EL PAíS

Dos economistas evalúan la posición del Gobierno

MARTIN HOUREST, DE LA CTA
“Son fuegos artificiales”

–¿Esperaba una actitud más dura del Gobierno, que impusiera otras condiciones más favorables antes de resolver el pago al FMI?
–Está claro que para no haber producido el pago, el Gobierno previamente en vez de trabajar en hacer declaraciones contra el Fondo debió ocuparse de armar coaliciones internas. Es decir, que el camino adoptado prenunciaba la intención de mantenerse dentro del sistema financiero internacional en las condiciones pactadas.
–¿Qué deja como experiencia esta instancia de la negociación con el FMI?
–Este gobierno va a pasar a la historia como el que más transferencias netas ha realizado al exterior en concepto de pago de la deuda desde la crisis de 1982. Difícilmente haya habido otro gobierno que transfiriera tres puntos del producto a los acreedores en un año. Esto sucede porque, más allá del default, el Estado está pagando intereses más amortización de parte del capital, cuando los gobiernos anteriores pagaban parte de los intereses y el resto, junto al capital vencido, lo refinanciaban. Con todo, el Fondo le pide más, que transfiera una proporción mayor del producto. Plantea que si es mayor el superávit fiscal, que destine más recursos al pago de la deuda.
–El Gobierno ha planteado que no quiere aumentar el porcentaje del PIB que destina al pago de la deuda para no resentir el crecimiento. ¿No es una forma de dar pelea por esas transferencias?
–Reducir las transferencias al exterior tiene que ver con el uso que se le dé a ese excedente. Fíjese que cuando el Gobierno propone no destinar todo el superávit al pago de la deuda, la alternativa que plantea es bajar impuestos a las operaciones bancarias, desgravar la compra de bienes de capital y otras medidas que todas tienen que ver con transferencias al sector empresario local. Entonces, en definitiva, esta pelea por pagar o no pagar más es entre los capitalistas domésticos y los acreedores externos, pero en ningún caso se cuestiona la injusticia de la distribución del ingreso.
–¿Una postura más dura de Argentina le habría significado al Fondo algún tipo de riesgo o desequilibrio?
–Si alguien se creyó que la postura argentina suponía poner en riesgo de insolvencia al FMI y que podía provocar una reacción del sistema financiero internacional es porque no entendía el juego. En este juego, donde la puja es por la transferencia de excedentes, a nadie le convenía un quiebre del acuerdo. Todo lo demás son fuegos artificiales.


ALEJANDRO VANOLI, DEL PLAN FENIX
“Fue un round de estudio”

–¿Qué evaluación hace de este arreglo entre el Fondo y Argentina para evitar el default y seguir en el marco del acuerdo de septiembre?
–Con todas las incógnitas que hay sobre lo que en definitiva se acordó, mi sensación es que se trató de un round de estudio, en el que el Fondo trató de pulsar hasta dónde podía tensar la cuerda Néstor Kirchner. La verdadera pelea estará dada cuando se discutan las metas para 2005 y 2006 y empiece la negociación con los acreedores. Desde la relación de fuerzas existente, uno puede ver el vaso medio lleno y decir que se logró resistir a las cláusulas leoninas que se quisieron imponer.
–¿Cómo sintetizaría esas “cláusulas leoninas”?
–Un ejemplo, quizás el más grave, es la cláusula del 80 por ciento de adhesión de los acreedores para aprobar la oferta, reclamada por el FMI como piso para la reestructuración. Con un 15 a 20 por ciento de los títulos de deuda en manos de los fondos buitre, es como entregar al país atado de pies y manos, por el poder de veto que les otorga a estos últimos. Es como decir que cualquier reclamo de los bonistas deberá ser aceptado, porque si no los fondos buitre lo van a rechazar. Eso no es “buena fe”, en ningún lado dice que la misión del Fondo ante un país deudor es debilitarlo frente a sus acreedores.
–De todos modos, ¿no era ésta una oportunidad para que Argentina sacara un mayor provecho de la situación?
–El contexto mundial tampoco ayuda a la Argentina. Hasta hace un año, el nuevo paradigma republicano era que los bonistas tenían que asumir la pérdida y no los carpinteros o plomeros norteamericanos. Hoy, los directores europeos del Fondo son operadores de los bonistas. Estamos ante un paradigma global que se inclina a favor de los acreedores. El G-7 presiona, Brasil no termina de definirse. En estas condiciones, haber evitado la derrota es importante. Quizás pueda resultar decepcionante para alguien que pensaba que el Gobierno estaba en una postura más confrontativa, dispuesto a un default con los organismos por varios meses. Pero no era ese el escenario que el Gobierno deseaba.
–¿Cuál es el escenario inmediato?
–Ahora vamos a ver hasta dónde está dispuesto el Gobierno a defender el crecimiento, cuando el Fondo intente imponerle mayores restricciones presupuestarias. Y hasta dónde se puede lograr una reestructuración de la deuda sustentable, sin ceder a la demanda de los acreedores y el lobby internacional que los respalda.

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