Viernes, 12 de noviembre de 2010 | Hoy
Tras su secuestro, a Ana María Soffiantini la llevaron a una casa de Munro que había sido de otros compañeros desaparecidos. Ahí la pusieron a convivir con otras personas secuestradas: habló de Vasallo y Fermín. Ana María había nacido y vivido en Ramallo. Los represores viajaron a traer a su madre y a sus hijos. A su madre se la llevaron de nuevo. A sus hijos los dejaron ahí. “Yo tenía prohibido asomarme y salir. Sus compañeros salían a trabajar, ella tenía que trabajar ahí adentro, le dijeron que iba a hacer trabajos de decoración que nunca se hicieron. El patio de la casa estaba techado. En la casa, además, había un perro que se llamaba Zeus, que era el nombre del perro de Massera, y al que le tiraban veneno para ratas para ver si se llevaba a su dueño. Entre otras cosas, se encontró en la casa con una morsa roja enorme que era de su compañero. Lo llevaron a Coquet, su compañero de cautiverio, que en esa época era su pareja. Coquet hacía trabajos de carpintería. Una noche se cortó los dedos de la mano. “Yo estaba con mis hijos en la pieza –dijo–, escucho la sierra, veo que empieza a titilar la luz, como a apagarse, como que se iba acortar la luz, aparece Coquet con la mano ensangrentada, horrorizado y sale de la casa.” Un vecino lo alcanzó a un hospital de Vicente López. El perro, dice ella, “entra a la casa, se come primero los dedos, limpiando toda la sangre que había dejado: en ese espanto están mis hijos”.
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