Lunes, 14 de septiembre de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Gustavo Veiga
Mauricio Macri no sólo acentúa la precarización de los trabajadores. También criminaliza las prácticas laborales. Es ya un clásico de su administración. Una manera de ponerse a tono con la otra criminalización, la de los pobres y ausentes del sistema que no están registrados en la oficina de personal de la ciudad: familias en situación de calle, indigentes, indocumentados, desalojados y todos aquellos que están dispuestos a luchar contra su política de exclusión. Corten o no las avenidas o callecitas de Buenos Aires.
En julio pasado, su gobierno se despachó con un decreto –el 625/09– que creaba un registro virtual donde las empresas privadas de la ciudad debían proporcionar información sobre sus empleados. La demanda abarcaba la modalidad de contratación, el sexo, la edad y el nivel de instrucción, hasta si hablaban idiomas o tenían hijos. Pero también si sufrían adicciones como drogas, tabaquismo, alcoholismo, ludopatía u otras semejantes. ¿Para qué? Ardieron Troya y Roma juntas.
Macri retrocedió con ese proyecto y hasta se vio obligado a pedir disculpas públicas. Y el hilo se cortó por lo más delgado: renunció el subsecretario de Trabajo, Jorge Ginzo, al que se le atribuyó semejante violación a la intimidad de las personas. Desde la semana pasada ya no está. Y adujo “motivos personales”, como se estila en estos casos.
Ahora, con las manos nuevamente libres para operar, las febriles usinas del macrismo irán por otras ideas peregrinas como ésta, porque siempre hay una. La ciudad, si alguna vez estuvo buena –así rezaba un slogan pueril de campaña–, hace tiempo que dejó de estarlo, casi tanto como el que su gobierno gobierna. Ejemplos sobran. Pero a cuento viene uno donde seguramente la gestión PRO no detecta ni por asomo objeciones: la cultura.
Varios espacios comunitarios de la ciudad que producen actividades culturales fueron cerrados, desalojados o desestabilizados al quitárseles asistencia. El Centro Cultural y Social Almagro, Centro Cultural del Sur, Centro Cultural 20 de la Asamblea de Flores, Casa Zitarrosa, El Sexto Kultural, la fábrica IMPA Ciudad Cultural, Casa de la Cultura Compadres del Horizonte, La Huerta Orgazmika y el Centro Cultural La Sala, el Grupo de Cine Libre de Parque Rivadavia y hasta el mismísimo Teatro Colón, por la paralización de sus obras.
Todo forma parte del mismo paquete: precarización, criminalización, desarraigo, exclusión de lo no rentable. Macri es bestialmente coherente.
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