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Un viaje hasta el trópico

- Baños populares. En cada visita Néstor Kirchner tiene la costumbre de salirse del protocolo. La visita a Paraná, la capital de Entre Ríos, no fue la excepción. En el trayecto que une el aeropuerto con la plaza principal, unos 20 kilómetros, no dudó en descender del minibús que lo trasladaba para darse un baño de popularidad. La oportunidad no fue desaprovechada por el gobernador Jorge Busti, quien ante la locura de la gente también se zambulló y consiguió así más de un beso y un abrazo. Pero esta no fue la única vez que Kirchner lo hizo; luego de anunciar las obras que realizarán en la provincia, el Presidente no dudó en lanzarse desde el palco para recibir una vez más el frenético abrazo de la gente que lo esperó por más de dos horas.

- La fiebre del tenis. No era Guillermo Coria enfrentando a Gastón Gaudio buscando una revancha luego de la derrota en la final de Roland Garros. No, era simplemente Eduardo Duhalde enfrascado en su equipo deportivo y con su raqueta, con la cual enfrentó a su secretario privado Norberto Rafetti. Sucedió ayer por la mañana en el court que tiene el hotel donde está alojado. El resultado no trascendió, pero algunos aseguran que el ex presidente ganó por paliza.

- La nueva embajadora. Se movía por los pasillos del Gran Hotel Casino Iguazú como si fuera su propia casa. Era la mimada de la delegación venezolana, todos la saludaban e incluso logró lo que varios querían, que fue reunirse con el presidente Hugo Chávez. No estaba vestida con su tradicional vestido rojo, esta vez eligió un trajecito negro, que acompañó con unas sandalias rojo furioso. “Es nuestra embajadora plenipotenciaria en Venezuela”, bromeó el jefe de Gabinete Alberto Fernández cuando la diputada del Frente para el Cambio, Alicia Castro, le presentó parte de la delegación chavista. Ella sonrió ampliamente, al tiempo que tomó tiernamente el brazo izquierdo del ministro. Castro devolvió el cumplido: “Es el único jefe de Gabinete que tiene la amabilidad de responder un llamado aunque sea un sábado”.

- Lo peor. Sin duda los organizadores de la Cumbre del Mercosur nunca pensaron que sus previsiones iban a ser ampliamente superadas. Más de 300 periodistas se acreditaron, lo que provocó que la sala de prensa no diera abasto. Las cuarenta computadoras que ofrecía la organización no alcanzaron. Para colmo, la ciudad que está ubicada en medio de la selva misionera y donde el camino realiza un ondulado dibujo, es lo peor para la señal de los teléfonos celulares. Conseguir señal era casi un milagro que obligaba a los cronistas a hacer malabares para hacer una llamada.

- Seguro K. Desde que partió de Aeroparque, el presidente Kirchner apostaba doble contra sencillo que iba a conseguir en el Senado la media sanción de la ley de Responsabilidad Fiscal y la aprobación del pliego de Carmen Argibay para ocupar una poltrona de la Corte Suprema. “Está todo acordado”, repetía en el Tango 01. Alberto Fernández se había encargado de calmar a los radicales, molestos por la declaración del subsecretario general de la Presidencia, Carlos Kunkel, sobre el ex presidente Raúl Alfonsín. “Nosotros tenemos halcones, palomas, pero también idiotas”, se quejó uno de los integrantes de la comitiva presidencial. Durante la noche, con la cena presidencial ya comenzada, llegó Cristina Kirchner, luego de haber participado en la extensa sesión.

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