Jueves, 4 de noviembre de 2010 | Hoy
Por Susana Carugo *
La muerte de un líder es la muerte de un padre a escala gigante. Aun para los que no se sintieron jamás identificados con la figura de Kirchner, incluso para quienes lo repudiaron, no por ello estarán menos afectados, se lo sepa o no. Su muerte es un acontecimiento decisivo y nos incluye a todos en sus efectos. Nos alcanzó de a uno, pura acción subjetiva, particularizada, personalizada, de uno en uno, es decir, a todos. Habrá que enterarse entonces de que hoy estamos en posición de hijos, somos extrañas prolongaciones de Máximos y Florencias, las madres, las abuelas, los fascinados, los enemigos, en completa orfandad. Se podrá creer que el duelo sólo alcanzará a los pobres y a los jóvenes; ellos fueron quienes inundaron permanentemente las pantallas de TV: fórmula inquietante, si las hay. Pero no.
Kirchner fue un líder fuertemente presente, aquí y en América. Un tipo extraño, inesperado pingüino, Lupo, loro blanco, de joven casi Nito Mestre, de grande algo Tristán, de frente golpeada, de hombros extremadamente grandes, de convicciones inconmensurables, de fuego fuerte, dijera Galeano. Parece el reverso de un anverso que se instituye en tenaz respuesta a aquella letra de Fito: “Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”. Así lo hizo, literalmente. Puro amor y odio suscitado, pero ¿se odia a quien no existe? Insisto, todos fuimos alcanzados, cada uno a su manera, lo fuimos en su vida, lo seremos por su muerte, se lo registre o no, se lo llore incansablemente, o se lo engulla con siniestro agrado. Qué mala pata Argentina: perder es desgracia, fatalidad, volvernos para atrás, invalidarnos. Pero también quizá podamos ubicar el umbral del precipicio. No se tratará entonces de demandar angustiados a que todo siga como siempre, ni de exigir que la Presidenta alcance dimensiones quijotescas, ni de esperar un azar imposible. Perder puede significar crear, construir, trabajar más, estudiar más, comprometernos más, ir más allá de él, extender las fronteras trazadas. Será tal vez como convertirnos en artistas, haremos obra con lo que se ha perdido, comprenderemos así que sólo se pierde lo que se ha tenido y que sólo es nuestro lo que hemos perdido.
* Psicóloga.
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