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¿Quién manda en Latinoamérica?

Por H. V.

La semana pasada las Naciones Unidas presentaron en México su vasto estudio “Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos”. La publicación demuestra cuán lejos está América Latina de esa meta. Como parte del trabajo fueron entrevistadas cuatro decenas de presidentes y vicepresidentes de la región, algunos aún en ejercicio. Además, respondieron al cuestionario otros dos centenares de líderes de 18 países latinoamericanos. Apenas una décima parte del informe publicado se refiere a algunas de las respuestas de esa elite política latinoamericana. Entre los mandatarios del Cono Sur, dice el informe, predomina la idea de que “el presidente es un tipo bastante limitado en su capacidad, en general”. Todo empeora cuando se entra en (pocos) detalles.
Según la ascéptica descripción “la presión ejercida por poderes extraterritoriales, centrados fundamentalmente en el gobierno de Estados Unidos y los organismos multilaterales de crédito” es una característica central “de la experiencia de gobierno de los mandatarios” entrevistados. Esas “presiones sobre la autonomía de las decisiones presidenciales son valoradas negativamente en todos los casos”. Uno de los mandatarios, que el texto no identifica, dice: “Hemos perdido capacidad de decisión nacional, puesto que los organismos internacionales de crédito establecen condiciones que atentan contra el propio crecimiento y, en fin, contra la democracia, cuando se lesionan derechos humanos fundamentales”. Otro agrega: “El gran capital es un factor de poder mucho más real hoy, porque se ha venido apoderando de los instrumentos mediáticos, entonces eso les permite no sólo tener poder sino ejercerlo”. Respecto de los medios de comunicación otro opina que se han convertido en suprapoderes “vinculados a los sectores económicos”, con “más poder que el poder militar, que el Ejecutivo, que la propia Iglesia y los partidos políticos. Han reemplazado totalmente a los partidos políticos. Se han instalado en el centro de la sociedad, lo que es bueno para el control de los otros poderes pero, al mismo tiempo, si no existe un control, ese poder puede convertirse en una inquietante perversión”. El estudio afirma que el 80 por ciento de los 231 líderes consultados en América latina “resalta el poder que han acumulado los empresarios, el sector financiero y los medios en la última década. Ellos constituyen el principal grupo de poder que limita el poder de decisión de los gobiernos”.
La información fue recogida por el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) entre julio de 2002 y junio de 2003, lo cual coincide con el interinato que ejerció en la Argentina el ex senador Eduardo Duhalde. Los dos grupos más numerosos entrevistados son brasileños (34 casos) y mexicanos (25). La mitad de los líderes fueron políticos; luego siguen intelectuales (14 por ciento), empresarios (11 por ciento; sindicalistas y dirgentes de la sociedad civil (7 por ciento cada uno); periodistas (6 por ciento); religiosos (2,5 por ciento) y militares (1,5 por ciento). La riqueza de ese material será un secreto reservado a los altos niveles de las Naciones Unidas. Dado el impacto que tendría sobre la opinión pública latinoamericana y, con toda probabilidad, sobre los denunciados factores de poder económico y mediático, latinoamericano y supranacional, la ONU prohibió su difusión, con gran malestar de los investigadores que participaron en el proyecto, dirigidos por el ex canciller argentino Dante Caputo, y que se proponían dedicarle un volumen especial.
El impresionante despliegue de la presentación, realizado por el PNUD en nombre de la democracia y de la lucha contra la pobreza y la desigualdad, incluyó entre otros oradores al secretario general de la ONU Kofi Annan, al presidente mexicano Vicente Fox, a los ex presidentes Felipe González, de España; Belisario Betancourt, de Colombia; Julio Sanguinetti, del Uruguay, y Valentín Paniagua, del Perú. Varias veces la lista de oradores se cerró en forma abrupta para cumplir con algún vino de honor o actividad parecida, en el Hotel Intercontinental o en el Lago de Chapultepec. Entre ceremonia y ceremonia hubo algunas exposiciones de cierto interés, como la del ex ministro de Economía de Chile Alejandro Foxley, quien dijo que el grave problema de las políticas de protección social es que están básicamente dirigidas a los incluidos, mientras que la globalización genera más y más excluidos, que carecen de toda cobertura. Foxley postuló que un “Estado inteligente” debería luchar contra la pobreza y la desigualdad y asociar en una política desarrollista a los sectores de menor y de mayor productividad. El cientista social argentino José Nun manifestó su asombro porque en toda la reunión no se mencionó la palabra “capitalismo”, lo cual privó a los panelistas, entre otras cosas, de señalar .la distancia entre el capitalismo industrial de la posguerra, que estuvo en la base de los Estados de Bienestar, y la actual hegemonía del capital financiero, que les quita sustento material a las políticas keynesianas pues ahora desaparecieron –o se amortiguaron– las causas materiales de esa alquimia que antes permitió presentar los intereses particulares de los trabajadores como intereses generales de la sociedad. El problema en América latina no son los pobres sino los ricos” concluyó.

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