EL PAíS

El agua y el aceite

 Por Raúl Kollmann

“Armar un comando conjunto entre la Federal y la Bonaerense es mucho más difícil que lograr una alianza entre las barras bravas de Boca y de River. La diferencia radica en que los hombres de la Federal y la Bonaerense tienen una cantidad inmensa de negocios y ninguna va a querer que la otra se meta en su terreno. Si los hombres de la Bonaerense tienen arreglos con los desarmaderos de autos robados, no van a querer que la Federal ponga un pie allí y la Federal se va a negar a que hombres de la Bonaerense se metan, por ejemplo, en el lugar donde se comercializa una proporción de los repuestos robados, la calle Warnes.” De esta forma, un viejo comisario analizaba las enormes dificultades que encontrarán los gobiernos nacional y bonaerense para llevar adelante la constitución del Estado Mayor entre las dos fuerzas oficiales y que ese Estado Mayor tenga efectividad.
Las dos policías llevan años acusándose. El más reciente encontronazo se produjo en el caso Macri. De todas maneras, hay antecedentes bastante más graves que incluyen tiroteos relacionados con que unos protegían y otros querían detener a bandas de piratas del asfalto o que se intentaba meter preso a algún buchón de la otra fuerza. En secreto, los hombres de las dos fuerzas reconocen que la batalla cobró varias víctimas.
La Bonaerense acusa a la Federal de dominar todos los negocios relacionados con la seguridad bancaria, las cuevas de cambistas, mesas de dinero y prestamistas, manejar los movimientos de droga de envergadura, cobijar la mayor parte de la prostitución –en pelea con agentes de la SIDE– que tiene su centro en la Capital y amparar la venta de repuestos provenientes de autos robados.
La Federal acusa a la Bonaerense de manejar los kioscos de ventas de drogas al público, la mayor parte del robo de autos y los desarmaderos, los piratas del asfalto y la comercialización de lo que llevan los camiones, recientemente la fundición de los objetos metálicos robados y también de tener alguna participación en las bandas de secuestradores.
Como se ve, la tarea que se ha planteado el Gobierno es ambiciosa porque se trata de lidiar contra odios y negocios millonarios. Sin embargo, la coordinación de ambas fuerzas resulta indispensable para mejorar la seguridad ya que como sucede en la mayoría de las grandes urbes, no hay una ciudad dividida de los suburbios, por cuanto el ciudadano pasa de un lugar a otro permanentemente. En las cárceles, los delincuentes reconocen, por ejemplo, que los operativos cerrojo les han creado un problema. Pero si no hay trabajo conjunto a uno y otro lado de la General Paz, el resultado no es que se baja el delito sino que se traslada.
La coordinación y el funcionamiento efectivo de un gabinete de seguridad son difíciles de conseguir, pero imprescindibles para mejorar. De todas maneras, está probado que no habrá verdadera evolución en materia de seguridad si no hay crecimiento, mayor ocupación y sobre todo equidad. Y además, si no se terminan con los negocios que ambas fuerzas tienen de los dos lados de la General Paz.

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