EL PAíS › OPINION

Desde el pie

 Por Washington Uranga

El gobierno de Néstor Kirchner inicia su gestión contando con expectativas favorables en un sector importante de la sociedad, que deja aflorar su propia necesidad de creer y de tener esperanza, prescindiendo incluso de la orfandad de propuestas de campaña y que apuesta todo o casi todo a la trayectoria y a las actitudes de las personas comprometidas en la tarea de gobierno. “Me estoy permitiendo confiar” es una frase que salta por aquí o por allá entre quienes, después de muchas frustraciones transformadas en fuente de escepticismo, hoy se están “dando permiso” para abrir una puerta a la esperanza. Hay crédito y esto representa un hándicap, pero lejos se está del cheque en blanco. Por lo tanto, la extensión de la esperanza y de las expectativas favorables dependerá, de manera fundamental, de las medidas iniciales que vayan marcando el rumbo del gobierno.
En la agenda de los nuevos funcionarios hay a primera vista algunos ejes fundamentales que deberán mostrar resultados en el corto plazo. Uno de ellos tiene que ver con la erradicación de la corrupción en todos los niveles de la administración. Los nuevos ministros han recibido de parte del propio Kirchner directivas muy claras para no permitir ningún desvío en este sentido. Se les ha pedido que sean implacables y que, de ser necesario, se tomen medidas ejemplarizantes en este sentido. El otro propósito tiene que ver con la calidad de vida de los ciudadanos, tema íntimamente relacionado con el aumento de las posibilidades de empleo. Son dos frentes a los que el nuevo gobierno tendrá que atender con prioridad, generando respuestas inmediatas. Pero más allá de ello, si lo que se quiere es marcar un nuevo estilo de hacer política y un nuevo estilo de gobierno, será imprescindible desarrollar mecanismos que incentiven la participación, generar modos de gestión que permitan que el Estado articule sus acciones con quienes, desde la sociedad civil, desde las organizaciones sociales y de base, aporten las experiencias acumuladas durante los peores momentos de la crisis, sus iniciativas creativas y las buenas prácticas acumuladas como respuestas exitosas. Allí hay una fuente muy importante de ideas –algunas de ellas ya experimentadas–, un banco de experiencias y también de recursos humanos. Porque para avanzar y crecer no es necesario inventar o reinventar todo. Y porque también es necesario tomar en cuenta que reformar los modos de gestión y transformar la política exige volver a las bases, escuchar a la gente, aprender de los que hacen y construyen en la vida cotidiana. Porque, como lo recuerda Alfredo Zitarrosa desde la copla popular, la planta “crece desde el pie”. También lo nuevo –si es que realmente hay voluntad de abrirse a esa perspectiva– necesita crecer desde el pie.

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