Sábado, 9 de enero de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Carlos Weitz *
Conocí a Martín Pérez (apellido que nunca reconoció como propio) Redrado cuando ambos teníamos 20 años y cursábamos la Facultad de Ciencias Económicas. Era plena época de la dictadura y él era el responsable de una publicación estudiantil que se llamaba Base Cero, que en esos años defendía la política represiva y económica de la dictadura sin tapujos. Los ejemplares los vendían en la puerta de la facultad tanto estudiantes como policías de civil dedicados a reprimir toda actividad política de cualquier color.
Contaba también con el apoyo de los principales comunicadores de la dictadura, entre los que descollaba Bernardo Neustadt.
La revista Base Cero decía en su portada que era la voz de todos los estudiantes de Ciencias Económicas. Aquellos que empezamos a militar en política en esos años y teníamos un profundo rechazo por la dictadura y anhelábamos vivir en democracia no nos sentíamos representados por ese pasquín. El Centro de Estudiantes funcionaba en la clandestinidad y en un acto de arrojo o de irresponsabilidad decidimos pedirle una entrevista al decano (el doctor Biondi) para expresarle que esa revista, que contaba con el apoyo de las autoridades de facto de la facultad, no nos representaba, ni a nosotros ni a la mayoría de los estudiantes. El decano no nos recibió a los cinco alumnos que fuimos a verlo, pero su secretaria nos pidió que les dejáramos nuestros teléfonos.
Dos semanas más tarde recibí en casa de mis padres el llamado de Martín Pérez (Redrado), en el que me decía que estaba dispuesto a recibirme para conversar sobre su revista, aclarándome que sólo aceptaba reunirse conmigo porque me había investigado (¿?) y yo estaba limpio. Si alguna duda nos quedaba de las relaciones de Martín con la dictadura y con los servicios de inteligencia, ese llamado terminó de disiparla.
En ese momento era un antiperonista rabioso y sostenía que la democracia sólo podía funcionar algún día si se proscribía al peronismo. Luego resultó ser un funcionario destacado de tres gobiernos justicialistas. La vida nos volvió a juntar bajo diversas circunstancias, siempre en veredas opuestas en lo que hace a la forma de entender lo público y a cuál es el sentido de la palabra ética.
Lamentablemente estoy convencido de que su pragmatismo sin límites, su olfato de hacia dónde soplan los vientos y la falta de ideología (salvo la defensa de su propio interés) le auguran un protagonismo importante en los proximos años.
* Ex presidente de la CNV y ex empleado del BCRA.
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