EL PAíS
Del belicismo a los aliados de perfil bajo
El ministro saliente decidió retroceder pegando. Qué implican las nuevas designaciones. Cómo cayó la estrella de Beliz. Y algo sobre variados futuros.
Por Mario Wainfeld
Gustavo Beliz, se quejaban sus allegados, se enteró por los diarios de que Néstor Kirch-ner decidió pedirle la renuncia a Norberto Quantín. Y decidió salir a responderle a través de los medios. Desde ese instante su suerte estuvo sellada. El Presidente detesta las internas y más aún su debate público y más aún que se ventilen por los medios y más aún que esto ocurra en su ausencia. Por lo demás, la química entre ambos venía perdiendo efervescencia desde hace cierto tiempo.
Puesto a reemplazar a un equipo ministerial dotado de coherencia interna y no perteneciente a la cofradía de los pingüinos, el Presidente optó por designar gente de su directa confianza, de baja exposición pública. El nuevo ministro, Horacio Rosatti, es un hombre de su riñón, el único reutemista que lo apoyó en la campaña presidencial. Alberto Iribarne es un viejo conocido y aliado del jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Los nombramientos resignan amplitud en el staff de gobierno, a cambio de conseguir mayor coherencia. “Rosatti es Kirchner” simplificaba ayer un hombre del Gobierno. El Presidente capitalizará personalmente, sin desagios, los aciertos de los flamantes funcionarios y pagará de igual modo los costos de sus errores.
- Luna de miel. El mejor momento de la relación entre el Presidente y Beliz coincidió con los primeros meses de gestión, cuando se desplegó la ofensiva contra la Corte. En ese tiempo el perfil del ministro –confrontativo, poco dado al diálogo con “la corporación judicial”– se asemejó bastante al de Kirchner. También se dedicó mucho a acompañar a las víctimas de crímenes de alta repercusión pública, con un ahínco que lo asemejó mucho al Presidente y que suscitó quejas de compañeros de su gestión que rezongaban porque era más fácil encontrarlo en las consiguientes imágenes mediáticas que en sus oficinas. Ese hábito fue utilizado en la guerrilla que desató durante meses Beliz contra Felipe Solá, quien empolló un feroz odio en su contra. Encono que sólo cedió en los últimos meses, curiosamente, los de perfil más bajo y menos potente del ex ministro. Solá encabezó durante meses el club de enemigos de Beliz, una cofradía que cuenta a Aníbal Ibarra (otro aliado del Gobierno que debió negociar con él) como socio vitalicio.
- Blumberg. Fue la aparición pública de Juan Carlos Blumberg la que cambió el rumbo y la suerte de Beliz. El padre de Axel irrumpió y deslegitimó la táctica de diferenciar la política nacional de seguridad de lo que ocurría en el conurbano bonaerense. Blumberg repitió una crítica que muchos especialistas en seguridad venían haciendo “es el Ministerio de Seguridad de la Capital y no de la Nación”, ironizaban. Como fuera, Blumberg detonó el cambio de relación con Solá, la designación de Carlos León Arslanian y el fin de un estilo político.
Beliz se vio obligado, previa presión presidencial, a pergeñar el Plan Estratégico de Seguridad, un compendio de normas que nunca llegó a completar con prolijidad. Blumberg, quizá por su perfil ideológico, quizá por su propuesta, generó más empatía en Beliz que en la Rosada, donde siempre se lo trató con respeto pero con recelo ideológico. Y en estos días, Blumberg le hizo llegar su solidaridad al ahora ex ministro. Paradójicamente, su instalación pública marcó el inicio del fin de la estrella de “Gustavo”. Sin poder confrontar hacia afuera, forzado a volcarse a una intensa tarea legislativa, enconado con las decisiones oficiales acerca de no reprimir fue perdiendo presencia mediática y peso específico.
- Por ahora, un ministerio. En los cabildeos que insumieron toda la tarde de ayer se especuló con separar Justicia de Seguridad y hacer que esta última función volviera a orbitar en el Ministerio del Interior. La iniciativa, aseguran fuentes confiables, llegó a interesar a Aníbal Fernández. Por ahora, no cuajó en parte porque un cambio de cartera perjudicaría económicamente a los trasladados empleados de Seguridad. Pero el tema quedó en carpeta. Esta historia continuará, posiblemente.
- El cassus Beliz. Beliz fue aliado de Carlos Menem y de Domingo Cavallo. De ambos se separó con estrépito y acusaciones mutuas. Cuando era ostensible que estaba de salida del actual gobierno optó por una táctica que sabía practicar el eximio boxeador Mohamed Alí, retrocedió pegando.
Eligió confrontar, que es el modo en que el ex ministro de Justicia abandona los colectivos políticos que integra. Lo hizo luego de quedar en minoría abrumadora, que es lo que suele pasarle en los colectivos que integró. Su futuro político inminente parece poco propicio, no da la sensación de tener un lugar en el peronismo donde demasiados lo aborrecen. Y tampoco pinta para sumarse a la cola de Mauricio Macri o de Ricardo López Murphy. De cualquier modo, da la sensación que lo suyo será el carril de la oposición, tras algún período sabático. Así también le ocurrió en sus anteriores divorcios.
- Disgustos. Al comienzo de esta nota se señalan acontecimientos ocurridos recientemente, a contragusto del Presidente. Para redondear una semana acre, Kirchner debió remover a la plana mayor de todo un ministerio, algo que no solía hacer como gobernador y que no parecía muy motivado a hacer como Presidente. El saldo de los últimos días es políticamente negativo para la Rosada. Como punto a su favor le queda haber laudado un conflicto interno, el de qué hacer con la protesta social, en línea con su sistema de convicciones.
Le queda pendiente, de cara a la sociedad, explicar por qué soportó tanto tiempo un equipo ministerial que, supuestamente, pensaba tan distinto sobre un tópico tan sensible.