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Página/12 habló con José Luis Aguas, que actualmente vive en España, sobre la declaración que permitió identificar y arrestar al asesino de Florencia Villagra y al secuestrador de Gustavo Cabezas.

–¿Sentían miedo mientras hacían la conscripción?

–No sentíamos miedo, sino pánico. Esta gente tenía todo orquestado, no había nada al azar. Fomentaban el sistema de la charla amiga y cuando alguien decía algo raro era marcado como extraño. Por eso se armó un grupo muy homogéneo, nos cubríamos unos a otros.

–¿Alguien se opuso a participar en este tipo de operativos?

–Era impensable. Lo que hubo fue un gran desconcierto cuando sucedió lo de Florencia y lo único que pude hacer fue una sugerencia de no salir ese mismo día. Por eso algunos creen que me enfrenté, pero eso era imposible. Lo que hacíamos era disfrazar los controles dejando ir a las personas que no tenían documentos. Nos daba la sensación de que salvávamos vidas y creo que así lo hicimos.

–Piensa que compañeros suyos tienen miedo de declarar...

–Sí. Les diría que se animen, porque en mi caso fue sacarme una piedra enorme que aprieta el corazón. Pero no podés obligar a que una persona remueva tanta porquería. Los comprendería.

–¿Se sintió aliviado entonces después de declarar?

–Cuando Florencia exhaló su último suspiro dije: “Tranquila yo no te voy a abandonar”. Me refería a ese momento, hasta que vinieran a recoger el cuerpo. Cuando declaré, el juez me dice: “Y así lo ha hecho José Luis, hoy cumplió su promesa”.Sí, me sentí aliviado.