Lunes, 29 de junio de 2009 | Hoy
EL PAíS › EL ATENTADO LO VOLCó DE LLENO A LA POLíTICA
Cineasta desde la cuna, militante peronista desde los ’60, Fernando Solanas se volcó de lleno a la política partidaria gracias a la traición del menemismo. La invitación que se negó a rechazar se la formularon dos desconocidos con nariz de payaso que una noche de mayo de 1991, en un estacionamiento de Vicente López, a dos metros de distancia, le dispararon seis balazos en las piernas y le advirtieron: “No jodas más. Callate la boca o la próxima es en la cabeza”.
En 1993, con los colores del Frente Grande, se convirtió en diputado nacional para intentar resistir desde las instituciones al proceso privatizador del menemato. Comenzaba entonces una carrera centrada en la nacionalización de la energía y la defensa de los recursos naturales que ayer alcanzó un pico histórico y que, si cumple con su anuncio de 2007, cuando relanzó Proyecto Sur y denunció “la segunda reprivatización del petróleo y del gas”, lo llevará en 2011 a competir por la presidencia.
Solanas cumplió en febrero 73 años. Con poco más de veinte, en el gobierno de Arturo Frondizi, fue secretario del director de Gas del Estado. A los 32 filmó en la clandestinidad La Hora de los Hornos, donde desmenuzó la violencia en América Latina. En 1969 fundó junto con Octavio Getino el grupo Cine Liberación e impulsó circuitos alternativos de difusión para esquivar los bastonazos de Juan Carlos Onganía. Dos años después, el grupo fue convocado por Perón para filmar en Madrid dos testimonios que miles de pibes vieron a escondidas y hoy inspiran a Capussoto: La Revolución Justicialista y Actualización Doctrinaria para la toma del poder.
En 1975, amenazado por la Triple A, terminó su primer largometraje, Los Hijos de Fierro. El año del golpe partió al exilio. Primero desde España, luego desde Francia, donde filmó La mirada de los otros, participó de campañas de denuncia de las violaciones a los derechos humanos de Videla, Massera & Cía. Volvió con la democracia e intentó resumir los años parisinos en formato de musical con El exilio de Gardel.
En 1989, mientras impulsaba una nueva ley de radiodifusión, votó a Carlos Menem. A la semana, tras el desembarco de Bunge y Born, comenzó a denunciarlo. En 1991 lo acusó de comandar “una banda de delincuentes que está saqueando el país”. Lo ratificó ante la Justicia. Al día siguiente sufrió el atentado. “Una advertencia mafiosa: no querían matarme sino intimidarme para que me fuera del país”, explicó. Mandó a construir una bandera argentina de 400 metros y el Día de la Soberanía rodeó el Congreso. La movilización fue su debut político.
Fundó el Frente del Sur, en 1993 se sumó al flamante Frente Grande y se convirtió en diputado nacional. Pronto confrontó con Chacho Alvarez y Fernández Meijide por no enfrentar “el modelo de rapiña”. Sacó un millón de votos en la elección de convencionales constituyentes, pero tras una pelea con Alvarez terminó el mandato en soledad. Su mayor orgullo como diputado fue haber frenado las privatizaciones de Yacyretá y Salto Grande.
En 2002 fundó el grupo Moreno, para instalar la necesidad de recuperar los recursos naturales y el patrimonio energético. 2007 marcó el debut electoral de Proyecto Sur en alianza con el PSA: 1,7 por ciento de votos. Su mejor publicidad del último lustro fueron tal vez sus películas: Memoria del saqueo, La dignidad de los nadies, Argentina latente y La próxima estación. El lunes pasado, entrevistado por Página/12, calificó al gobierno nacional como “una calamidad”, “entregador y neocolonial en su matriz económica”, pero también dijo que apoyaría los proyectos oficialistas con los que acordara. Ayer obtuvo una recompensa.
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