“El fallo es importante porque ésas son decisiones que deben tomarse en el seno familiar junto con el médico. No es algo en lo que deba meterse ninguna institución judicial o religiosa. Por eso destaco que de ahora en más nadie deba recurrir a la Justicia en estos casos, y porque federaliza la ley de muerte digna, otorgando plena legitimidad a la familia. Conozco casos de parientes que sufren maltrato en las clínicas cuando solicitan el retiro de medicación al paciente y que sólo se le den cuidados paliativos. Y la figura del curador no debe ser tomada como un negocio de pocos para sufrimiento de muchos. Asimismo, el fallo es pobre porque no tiene en cuenta la calidad de vida del paciente y resalta la autonomía de su subjetividad, cuando en verdad lleva una vida más que precaria, por lo que confunde incapacidad con vida biológica. Además ratifica la autonomía de la voluntad de las personas, algo ya reconocido por la Constitución. La Corte debió ir un poco más allá en los casos en que la familia no puede decidir. Y estoy de acuerdo en que haya un protocolo para médicos objetores de conciencia. Pero en el fin de la vida no se debe hablar de objeción de conciencia: en la ley de muerte digna no se establece eso.”