisis alimentaria arrancó con un llamado a combatir el hambre en el mundo, pero también con fuertes críticas a las potencias. En un mensaje enviado por el Vaticano, hasta el Papa insinuó que el problema es la desigual distribución. Sin embargo, Irán y Brasil fueron los países que señalaron a los responsables de la crisis en un encuentro con más promesas que propuestas. “Está claro que hay manos visibles e invisibles que controlan de forma fradulenta los precios para lograr sus objetivos políticos y económicos”, dijo el líder iraní Mahmud Ahmadinejad.
Más de cuarenta jefes de Estado acudieron ayer a la reunión organizada por la agencia de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) para encontrar soluciones coordinadas a la escalada de precios de los alimentos, las crecientes protestas sociales en los países afectados por la crisis y los casi 850 millones de hambrientos en el planeta.
La sesión comenzó entre caras de preocupación. El presidente italiano, Giorgio Napolitano, rompió el hielo destacando la importancia de que la ONU tome cartas en el asunto y de que la respuesta a la “dramática crisis” sea colectiva. Sin embargo, llamó a reflexionar a los países desarrollados e instituciones financieras por posibles errores y falta de previsión.
Cuando le tocó su turno, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, describió las consecuencias del hambre –ira, fragmentación social, las enfermedades y declive económico– y exigió medidas valientes, decididas y sobre todo vinculantes para evitar un escenario que en muchos países ya es moneda habitual. “Sólo si actuamos juntos y como socios podremos superar esta crisis hoy y para el futuro”, señaló.
La voz del papa Benedicto XVI también se hizo oír mediante un comunicado leído por el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone. “El hambre y la malnutrición son inaceptables en un mundo donde los niveles de producción, recursos y conocimiento son suficientes como para terminar con este tipo de problemas y sus consecuencias”, sostuvo.
Luego de las exhortaciones, el presidente Rodríguez Zapatero fue uno de los pocos que anunciaron un compromiso concreto al anticipar que destinará 500 millones de euros hasta 2012 a programas de seguridad alimentaria. “No se puede asumir con esta crisis del hambre que haya países de la OCDE, países desarrollados, que reduzcan el dinero a los países más necesitados”, dijo Zapatero.
Pero la oferta de España no fue suficiente para convencer a algunos de los asistentes. Ese fue el caso del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que rechazó los subsidios agrícolas de los países ricos, al tiempo que aseguró que son “dedos sucios de petróleo y de carbón” los que apuntan a los biocombustibles como causa de la crisis.
Más afilado, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, responsabilizó, en su primera visita a un país europeo desde su elección en 2005, a las naciones ricas y de Occidente debido a políticas “por momentos satánicas”. Sin tapujos, el mandatario, indeseado por muchos países occidentales, propuso tratar la crisis actual en un nuevo “gremio independiente y poderoso” por fuera de la ONU. En una conferencia de prensa, también criticó la ocupación de Estados Unidos en Irak y al Estado de Israel.
La frutilla del postre fue el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe. El mandatario, acusado de matar a sus opositores, denunció a Occidente por ansiar un “cambio de régimen ilegal” en su país.
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