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Una pelea que nadie esquiva
Por Sergio Moreno
Néstor Kirchner nunca ocultó su incomodidad con la hipotética –y finalmente abortada– presencia de los mandatarios peronistas en el acto de recuperación de la ESMA, uno de los más importantes de su vida según él mismo ponderó. Las declaraciones de Hebe de Bonafini, impugnando la presencia de los mandatarios, y del gobernador jujeño y futuro presidente del PJ, Eduardo Fellner, desalentándolos, fueron funcionales a ese deseo.
Kirchner no suele improvisar ante la mesa de arena: en la cuenta del debe y el haber que hace el Presidente, los resultados le dan para el lado de la confrontación. Y así lo está ejecutando.
Algunos hombres fuertes de la Casa Rosada echaron una mirada impiadosa sobre las intenciones de los gobernadores. Según esa lectura, los mandatarios estaban perpetrando una maniobra oportunista, ninguno de ellos se había preocupado en el pasado lo suficiente por los derechos humanos. De pronto, se despertó un furor reivindicativo, dijeron.
Si bien en minoría, no faltaron funcionarios más piadosos con los mandatarios. Esta otra mirada resaltaba el gesto de los gobernadores como un intento por apoyar al Presidente, por darle masa crítica ante la decisión histórica (la recuperación de la ESMA), por aportarle mayor poder político frente las Fuerzas Armadas y los sectores del establishment que se empeñan en demonizar al Presidente (que pretenden presentar a Kirchner como un setentista, “zurdito” y revanchista, desvirtuando la esencia de un acto de justicia que agrega claridad a la historia y fortalece la institucionalidad democrática de la Argentina).
Kirchner no compartió esta segunda mirada. Consideró que los gobernadores lo pusieron en un brete, que se quisieron subir a un atrio donde no estaban invitados. Y que la indignada solicitada de José Manuel de la Sota, Felipe Solá, Jorge Obeid, Jorge Busti y Carlos Verna fue una chicana frívola que no tuvo par cuando Carlos Menem decretó los indultos.
Por si fuera poco, quedó en evidencia que la pelea desatada a la sombra del acto en la ESMA funge para algunos como una coartada. Los nerviosos movimientos de De la Sota, que llegó a retar a las madres de desaparecidos por no haber cuidado a sus hijos (haciendo suyo uno de los argumentos que esgrimiera el nazi Ramón Camps), responden más al anhelo del cordobés por posicionarse como una alternativa de derecha al Presidente que a una ofuscación legítima.
Kirchner no irá hoy a la reunión del Consejo Nacional del PJ, en Parque Norte. Mandará a su mujer. No quiere romper los lazos con el partido que, más allá –o en la profundidad– de los altísimos porcentajes de popularidad que atesora, es su sostén político, la garantía última de gobernabilidad.
Es muy probable que el documento final de la jornada de hoy haga alarde del apoyo partidario al Presidente de la Nación. Es muy factible que el peronismo siga actuando verticalmente. Eso no calma el ardor en la herida abierta en los intestinos del PJ.
Varios gobernadores, diputados y senadores estarán dispuestos a dejar pasar el mal momento. Otros jurarán venganza y afilarán sus dagas para usarlas cuando los vientos les sean más propicios.
Kirchner sabe tanto una cosa como la otra.