Miércoles, 8 de julio de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Raúl Dellatorre
Ni “el mensaje de las urnas”, según la traducción libre de los popes de la “nueva oposición”, ni una resignación de las políticas más cuestionadas por la “vieja derecha”. Los cambios introducidos por el Ejecutivo en el elenco económico no responden a ningún reclamo de los triunfantes del 28 de junio. Al contrario, marcan una profundización de políticas, ratificadas con gestos fuertes y desafiantes. No se va Julio De Vido, tampoco Guillermo Moreno. Por si fuera poco, el autor material de la eliminación del sistema de capitalización privada, Amado Boudou, es consagrado como ministro de Economía. La única cabeza que rodó fue la de Carlos Fernández, el integrante del gabinete nacional menos notorio y el que menor atención mereció de parte de la oposición, salvo por un aislado pedido de interpelación presentado por la Coalición Cívica por ventajas impositivas otorgadas a una firma minera.
Los pronósticos acerca de un eventual abroquelamiento sobre sí mismos de “la pingüinera”, como despectivamente se suele llamar al circuito íntimo de la sociedad política Cristina F.-Néstor K., también quedaron desairados. No fue Ricardo Echegaray, un santacruceño puro, quien resultó designado para conducir el Palacio de Hacienda. Su designación habría sido interpretada como un repliegue sobre los más allegados, algo que los memoriosos, con razón, hubieran comparado con los últimos meses del gobierno de Alfonsín y la llegada de Juan Carlos Pugliese (luego y finalmente, Jesús Rodríguez) a Economía.
Otro candidato al que los apostadores jugaron varios boletos era Martín Redrado, el presidente del Banco Central que, con un trabajo técnico prolijo, logró mantener las variables monetarias bajo control, lo cual no es poco ante tanto embate malintencionado de los dueños del dinero. Quizá por excesivo afán de pulcritud y escasa convicción y formación en políticas de desarrollo, nunca desafió las estructuras creadas de 1976 en adelante. Por eso era un candidato bien visto por el establishment: el “menos malo” para ellos, el que hubiera representado “ceder” a las presiones, sobre todo si su llegada iba acompañada de la salida de Guillermo Moreno.
Hubo otra alternativa, al menos desde la especulación. Era la carta que deseaba ver sobre la mesa un kirchnerismo que espera del Gobierno una profundización de las políticas de cambio de estructuras, que aspiran a un modelo de desarrollo autónomo que todavía no alumbra, a una redistribución del ingreso por democratización de oportunidades antes que por transferencias asistenciales –necesarias pero sólo para la emergencia–. Para este sector, Mercedes Marcó del Pont era una opción factible, sabiendo de su buena llegada a la Presidenta y sus méritos de gestión en la función pública (Banco Nación).
Pero cuando se destapó el naipe, resultó que no era ninguno de aquellos tres (o alguna otra variante que representara lo mismo). Ni la resignación al repliegue, ni el de la figura más digerible para el establishment, ni la del golpe de timón hacia el cambio de estructuras.
La apuesta a Amado Boudou, aunque estaba entre las especulaciones, llegó en un contexto que le otorga un valor no calculado (junto al ascenso de Aníbal Fernández y no de la mano de Sergio Massa, quien lo había promovido a la titularidad de la Anses). Boudou, podría decirse, es de los “recién llegados” al kirchnerismo. Administrador de un área tan sensible como la Anses, le tocó ser el recambio de una “gestión exitosa” y de alta exposición como la de Sergio Massa en ese organismo. Pocos hubieran apostado a que alcanzaría a igualar el carisma que catapultó al tigrense hacia la “política grande”. Y sin embargo, no sólo lo logró sino que, antes de un año de gestión, fue el ejecutor de la jugada más audaz en el área económica que haya efectivizado el kirchnerismo desde mayo de 2003 a la fecha: la recuperación de los fondos del sistema previsional para el Estado.
Esto le valió pasar a ser parte del Eje del Mal para todos aquellos defensores a ultranza de la propiedad privada por encima de cualquier derecho social. Borró de un plumazo sus antecedentes “respetables” para el establishment de militante universitario de Upau (agrupación estudiantil ligada a la UCeDé) y doctorado en el CEMA (cuna del neoliberalismo en el que imparten su interpretación de la realidad económica Roque Fernández, Carlos Rodríguez y otros “Chicago boys” vernáculos).
Por si fuera poca la herejía anterior, ya con la administración de los fondos antes apropiados por las AFJP condujo la política de hacer valer la opinión del Estado en empresas privadas donde la Anses tenía participación accionaria y orientó los fondos hacia áreas de interés social que desplazaron o se pisaron con negocios antes monopolizados por privados. “Ganado por el kirchnerismo”, sus antiguos compañeros de ruta –empresarios del establishment, políticos y economistas funcionales a los anteriores– pasaron a ser denunciantes de su política “confiscatoria de la plata de los jubilados” e “intervencionista en la actividad privada”. Su ascenso al Ministerio de Economía no implica, en modo alguno, un cambio de política, dado que Boudou ha sido en estos 18 meses la expresión de la “política dura” en la economía del gobierno de Cristina Fernández. En todo caso, podría decirse que el cambio de rol pone en sus manos más instrumentos para ejecutar la misma política.
Lo que no puede dejar de verse es un cambio de táctica en la forma de intervención del Gobierno en el área económica. La sociedad política Cristina F.-Néstor K. deja a un lado al ordenado administrador, de prolija exposición de las cuentas públicas, de bajísimo perfil que representaba Carlos Fernández, por un personaje de confrontación y buen manejo de su exposición mediática como Boudou. Economía, como cartera, recuperará presencia. La Anses, con Diego Bosio, actuará en línea con Economía. No por encima, como hasta ahora.
Es previsible que Guillermo Moreno se mantendrá en su actual cargo por algún tiempo más. Ello le quitará espacio a Boudou, o al menos será la sensación inevitable. Sin embargo, pueden haber cambios en el Indec que sugieran un intento de reconciliación del organismo de las estadísticas con la sociedad.
La ratificación de Julio De Vido en Planificación es el otro dato trascendente. Entre el ministro del área de obras públicas y el ahora ex titular de la Anses hubo buena química. Si a ello se suma una articulación aceitada con el Banco Nación (Marcó del Pont), la cartera laboral (Tomada), la de Producción (sigue Débora Giorgi) y la nueva conducción de la Anses (Bossio), Cristina Fernández puede tener en este minigabinete económico su principal instrumento de política para intentar un final de gestión que trascienda de ser nada más que “prolijamente ordenada”. Por sus antecedentes cercanos, Boudou no será la transformación, pero asegura “acción”. Es lo que el Gobierno busca ahora, cuando empieza a reaccionar del cachetazo del 28 de junio.
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