Sábado, 17 de julio de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Claudio Morgado *
La reciente aprobación de la ley de matrimonio igualitario implica una formidable ampliación de los derechos civiles. Marca uno de esos hitos que nos recuerdan para qué sirve la democracia: para avanzar sostenidamente en la igualdad y en la libertad de los ciudadanos. Para hacer la vida un poco más justa. La votación y las diferentes voces que se escucharon alrededor del debate también aportan una enseñanza: ser progresista en serio significa enfrentarse a importantes y tradicionales factores de poder.
Grupos económicos, instituciones religiosas, grandes medios, que no están acostumbrados a que se pongan en cuestión sus intereses en nombre de los del bien común. Para ellos, lo que viene sucediendo (en relación con esta ley, y con otras iniciativas como la ley de medios, la Asignación Universal por Hijo, la ley de migrantes, el rumbo de la política económica, la política de derechos humanos) debería ser también una fuente de aprendizaje –el aprendizaje de la democracia– aunque todavía no han dado demasiadas muestras en ese sentido. Pero tarde o temprano esos grupos de poder también van a terminar por democratizarse. La democracia, cuando se avanza en el progreso social, involucra un cierto nivel de conflictividad, y está bien que así sea. No debemos asustarnos por ello.
La ley de matrimonio igualitario, que pone a la Argentina entre los países más avanzados del mundo, es el resultado de, al menos, dos factores. Primero, un largo camino de militancia, lucha y pedido de justicia de parte de las organizaciones sociales involucradas originalmente en el tema. Eso incluye las acciones colectivas de grupos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, acompañados muchas veces por representantes del mundo de la cultura, del arte, del campo intelectual y la academia. Fue una militancia festiva pero consecuente, larga pero perseverante, que nunca dejó de lado el orgullo y la alegría, sin dejar de ser siempre crítica con el estado de las cosas. Desde el Inadi conocemos bien esta perspectiva: la hemos acompañado, hemos recorrido juntos el mismo camino, hemos trabajado en conjunto.
En segundo lugar, hubo una formidable apertura y receptividad de los sectores políticos más progresistas para relanzar el tema, darle estatuto parlamentario y plantear el debate en la opinión pública. Incluso, admirable hasta en los aspectos técnicos (la impecable redacción de la ley no ameritó ninguna modificación). Eso incluye por supuesto a sectores de partidos opositores que apoyaron la iniciativa (hubiéramos deseado que fuesen más) haciendo honor a la tradición laica y republicana de la genealogía política a la que adhieren.
Pero también hay un mérito innegable del Gobierno. Sin la decisión política de la Presidenta, ahora estaríamos hablando, testimonialmente, de un hermoso proyecto lamentablemente fracasado. La virtud del Gobierno ha sido doble: primero, en términos generales, abrir un nuevo horizonte de expectativas en la sociedad, que permite imaginar (y llevar a cabo) proyectos transformadores en las más diversas áreas. Es fácilmente palpable el clima de cambio social que vivimos. Y segundo, en lo específico, haber tenido la capacidad para tomar ese tema, y defenderlo pese a las inmensas presiones de los sectores conservadores y de la oposición interesada en desgastar al Gobierno, antes que en cualquier otro objetivo. No nos tiene que dar vergüenza decirlo: sin el Gobierno, hoy no habría ley de matrimonio igualitario.
Como señalábamos, éste es un tiempo de profunda ampliación de los derechos civiles. Pero quedan aún muchos otros temas pendientes, que tocan a las minorías, a los discapacitados, a los pueblos originarios, a las nuevas formas de vida urbana. Temas que conllevan también su propia dimensión teórica, es decir, la posibilidad de repensar la relación entre diversidad, igualdad y democracia. Es una agenda estimulante, abierta a la imaginación política. Y es, creemos, la agenda que marcará buena parte del debate en la Ciudad de Buenos Aires y en la Nación, en los próximos tiempos. Desde el Inadi estamos orgullosos de hacer nuestro aporte en esa dirección.
* Presidente del Inadi.
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