EL PAíS
“Usted no me cree, ¿no?”
Qué hay detrás del escándalo con el Senado, según un banquero que jura que, esta vez, son inocentes.
Por Claudio Zlotnik
“Dígame la verdad: usted no me cree a mí, ¿no? Estoy seguro que no. ¿Sabe por qué? Porque una historia de corrupción donde los protagonistas son banqueros y senadores suena muy creíble. No hay peor combinación que senadores y banqueros. Somos considerados lo peor de esta Argentina en crisis.” El hombre que pronunció esta frase frente a Página/12 es uno de los protagonistas del escándalo por el presunto intento de pago de coimas. Aceptó hablar y dar su versión de los hechos pero pidió reserva de su identidad. Sólo puede revelarse que pertenece al sistema financiero. “No es cierto que hubo pedido de coimas. Créamelo”, aseguró la fuente. Luego agregó: “El caso va a quedar en la nada. No llegará a ningún lado, lo mismo que la denuncia de la Banelco. Además, un intento de soborno sería imposible de probar”, dijo no bien empezó a dar su versión de los hechos.
En un sentido, los banqueros aparecen como lo opuesto de los senadores: aborrecen el perfil alto. Pero el impacto de los hechos y la acusación de los legisladores, tildando a banqueros de “cipayos traidores de la Patria”, hizo pensar a los financistas si no era conveniente publicar una solicitada dando su propia versión. Por lo pronto, Emilio Cárdenas, del HSBC, presentó una querella en contra del senador peronista José Luis Gioja por sus dichos a este diario.
En su despacho, la fuente que dialogó con Página/12 aceptó que durante agosto pasado se produjeron varios contactos de distintos banqueros con el jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof. La preocupación de los financistas se centraba en proyectos de ley que debía tratar la Cámara alta. En la nómina figuraban la postergación de la aplicación del CER, la prórroga en la posibilidad de implementar las ejecuciones judiciales por deudas bancarias y la que da cuenta de que las casas matrices de los bancos extranjeros son responsables de sus filiales en la Argentina. Finalmente, esas iniciativas se convirtieron en ley. Pero también se dio media sanción al denominado “Proyecto Barrionuevo”, por el cual se establece que los bancos deben aportar un 2 por ciento de los intereses cobrados, para ser derivados a un fondo de desempleo bancario y a ayuda social para trabajadores del sector. La aprobación fue por unanimidad. “Este proyecto ni siquiera figuraba en el orden del día. No nos preocupaba”, manifestó la fuente, intentando despejar la sospecha de un intento de soborno sobre una iniciativa que tenía chances nulas de ser abordada en el recinto.
Acto seguido, el financista contó que la seguidilla de leyes aprobadas en contra de los intereses de los banqueros tuvo una sola lectura entre los hombres de la city: “Pensamos que se nos venía otra ofensiva como la de principios de año”, señaló, en referencia a los sucesivas convocatorias judiciales que tuvieron los banqueros para dar explicaciones por la incautación de los depósitos.
A partir de esta interpretación de los hechos, el protagonista de la historia relató la siguiente secuencia:
- Los banqueros Michael Smith y Emilio Cárdenas, ambos del HSBC; Carlos Giovanelli (Citibank) y Manuel Sacerdote (BankBoston) mantuvieron una reunión con dos embajadores extranjeros: James Walsh, de los Estados Unidos, y Robin Christopher, del Reino Unido.
- En ese encuentro, según relató la fuente a Página/12, los banqueros plantearon su “preocupación” por la ofensiva del Congreso contra sus intereses: “Se mencionó la posibilidad de que ese ataque formara parte de futuras extorsiones de legisladores a banqueros. No se mencionó la palabra coima. Sí se habló de posibles extorsiones, pero siempre a futuro”.
- Según la fuente, el periodista del Financial Times, Thomas Catán, no reprodujo con exactitud en su artículo del 20 de agosto lo conversado en aquel encuentro. “No existió ningún pedido de coimas”, recalcó.
–Si fuera así, ¿cómo se explica que el titular del Senado, Juan Carlos Maqueda, dijera que “algo hubo”? –preguntó este diario.
–Maqueda pretende desvincularse del tema, pero para hacerlo embarra a los demás. Está muy ligado políticamente a José Manuel de la Sota y quiere dejar limpia su figura y la del candidato. Pero no entiendo su estrategia.
El financista tiene a mano variadas interpretaciones sobre por qué la historia gana volumen, si el pedido de coimas nunca existió. Respecto de la actitud de sus colegas, no hay ninguna autocrítica para formular, al menos públicamente. Resulta interesante atender su visión respecto de los demás protagonistas del escándalo. De su análisis surgen varias hipótesis:
- La culpa la tienen los senadores. “En los días posteriores a la publicación de la nota de Thomas Catán no existieron reacciones. Recién las hubo días más tarde. La espiralización del tema se debe a la existencia de operaciones cruzadas entre los propios senadores. Les da espacio para pasarse facturas políticas.” Y añadió: “La senadora Malvina Seguí quiere desplazar a Cristina Fernández de Kirchner de la presidencia de la Comisión de Asuntos Constitucionales”.
- La culpa la tiene el juez. “Claudio Bonadío está muy cuestionado y busca esclarecer una causa de supuestas coimas para limpiar su imagen.” La Cámara Federal porteña abrió un sumario administrativo en contra del magistrado por haber justificado, en declaraciones a un matutino, su intento por vulnerar el secreto de las fuentes periodísticas.
- La culpa la tiene el fiscal Marijuán. “A él también le interesa dar aire al expediente. Tiene una enorme sed de protagonismo. Desde la Fiscalía se filtran declaraciones judiciales a los medios, con tergiversaciones.”
- ¿La culpa la tiene Bercún? Banqueros consultados por este diario elogiaron los informes legislativos realizados por el consultor. Pero niegan que Bercún fuera lobbysta del sector. También se desentienden cuando se les pregunta si el consultor pudo haberse extralimitado en sus funciones y haberse involucrado, motu proprio, en el pedido de coimas.
Acodado sobre su escritorio, el financista intenta convencer de que, esta vez, los banqueros son víctimas del juego del poder ajeno. “No me cree, ¿no?”, insiste por última vez antes de finalizar la entrevista, y sin esperar la respuesta atiende una comunicación telefónica.