EL PAíS
No tan Amigou
Por H. V.
De los 18 países relevados por Latinobarómetro, la encuestadora regional creada por la economista chilena Marta Lagos, Argentina es el que menos afinidad muestra con Estados Unidos. Lagos presentó su investigación el viernes en la Conferencia de las Américas, organizada aquí por el diario Miami Herald. La primera pregunta que formuló fue: ¿Cuál es nuestro mejor amigo en el mundo? Contestaron que los Estados Unidos, el 60 por ciento de los salvadoreños y dominicanos consultados, el 49 por ciento de los panameños, el 45 por ciento de los costarricenses, el 42 por ciento de los hondureños, el 41 por ciento de colombianos, el 38 por ciento de los guatemaltecos, el 31 por ciento de los nicaragüenses, el 26 por ciento de los ecuatorianos, el 25 por ciento de los peruanos, el 20 por ciento de los mexicanos, el 15 por ciento de los chilenos, el 13 por ciento de los paraguayos, brasileños y bolivianos, el 12 por ciento de los venezolanos, el 10 por ciento de los uruguayos y el 3 por ciento de los argentinos. Para el promedio de la región, el resultado es del 28 por ciento. Aun así, Estados Unidos fue el país más mencionado en la categoría de mejor amigo, por encima de España (10 por ciento en el promedio de la región), Brasil y Cuba (3 por ciento). El resto se reparte entre Ninguno, No Sabe u otros. En el caso argentino, un llamativo 21 por ciento prefirió a España, 6 por ciento a Brasil y 1 por ciento a Cuba.
La Argentina mantuvo su posición crítica cuando la pregunta fue, en forma más genérica, acerca de qué opinaba cada entrevistado sobre Estados Unidos. Con el 31 por ciento de opinión positiva, cerró la lista, que abrieron la República Dominicana, El Salvador, Panamá, Honduras y Costa Rica, todos con más del 80 por ciento de aprobación; Ecuador, Guatemala, Colombia y Perú, con más del 70 por ciento; Nicaragua, Paraguay, Chile, Venezuela y Brasil con 50 por ciento o más; y Uruguay, México y Bolivia, con más del 40 por ciento de respuestas positivas. Otra pregunta, referida a cómo está manejando el gobierno de los Estados Unidos los conflictos internacionales, también repitió la ubicación argentina en el escalón más bajo de aprobación. La diferencia estuvo en los demás países, que fueron mucho más críticos que con las preguntas anteriores. Apenas Panamá y Honduras mostraron más del 40 por ciento de los entrevistados con opinión favorable a la política internacional del presidente George W. Bush; seguidos por Costa Rica, República Dominicana, Colombia y Venezuela con más del 30 por ciento; El Salvador, Perú, Ecuador, Guatemala y Nicaragua, más del 20 por ciento; Paraguay, Chile, Bolivia y Brasil con más del 10 por ciento. Los últimos puestos corresponden a México, con el 9 por ciento de aprobación, Uruguay con el 7 y la Argentina con el 6 por ciento. Si la cuestión se refiere específicamente a la actuación estadounidense en Irak, una vez más la Argentina exhibe el menor índice de aprobación, con el 3 por ciento. Recién en la pregunta referida a las relaciones del país con Estados Unidos, la Argentina fue superada en evaluaciones negativas por Venezuela (72 por ciento) y Bolivia (57 por ciento), pero de todos modos aventajó al resto.
Durante la Conferencia, Marta Lagos dijo que la Argentina no estaba “emputecida con Estados Unidos” (sic) debido a la guerra en Irak sino como consecuencia de las políticas del Fondo Monetario Internacional. El asesor cubano-estadounidense de Bush, Otto Reich, minimizó estas afirmaciones y las atribuyó a la prensa que, en toda América, “está copada por izquierdistas que han perdido contacto con la realidad”. En cambio el principal asesor de John F. Kerry en asuntos latinoamericanos, Nelson Cunningham, coincidió con Lagos: “La Argentina realizó todas las reformas que le reclamaba el FMI y a cambio se le prometió a su pueblo el ingreso al Primer Mundo. Pero cuando estuvo en problemas, el Fondo la dejó caer y su economía y el nivel de vida de sus habitantes se derrumbaron”.
Latinoamérica no figuró en el debate entre el presidente George W. Bush y el senador John Kerry, pese a que el temario se refería a política exterior de Estados Unidos. Buena parte de los expositores en la conferencia desertaron de la comida que ofrecían los presidentes de Colombia y Bolivia, Alvaro Uribe y Carlos Mesa, y corrieron a ver el debate en una pantalla gigante ubicada en el anfiteatro del antiguo hotel Biltmore, una edificación de estilo hispano-morisco del primer tercio del siglo pasado, donde hace una década se celebró la primera cumbre presidencial de las Américas. La expectativa latinoamericana fue defraudada, por la ausencia total del tema. Ambos candidatos hicieron saber por medios informales que ellos también estaban frustrados por la omisión. Conscientes de que el voto hispano puede decidir la elección, los dos habían preparado sus definiciones. Pero el moderador (el periodista de la televisión pública Jim Lehrer) no les hizo la pregunta que esperaban y ninguno introdujo el tema por su cuenta. Según un asesor de Bush, si alguno hubiera cambiado de tema el otro lo hubiera acusado de indiferencia por la vida de los soldados estadounidenses en Irak. Kerry se las ingenió para incluir, al menos, una referencia tangencial. El ataque al Irak de Saddam Hussein en respuesta a los atentados de Osama bin Laden, dijo, “es como si para castigar el bombardeo japonés en Pearl Harbour, Franklin D. Roosevelt hubiera ordenado invadir México”. Servir de pie para una réplica ingeniosa sobre Irak es la máxima consideración que América latina obtuvo en esta campaña. En el campo republicano el mayor enojo no era con Lehrer, sino con las cadenas de televisión, que violaron el compromiso de no enfocar a cada contendiente mientras el otro hablaba. La peor evaluación de Bush fue por su lenguaje gestual, cuando buscaba una botella de agua debajo de su pupitre, parpadeaba en forma nerviosa y se veía como un adolescente abatido, según la expresión de un integrante de la campaña reeleccionista, que reclamó no ser identificado.