ESPECTáCULOS
“Nietos” o la búsqueda de la identidad robada
El emotivo documental de Benjamín Avila se anima a bucear en el pasado más oscuro, pero su acento está siempre puesto en la vida, en el futuro. Una hija de desaparecidos, cuyo testimonio de niña se incluye en el film, cuenta su historia a Página/12.
Por Luciano Monteagudo
Abuelas, madres, hijos, nietos... En el árbol genealógico de la Argentina reciente hubo muchas ramas que fueron arrancadas literalmente a golpes. Y otras que fueron robadas y trasplantadas de la manera más salvaje. El excelente documental Nietos (Identidad y memoria), de Benjamín Avila, se propone recomponer algunas de esas líneas de vida a partir del testimonio de chicas y muchachos que fueron apropiados o abandonados a su suerte por los asesinos de sus padres y que, después de un paciente, inquebrantable trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo, recuperaron su identidad. De los aproximadamente 500 niños desaparecidos durante la última dictadura militar, en un plan sistemático de robo de bebés, 77 lograron ser restituidos a sus familias biológicas y el film de Avila no sólo da cuenta –con verdad, con emoción– de algunos de los más significativos de esos casos. También tiene la esperanza de poder contribuir a que aparezcan nuevos nietos dispuestos a comunicarse con sus abuelas y con sus familiares de sangre, que los están esperando, desde que nacieron, hace aproximadamente 28 años.
El primer largometraje de Avila –autor de varios cortos premiados y montajista de Tan de repente, de Diego Lerman– se enfrentaba a múltiples dificultades: proveer la información necesaria sobre la dictadura sin reiterar lo ya tantas veces expuesto en otros documentales; elegir entre los testimoniantes –nietos, abuelas– aquellos que pudieran articular mejor el relato; conseguir a su vez en la edición que estas historias lograran dialogar entre sí; y lograr el tono justo, capaz de reflejar tanto las consecuencias políticas como personales que derivaron de esos reencuentros. Se diría que Nietos (Identidad y memoria) alcanza todos estos objetivos de una manera limpia, llana, con una gran solvencia técnica pero también con una sensibilidad muy particular para abordar un tema especialmente difícil.
En primer lugar, el material de archivo que utiliza el film es conciso, elocuente y, en la mayoría de los casos, inédito o muy poco visto anteriormente, como sucede con ese reportaje televisivo que el periodista Roberto Maidana lleva a cabo con una frivolidad indignante sobre un operativo del Ejército requisando autos de civiles. Hay también imágenes de una persecución a bordo de un siniestro Falcon desde el que se producen disparos de Itaka (¿cuánto de este tipo de materiales aún falta recuperar?, ¿cuánto se habrá filmado de los operativos?) y un fragmento escalofriante de una entrevista realizada en España a Leticia Baibene (ver aparte), hija de desaparecidos, cuando tenía apenas 11 años de edad, y en el que la niña pide justicia para los secuestradores de sus padres y no venganza, “porque si no seríamos iguales a ellos”.
Todos estos registros de archivo se van enhebrando de una manera muy fluida con los relatos actuales de nietos y abuelas, editados a su vez de manera tal que los recuerdos e impresiones de unos y otros conversan muy bien entre sí, como sucede con el testimonio de Mariana Eva Pérez evocando el momento en el que, con su abuela, localizó a su hermano Rodolfo. Aunque el documental se anima a bucear en el pasado más oscuro, el acento del film de Avila –él mismo hijo de desaparecidos– está siempre puesto en la vida, en el futuro y es así como hay también momentos de una gran emoción y ternura, que tienen que ver con las dudas de algunos de estos nietos que ya son padres y madres y se preguntan por esa condición, por esa rama del árbol que fue mutilada pero que, sin embargo, no deja de crecer.