EL PAíS • SUBNOTA › LA PRESIDENTA SE REUNIó CON EL CARDENAL BERTONE, DOS DEL VATICANO
Luego del encuentro hubo silencio del lado argentino. De parte del Vaticano, apenas un escueto comunicado en el que indicaba que “no ha faltado un cambio de opinión en cuestiones de actualidad”. Hubo señales de distensión.
› Por Daniel Miguez
Desde Roma
La difusión del resultado del encuentro entre la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el cardenal Tarcisio Bertone, el virtual número dos del Papa, estuvo a tono con la diplomacia vaticana. Silenzio stampa, sería una definición apropiada en Italia. De todas maneras, ambas partes la calificaron positivamente. “Fue muy buena”, dijo la Presidenta al salir de la reunión.
El encuentro con Bertone anunciaba una agenda con varios puntos de contraste entre el Gobierno y el Vaticano, pero la decisión del Episcopado argentino de opinar justo un día antes que en el país la paz social está en riesgo y convocar para mañana a su cúpula a analizar la situación fue otro claro gesto de distanciamiento que en nada ayudaba a la Presidenta de cara a su reunión con Bertone.
En el medio había viejas cuestiones irresueltas, como la vacante en el obispado castrense desde que fue separado de ese cargo el obispo Antonio Baseotto y el rechazo del Vaticano a que el ex ministro de Justicia Alberto Iribarne se hiciera cargo de la embajada argentina, porque su estado civil es el de divorciado. La semana pasada, el arzobispo Jorge Bergoglio, acompañado por las principales autoridades del Episcopado, viajó a Roma para repasar con Bertone estas cuestiones antes del encuentro con la Presidenta. Por eso se supone que la dura declaración del lunes de los obispos argentinos habrá caído muy mal en el Gobierno, aunque nadie de la comitiva oficial en Roma abrió la boca sobre el tema. Y tampoco sobre el propio contenido del encuentro con Bertone.
La reunión se realizó en un inexpugnable cuarto piso de la sede de la FAO y se adelantó casi tres horas respecto de lo previsto. Estaba agendada para las 13, hora de Italia, pero como CFK había llegado a las 9 y faltaba mucho para que le toque el turno de hablar en la conferencia de la FAO, a ambos les convino adelantarla. Se sabe que duró casi media hora, que fue a solas (a excepción de los traductores) y que la Presidenta, al salir, contestó como “muy buena”, cuando los periodistas le preguntaron cómo había resultado el encuentro.
El resto de la comitiva argentina no se apartó de repetir el libreto que la Presidenta les había asegurado: que el diálogo con Bertone fue bueno. Algunos aceptaban que podía considerarse como un acercamiento entre el Gobierno y la Iglesia.
Sin decir mucho más pero emitiendo un comunicado de prensa, que llamó la atención por la velocidad en que fue difundido, el Vaticano dijo que en el encuentro abordaron “varios temas bilaterales de intereses comunes”, afirmando “la recíproca disponibilidad a través de un sincero diálogo en un clima de colaboración”. “No ha faltado un cambio de opinión en cuestiones de actualidad regionales e internacionales, con particular atención del encuentro promovido por la FAO”, dijo el Vaticano en el segundo y último párrafo de su comunicado.
Entre tanto prudente silencio y tantos recovecos clásicos del lenguaje diplomático, quizás haya que esperar hasta mañana, cuando se pronuncie el Episcopado argentino, para poder interpretar acabadamente de qué se habló y si ayer hubo un efectivo acercamiento entre el Gobierno y las autoridades eclesiásticas.
El silencio del grupo argentino respecto del tema fue tal que hasta el canciller Jorge Taiana, cuando los periodistas lo consultaron por ese encuentro, respondió: “Remítanse al comunicado del Vaticano”.
Los periodistas italianos especializados en las cuestiones vaticanas coinciden en describir a Bertone como alguien muy frontal, que va directo al punto, sin rodeos. En ese marco, cuando el comunicado menciona que fue “un sincero diálogo” remite a esa característica de Bertone. Pero también suena a que dos que tenían asuntos pendientes que resolver pudieron decirse todo lo que pensaban.
Aunque no siempre las relaciones de un gobierno con el Vaticano y la Iglesia local van necesariamente en línea –y el caso bien puede asimilarse a la Argentina donde ejemplos sobran–, durante la gestión de Néstor Kirchner comenzó a haber fricciones con ambos estamentos que persisten bajo el mandato de Cristina.
Quizá la Presidenta esté pensando que llegó la hora de comenzar a normalizar ese vínculo. O, dicho en jerga política, cerrar uno de los frentes de tormenta abiertos.
Por eso, funcionarios que integraron la comitiva oficial en Roma, aún sin tener detalles del encuentro de la Presidenta y Bertone, pero también sin que les pase desapercibido el buen ánimo con que ella salió de esa reunión, se permitían conjeturar que el documento del Episcopado de mañana quizá tenga la suficiente moderación que, en vez de ponerle una piedra en el camino al Gobierno, ayude a enderezar el conflicto con los productores agropecuarios. Tratar de que apenas guiados por el semblante de la Presidenta también se animaran a conjeturar qué ocurriría con el obispado castrense y con la embajada vacante en el Vaticano ya era pedirles demasiado.
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