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–¿Por qué quiso ser militar? –le preguntó Página/12 a Silvio Manino Leal.

–De chico tenía cierta vocación de ser soldado. Raro, porque mi mamá era maestra y mi papá comerciante, bastante liberales. Cuando entré al Ejército tenía una perspectiva y tenía una historia sesgada, que asumía como cierta. Creía que eran la reserva moral de la Nación y que afuera estaba todo corrompido, después me fui dando cuenta de que no era así. Lo empecé a advertir con los años. En el Colegio Militar ya veía que en cada unidad había lo que llamaban Museo de la Subversión. Después, me hacían cantar “quiero bañarme en una bañadera llena de sangre, sangre montonera”. Si bien fue en democracia, esto estoy seguro que ya no pasa. En mis primeros años de militar, eso era lo único que yo conocía. Después empecé a leer y ver otra historia y entender cómo eran los militares con los que trataba.

–¿Qué le permitió hacer el “click”?

–Fue progresivo, pero me pasó a partir del gobierno de Néstor Kirchner. Me identifiqué y empecé a ver las cosas de esa manera. Igual, más allá de esta historia de haber rescatado los libros, mi situación era insostenible porque me peleaba con todo el mundo. Si bien pueden haber cambiado algunas prácticas, la mentalidad militar no ha cambiado. El pensamiento militar en relación con la dictadura no tiene mucha autocrítica.