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Otros tres policías en la mira por la banda del secuestro de Astrada

Hay evidencias en la investigación de que, además de los dos suboficiales, participaron en el hecho dos oficiales inspectores de la zona norte. Y se habla también de un quinto policía, en la jefatura de la banda. El suboficial Eduardo Correa negó ayer su relación con los secuestros de Astrada y Cirelli.

 Por Raúl Kollmann

El suboficial Eduardo Correa intentó negar ayer que tuviera relación con los secuestros de Rubén Astrada y Juan Carlos Cirelli, pero según los investigadores existen pruebas sólidas en su contra y, además, a cada paso la pesquisa se topa con nuevas vertientes policiales. Tal como adelantó Página/12 en exclusiva, en la banda no sólo aparece Correa sino también otro suboficial de San Fernando y hay evidencias de la participación de dos oficiales inspectores, ambos de la zona norte, que igualmente mantenían estrechas relaciones con los dos suboficiales y también registraban un nivel de vida increíble. Pese al hermetismo judicial y policial, se habla de un quinto integrante de la Bonaerense, pero ya en el nivel máximo de la banda.
Ante el juez Roberto Marquevich, el policía detenido el viernes sostuvo que él no llamó al teléfono Nextel de la empresa de Cirelli, sino que le entregó su celular a un mayorista de teléfonos, un bolsero. Sucede que el celular de Correa tenía dos líneas, una oficial, y otra que se utilizaba con tarjeta. Desde esta última se hicieron dos llamados a los Cirelli en los cuales se negoció el pago del rescate.
Según los investigadores, el suboficial de la Bonaerense se contradijo varias veces en su testimonio. Primero dijo que no tenía nada que ver con las comunicaciones, que no se habían hecho desde su celular, pero cuando se le exhibieron los entrecruzamientos telefónicos, alegó que esa línea bolsera la había devuelto a un vendedor de celulares. Habrá que ver si puede comprobar esta coartada.
La otra explicación que tendrá que dar Correa está referida a las armas largas encontradas en su casa, entre ellas una ametralladora. El sargento mayor vive en el barrio cerrado de clase media, Montecarlo, en Del Viso, en una casa que cuesta aproximadamente 75.000 dólares. Sin embargo, lo más llamativo de lo encontrado en su hogar fueron las armas largas, que en un principio hacen recordar a las exhibidas por los secuestradores en los momentos previos al secuestro de Astrada. En aquella operación, que se pareció mucho a una movida policial, los captores esperaron durante bastante tiempo la salida del padre del futbolista, en un vehículo estacionado a metros de la casa de los Astrada y portando armas largas. No es el estilo de los delincuentes comunes, que en general se mueven y tratan de no despertar las sospechas que implican un auto parado con tres hombres adentro y armas largas.
Se ve que en el interrogatorio de ayer, Correa no convenció demasiado al juez Marquevich ya que, al final de la jornada, éste decidió enviarlo a una unidad carcelaria federal, la Unidad 28. Da toda la impresión de que el magistrado tiene planeado dejarlo allí por bastante tiempo, aunque trascendió que será sometido a pruebas de voz para ver si fue él quien negoció con los Cirelli.
Ya el viernes pasado, tras el adelanto de Página/12, se admitió que había dos suboficiales de la Bonaerense en la mira. El ministro de Seguridad, Juan Pablo Cafiero, encabezó en forma personal la pesquisa a través del entrecruzamiento de llamadas, especialmente las hechas desde la línea trucha de Correa. De acuerdo con las conclusiones extraídas del sistema VAIC, el suboficial registra otros llamados hacia la línea bolsera y ello involucraría al segundo suboficial que está en la mira y que también es de San Fernando. Sin embargo, en fuentes judiciales se admitió anoche que la trama registra al menos otros dos hombres de uniforme, ambos oficiales inspectores y también de la zona norte. Estos sospechosos tienen un pasar llamativo: camionetas 4x4 de marca japonesa, varias propiedades en la Capital Federal y recientes vacaciones en el Caribe. Todos integrarían el mismo grupo y se habrían enriquecido lucrando con una serie de negocios ilegales: extorsión a comerciantes chinos, desarmaderos de autos, quioscos de venta de drogas y prestamistas. La huida de Cirelli de sus captores abrió las puertas a una investigación que llevó a detener a dos protagonistas inferiores de la banda y luego a un suboficial que ya aparece como coordinador de alguna operación. Hay otro suboficial que espera turno y se verá si la pesquisa sube hasta la cúpula de una organización en la que se mezclan delincuentes comunes, de uniforme y la más increíble variedad de delitos.

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