EL PAíS › OPINION
Ser parte del problema
Por Ernesto López *
El sesgo de la propuesta de reforma política anunciada ayer por el Presidente es incorrecto. Lo central allí es la idea de ajuste: reducir el gasto, el número de legisladores, reducir sueldos, etc. Hay también alusiones al financiamiento de los partidos y, aun, a una reforma constitucional (un desatino en el contexto socioeconómico actual). Pero por ahora son meros enunciados. Lo único firme es el propósito de lograr un ajuste. Ciertamente, la intención de que se gaste menos en una actividad caracterizada por la ineficiencia y la corrupción, no es para despreciar. Pero no enfrenta el meollo del problema.
Se dirá que también se pretende atacar el problema de la crisis de representatividad del sistema político. Respondo: la anunciada intención de anular las listas sábanas y reformar el régimen electoral, pertenece, por ahora, al orden de lo declarativo. Habrá que ver si se hace algo alguna vez. Por el momento, hay que indicar que la reducción del número de legisladores produce, al menos aritméticamente, un efecto contrario al de beneficiar la representación. Técnicamente hablando, cuanto menor sea la cantidad de ciudadanos representados por cada representante, mayores serán las chances de una buena representación.
Pero lo más grave del proyecto es la falta de referencias a la impostergable necesidad de reconstituir la moral de la sociedad y la ética pública. Este es, a mi modo de ver, el verdadero problema. En el centro de la crisis política argentina están: a) de un modo difuso, la anomia que padece nuestra sociedad y b) en particular, la profunda crisis de la moral pública. Los ejemplos de ésta son numerosos y reiterados, y –como se sabe– afectan a los tres poderes. Me parece que no es cuestión simplemente de cambiar las reglas, sino de modificar las conductas. La sistemática ausencia de honestidad, de limpieza en los procedimientos y de transparencia como fundamentos de las prácticas de los políticos y de los agentes públicos en general (tanto de jueces como de vistas de aduana, por casos) es nodal en la crisis de la política. Que cambien los comportamientos fundados de ese modo es, me parece, uno de los trasfondos de los cacerolazos. Los políticos, en tanto, aguantan. Parecen simplemente esperar que se terminen los ruidos para seguir siendo lo que son. Ni por asomo reconocen que son ellos, principalmente, los que han pulverizado la ética pública.
No se asumen como parte del problema sino como actores de la solución. Mientras esto no cambie, los proyectos de reforma serán probablemente fallidos. Y los argentinos de a pie deberemos armarnos de paciencia para continuar viendo cómo llueve en Macondo.
* Sociólogo.