EL PAíS › EL PENOSO CAMINO DE RECUPERAR EL SISTEMA
Construyendo sobre escombros
Por Raúl Dellatorre
Como en otras áreas, en el tema previsional el Gobierno está decidido a mandar señales fuertes. La cuestión es quién las capta. Sergio Massa, titular de la Anses, explicaba ayer que el aumento para toda la escala de haberes hasta los mil pesos “es un cambio de paradigma”, porque termina con 13 años de inmovilidad en las jubilaciones que, a su vez, habilita a dar nuevos pasos en el mismo sentido ahora que se ha roto la malla. No le falta razón. El ministro Carlos Tomada afirma que “este aumento está inscripto en la política de redistribución de ingresos” y es “una clara señal de qué hace el Gobierno con el excedente fiscal”. Una forma de romper con la inercia de una década y media. Pero el Gobierno, en esta como en otras áreas, parece operar solo. Ni las organizaciones de jubilados ni otras expresiones del movimiento social le harán conocer su agradecimiento.
Por el contrario, lo que se escucha es un reclamo por lo insuficiente de la medida. Y sin embargo, las cifras parecieran mostrar una sólida mejora para la clase pasiva. Repasemos los argumentos oficiales:
- En quince meses de Gobierno, el haber mínimo de jubilados y pensionados habrá pasado de 200 pesos a 308, una mejora del 54 por ciento que prácticamente equipara el desafasaje respecto de la inflación a partir de la debacle de la convertibilidad.
- Por primera vez en 13 años, un aumento de jubilaciones alcanza al 95 por ciento de los beneficiarios del sistema. Se trata de 2.970.600 personas, contra 162 mil que quedan al margen.
- El haber promedio de jubilados y pensionados llegará, a partir de este ajuste, a 440 pesos, lo que complementa en lo que va del año casi un 20 por ciento de mejora (contra 358 pesos a diciembre pasado).
- Según la cartera laboral, con este aumento para septiembre habrá 115 mil hogares menos por debajo de la línea de pobreza, cifra compatible con el cálculo privado de la Consultora Equis (de Artemio López) que calculó que 97.730 beneficiarios asomarán su cabeza por arriba de la línea (ver cuadro).
Durante la década de la convertibilidad, los jubilados se hundían de a poco, con ingresos congelados frente a una inflación que actuaba no como una ola, sino por goteo. Claro, mientras tanto otra parte grande de la sociedad caía como plomada a su lado, perdiendo la condición de perceptor de ingresos fijos para pasar a la condición de desocupado. Ser jubilado dejó de ser tan malo. Total, los viejos estaban acostumbrados a pasar penurias desde siempre...
Para peor, con la reforma previsional llegó el vaciamiento del sistema de seguridad social a cambio de la absurda promesa de pasar a ser los beneficiarios de un capitalismo popular gestionado por las AFJP. Pasó el tiempo y llegó el default y la devaluación, repentinamente convertidos en culpables de todos los males. Como si el proceso anterior no hubiera tenido ese trágico final como destino marcado.
El meritorio intento de alterar las leyes que indican que pagarle más a un jubilado es un “gasto improductivo” chocan con una realidad: el paquete es demasiado pesado para levantarlo “de una”. El aumento a los jubilados es más de lo hecho en años, pero lo que se percibe desde el llano es que “no alcanza”. Y en verdad, una jubilación de 308 pesos de mínima, que ya abarca a 1.876.900 beneficiarios, o de 440 pesos en el promedio, es claramente insuficiente para sostener lo que se puede aceptar como “una vida digna”.
No alcanza. Y encima, el clima se enrarece haciendo más visible la mitad vacía del vaso. La dirección del PAMI, con intención de combatir los focos de corrupción, choca con prestadores que claman públicamente sus nostalgias por Matilde Menéndez. Niegan prestaciones y decretan un lock out que perjudica a esos mismos jubilados que a fines de septiembre tendrán unos pesos más en el bolsillo. Esta angustia de hoy es más fuertey sentida que el alivio comprometido para dentro de 50 días. ¿Se entiende?