EL PAíS › LANUSSE (38, EX RUGBIER) FUE FISCAL EN LA CAUSA DEL ORO
De la familia judicial a las amenazas
Por Fernando Cibeira
Pablo Lanusse ganó notoriedad gracias a una circunstancia trágica y absurda por lo repetitiva: la pesadilla que vivió junto a su familia a lo largo de 1996 cuando fueron amenazados y agredidos por su investigación en la causa de la mafia del oro. Por ese entonces, Lanusse era fiscal federal y empujaba la marcha del expediente que, luego pudo confirmarse, ponía al descubierto una estafa millonaria que involucraba a hombres vinculados al menemismo. Agobiado, Lanusse debió pedir que lo cambiasen de puesto pero, a partir de allí, su nombre quedó asociado a la lucha contra la corrupción. Ese antecedente fue tenido en cuenta por el ministro Gustavo Beliz a la hora de convocarlo para ocupar la Secretaría de Justicia y Asuntos Penitenciarios. Y también por el presidente Néstor Kirchner para designarlo interventor federal en Santiago del Estero, una provincia donde en materia de corrupción hay tela de sobra para cortar.
Su vinculación con la Justicia viene de cuna. Su padre, Jorge Manuel Lanusse –primo del presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse–, trabajó 38 años en el Poder Judicial hasta jubilarse como defensor oficial en la Corte Suprema. Pablo no demoró en cumplir el mandato familiar. Tres días después de terminar el secundario en El Salvador entró a trabajar como meritorio en Tribunales. Hizo la carrera judicial mientras rendía libres las materias de Derecho en la Universidad del Museo Argentino. Llegó a secretario de juzgado y luego se dedicó un par de años a la actividad privada hasta que lo convocaron para el fuero federal. En diciembre de 1993 juró como fiscal federal.
En la maniobra que se conoció como mafia del oro se investigó una megaestafa impositiva referida a la exportación de oro que se calculó en unos 20 millones de pesos, con la empresa Casa Piana como principal beneficiario. La increíble saga de padeceres de Lanusse comenzó en febrero del 1996 cuando le cortajearon la mejilla izquierda y el brazo izquierdo, además de amenazarlo para que abandonara la investigación.
Luego, sucesivamente, obligaron a una de las hermanas de Lanusse a tajearse la palabra “oro” en la frente, dos hombres amenazaron al custodio de una sobrina, hubo una amenaza de bomba en el jardín de infantes del hijo, otra falsa alarma en la escuela de sus sobrinos y, por último, dos hombres apuntaron con un revólver al fiscal y volvieron a tajearlo.
Esto sucedió en apenas ocho meses sin que el gobierno de Carlos Menem encontrara a ninguno de los responsables de las agresiones. En diciembre de 1996, Lanusse pidió el cambio de fuero aduciendo “cansancio anímico, moral y físico”. Lo trasladaron a una fiscalía de instrucción. Lanusse dijo haberse sentido bastante solo, apenas acompañado por los medios y una parte del Poder Judicial.
Desde su nuevo cargo, Lanusse mostró cierta inclinación por las denuncias de impacto. Por ejemplo, en el 2001 denunció al ministro de Economía, Domingo Cavallo, por ordenarles a los bancos que desobedecieran las sentencias judiciales que favorecían a los ahorristas que habían quedado en el corralito. En julio de 2002 hizo una denuncia parecida acusando por “abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público” al presidente Eduardo Duhalde y a su gabinete por el decreto que suspendió por seis meses las devoluciones a los ahorristas. En ambos casos, la intervención de Lanusse pareció exceder la competencia de un fiscal de instrucción.
Católico practicante, aunque no pertenece al grupo del secretario de Seguridad Norberto Quantín, Lanusse llegó al Ministerio de Justicia con Néstor Kirchner por su discurso anticorrupción, su independencia política y sus 38 años. Está casado con una psicopedagoga, es hincha de River y fue jugador de rugby. Su labor más destacada como secretario de Justicia fueron justamente sus incursiones a Santiago del Estero junto al secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, para verificar las imputaciones que se le hacían a los Juárez. Lanusse denunció allí que la policía santiagueña había golpeado y torturado a niños de 12 años.