Sábado, 10 de julio de 2010 | Hoy
EL PAíS › LA INVESTIGACIóN EN EL CONSEJO DE LA MAGISTRATURA
Un ex preso político y la madre de una joven secuestrada durante la dictadura declararon ante el organismo que designa y remueve a los jueces por la causa contra Luis Miret.
A fines de agosto de 1975, un día después de haber sido torturado durante horas, Hugo René Tomini recibió la visita del juez Luis Francisco Miret en el calabozo del Departamento de Informaciones de la policía de Mendoza.
–¿Cómo está? –preguntó el magistrado.
–Dolorido –respondió desde el suelo Tomini, incapaz de pararse por las secuelas del castigo.
–Hay que aguantar –le aconsejó Miret.
Tomini recordó el diálogo el último jueves frente a tres integrantes de la Comisión de Disciplina y Acusación del Consejo de la Magistratura de la Nación, que investiga el rol del actual juez de la Cámara Federal de Mendoza durante el terrorismo de Estado. También la madre de una joven secuestrada y ultrajada por miembros del D2 describió los padecimientos de su hija y sus gestiones infructuosas ante Miret, a quien definió como “cómplice de violadores” y “un embrión de la dictadura”.
Tal como informó Horacio Verbitsky el 25 de abril, el periodista Rodrigo Sepúlveda filmó el testimonio de Tomini en 2000 y lo incluyó tres años después en su tesis de graduación a la licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Cuyo. Miret y su colega Otilio Roque Romano, fiscal durante la dictadura, fueron denunciados ante el Consejo por organismos defensores de los derechos humanos de Mendoza, con la adhesión posterior del gobierno de Celso Jaque. En el marco de esa instrucción fue citado a declarar el ex preso político, que dio testimonio ante los consejeros Héctor Masquelet, Diana Conti y Santiago Montaña.
Tomini fue detenido en la calle el 28 de agosto de 1975. Lo llevaron a su casa, donde le dieron la primera paliza, y luego en el baúl de un auto hasta el palacio de policía, donde funcionaba el D2 y donde pasó la peor semana de su vida. Desde el calabozo pegado al suyo escuchaba la voz de una adolescente que imploraba no ser violada, y el ruido de un arma, que imaginó en la cabeza de la víctima. De las torturas físicas destacó la golpiza, sobre todo en los testículos, y la picana, atado de pies y manos al elástico de una cama de metal. “Eso duró varias horas”, contó.
“Uno o dos días después siento que alguien corre como un cerrojo del calabozo y dice ‘levántese, lo viene a ver el juez’. Yo no me pude levantar porque físicamente no estaba en condiciones”, recordó. De inmediato se produjo el diálogo con el que arranca la nota, que mantuvo con “un señor de traje”. “Teóricamente ése era el juez. Yo dije ‘es una payasada de la policía’. Pero mi sorpresa grande fue cuando, dos o tres días después, voy al juzgado y era el juez”, recordó.
–¿Usted le refiere a Miret las torturas a las que había sido sometido? –preguntó el consejero Masquelet.
–No, en absoluto. No declaro absolutamente nada. No sabía que uno podía decir ‘denuncio las torturas pero me abstengo de declarar’. Aparte, le soy sincero, sentía como que era algo sabido, que no hacía falta explicarle a nadie –dijo, y reiteró: “Me vio tirado en el suelo, yo no podía pararme”.
Varios meses después, Tomini consiguió que le dieran la opción para salir del país. “Mis padres, entonces, van a hablar con Miret, mostrándole que yo tenía el derecho de opción, a lo cual Miret dijo: ‘Si el general Videla no tiene nada contra su hijo, yo tampoco’”.
“Miret era un embrión de la dictadura que después nos acosó”, resumió el jueves anterior Luz Casenave, quien recordó la desidia con la que el juez trató a su hija de 16 años durante su cautiverio. Luz Faingold cursaba el quinto año del colegio secundario, era delegada del curso. Fue detenida el mismo día que Tomini y trasladada al D2. Su madre se apersonó pero no logró que la liberaran. Luego, el entonces juez Miret prohibió la restitución de Luz al hogar.
Cuando supo que su hija sería indagada por el juez, Casenave se presentó en el edificio de Tribunales y logró ingresar a la sala de audiencias. Vio a su hija, al juez Miret y al entonces fiscal Otilio Romano (el otro camarista mendocino denunciado por encubrir delitos de lesa humanidad), más dos soldados y un secretario. “Mi hija era un pajarito vencido, un ser arruinado, oprimido”, recordó Casenave, que es psicóloga y asistente social.
Ante la pregunta de Miret, le informó que era la madre de Luz. El juez la obligó a retirarse pero Casenave se negó, le dijo que no podía interrogar a una menor sin la presencia de al menos uno de sus padres. Consultada por el defensor oficial de Miret, la mujer recordó que el interrogatorio a su hija no parecía a cargo de un juez sino “policial”. “Miret tuvo la oportunidad de ser un hombre de ley y sin embargo fue cómplice de los violadores”, afirmó Casenave, de 80 años, en referencia a los abusos sexuales que padeció su hija. “Fue lo más doloroso que pasé en mi vida”, confesó.
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