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Por L. B.

A pesar de las dificultades, de la corrupción y la mediocridad, hay protagonistas destacados en todos los niveles de la sociedad, desde curas de base o promotores de organizaciones populares hasta en la política. Pero la gestión pública es uno de los territorios más desacreditados. En muchos casos, los intendentes, que son el punto de contacto directo entre un gobierno y la gente, suelen convertirse en el eje de aparatos clientelares de partidos o caudillos. Pampa del Infierno está lejos y en una provincia gobernada por el radicalismo. El intendente Andión es justicialista, o sea que su gestión se sostiene por lo que hace y no por favores políticos, y ganó todas las elecciones desde cuando lo eligieron por primera vez en 1983.
Solamente los inmigrantes más curtidos se animaron a instalarse en Pampa del Infierno, que era como su nombre lo indica. El intendente es hijo de esos inmigrantes y empezó su carrera a los 14 años como barrendero de la intendencia. El pueblo le dio ese puesto para que pudiera sostener a su madre, luego de que su padre se enfermara gravemente. Y cuando asumió le juró a su madre que iba a combatir la pobreza. Erradicó los ranchos, con sus nidos de vinchuca, y fundó diez escuelas, porque dice que para cambiar lo primero es la educación y ahora quiere reactivar el ferrocarril y promover la radicación de empresas.